Es verdad que las instituciones palestinas han fracasado, es verdad que la consigna de “seguridad primero” es un interés importante para nosotros; es cierto que la línea de frontera de 1949 es antinatural. Sin embargo, nuestro interés es llegar a un acuerdo, y ahora.
La premisa básica del informe del Cuarteto del pasado viernes es que, nuestros vecinos, los palestinos, quieren su independencia y los israelíes desean seguridad, y por lo tanto la solución de dos estados es conveniente para ambas partes. En realidad es que no estoy de acuerdo con esta hipótesis, a pesar que para mí la solución de dos estados es preferible, especialmente después que el rey Hussein renunció a su pretensión sobre la margen occidental hace 28 años.
La mayoría de los palestinos quieren su independencia como parte de un estado palestino independiente en Cisjordania y Gaza. Algunos piensan que es el paso correcto hacia la realización de su visión de un estado palestino en todo el territorio de Israel, y algunos están dispuestos a conformarse con eso, sólo para promover los intereses palestinos que se centran en el fin de la ocupación israelí.
La razón de la segunda afirmación es innegable: las instituciones parlamentarias y gobernantes palestinas, establecidas según el acuerdo de Oslo (según lo estipulado en el acuerdo marco entre Israel y Egipto en 1978) son una clamorosa historia de falta de éxito, como poco. Esa forma de funcionar son una de las razones que amortiguan el entusiasmo hacia la independencia palestina, a pesar de los claros deseos en este sentido de la organización Hamás.
Por otro lado, desde el lado israelí hay un creciente interés en la iniciativa árabe, lo que debería llevar al mundo musulmán, casi en su totalidad, a mantener relaciones normales con Israel si éste pone fin a la ocupación. En este sentido, el lema “Paz Ahora” es muy relevante. Al mismo tiempo, es evidente que el slogan israelí “seguridad primero”, recientemente explicado por un distinguido grupo de ex oficiales de alto rango, es muy importante para los intereses de Israel. La cuestión es cómo llevarlo a la práctica.
En primer lugar, es importante para nosotros poner fin a todos los boicots, disolver el fenómeno de bloque anti-israelí en las instituciones internacionales permanentes y aumentar considerablemente el turismo hacia Israel. Hay otras razones, pero ninguna de ellas es la principal motivación para los intereses de Israel, que cruza los partidos políticos, que llegar a una solución política, y haciéndolo a través de fijar la frontera oriental de Israel con el reconocimiento de todas dichas fronteras por parte de la comunidad internacional (sobre todo por los Estados Unidos).
Nos acercamos a los 70 años de la independencia en donde aún no se han reconocido las fronteras de Israel y Jerusalén no ha sido aceptada por el mundo como nuestra capital. Quienes firmaron los acuerdos de armisticio después de la Guerra de la Independencia no pensaban que pasaría tanto tiempo sin fijar las fronteras permanentes, creían que sin ellas sería imposible para nosotros existir como Estado judío y democrático. Y si entonces el objetivo primerio era fijar las fronteras con Siria y el Líbano, ahora también se necesitan frontera con los palestinos.
A pesar de la Línea Verde establecida entre nosotros y los jordanos en 1949 era problemática y poco natural, y a pesar que la Ciudad Vieja de Jerusalén, tan importante para el pueblo judío, no quedaba bajo nuestro dominio, la situación creada después de la guerra prometía una mayoría judía estable, que se fortaleció con las diferentes inmigraciones durante los primeros años de joven estado de Israel.
La Guerra de los Seis Días modificó tal situación. Fue una mezcla de una gran bendición junto con una gran maldición. La bendición fue el status que recibimos en el mundo en general y en el mundo judío en particular, las relaciones con los Estados Unidos y una mejora sustancial de nuestra situación de seguridad y económica. La maldición fue la apertura de una caja de pandora demográfica que nos amenazaba desde antes de la Guerra de la Independencia, cuando nos vimos obligados a aceptar el plan de partición que garantizaba un estado judío aunque incluyendo una gran minoría árabe.
Sin establecer un límite entre nosotros y los palestinos nosotros podemos perder – si y cuando pasemos a ser una minoría judía sobre el este del Jordán – lo más preciado para nosotros que es el estado judío. Además, un estado judío no democrático no podrá mantenerse debido a la presión interna y por la presión por parte de nuestros aliados en todo el mundo, todos ellos pertenecientes al club de países democráticos.
No me doy por vencido por conseguir paz – Dios me salve. Tampoco en nuestra defensa o en el final de la ocupación o por los derechos que se merecen los palestinos, pero siento que hay una necesidad de perfeccionar nuestras posiciones y determinar – en primer lugar para nosotros mismos, pero no menos importante para el mundo – lo que es nuestro verdadero “límite que no nos permitimos violar”. La paz es muy importante para nosotros, y en el corto periodo de tiempo en el que se respiro aquí un poco de ella, en los 90, sentimos un poco lo que significa en términos de nuestra posición en el mundo – las relaciones desarrolladas en el mundo árabe, y en especial la sensación de no tener que hacer un esfuerzo para explicarle a nuestros amigos lo que no están dispuestos a aceptar: el control continuo sobre el otro y la continuación de la construcción en los asentamientos.
Ningún gobierno puede garantizar una paz completa con los palestinos, incluso después de firmar un tratado de paz, no todo depende de los israelíes. La paz con Egipto y Jordania, están lejos de concretar lo que se firmó en los acuerdos. Estos acuerdos superaron pruebas muy difíciles, pero se mantuvieron frías y dependientes de las relaciones entre los líderes. No se infiltraron entre las naciones, y su estabilidad se encuentra en peligro constante.
Aún así, la paz puede traer consigo un aumento en la seguridad, aunque es probable que durante las negociaciones se intensificarán las acciones de violencia por parte de extremistas que se oponen a ella, desde ambos lados. Los centros de violencia permanecerán activos incluso después de la firma, sin que nadie pueda garantizar que sean neutralizados por completo, pero la paz (y el fin de la ocupación) reducirán significativamente la motivación a largo plazo del uso de la violencia palestina contra nosotros.
De aquí se entiende que sin un acuerdo no se conseguirá una completa seguridad, como se demuestra en el caso de la retirada unilateral de Gaza. Es muy difícil bailar el tango solo. Este es un proceso que implica la amenaza de otra ronda de violencia, si nuestras demandas se violan unilateralmente. Cada vez vamos a tener que considerar cuidadosamente si la violación es tan grave como para medir como proceder. Si no actuamos claramente nosotros invitamos el próximo incumplimiento regresando al ciclo de violencia.
“La seguridad ante todo” no es una opción viable, sobre todo porque la amenaza a la seguridad por parte de los palestinos, con toda la crueldad del terror, se ubica lejos de ser una amenaza existencial para Israel. Sólo una frontera con los palestinos , que será reconocida por la comunidad internacional (y otra vez – en particular por los Estados Unidos), “asegurará que nos quedemos, para las generaciones futuras, como un estado judío y democrático, de tal manera que nuestro futuro no sea puesto en duda”.
La fijación de una frontera depende de nosotros. Una vez que lleguemos a un acuerdo con los palestinos, podemos asegurar nuestro futuro, no a través de slogans. Aunque ningún gobierno nos puede garantizar una paz completa.