La verdadera medida de si una democracia funciona correctamente no es si existen problemas dentro de esta; siempre los habrán. Más bien, es si los mecanismos de auto-corrección de la propia democracia funcionan de manera efectiva a fin de mitigar estos problemas.
El 24 de junio, la columnista del diario Haaretz Amira Hass, comparó el caso de Mahmoud Qatusa con el infame caso de Leo Frank en Atlanta. La comparación fue sugerida por el abogado de Qatusa, pero Hass entusiastamente la endosó con entusiasmo.
Un día después, el dramático desenlace del caso Qatusa demostró que ambos estaban equivocados. Y la historia refuta de manera convincente las afirmaciones que Israel se ha vuelto un país cada vez más racista y “anti-democrático” porque muestra que la sine qua non (condición esencial) de una democracia floreciente está sana y muy activa y no es en si la ausencia de problemas, sino la existencia de mecanismos auto-correctivos para resolver estos problemas.
Para entender el por qué se necesita un resumen de ambos casos. Frank, un individuo judío, fue condenado en 1913 por asesinar a una chica cristiana de 13 años empleada en la fábrica de Atlanta donde este tenía el cargo de superintendente. Los rumores dicen que la niña también fue violada. Durante el juicio, la multitud estacionada afuera del juzgado gritaba “Cuelguen al judío”; este fue debidamente condenado a muerte. Se rechazaron múltiples apelaciones. Pero el gobernador de Georgia, perturbado por fallas en el caso junto a incitaciones antisemitas, conmutó la sentencia a cadena perpetua. Dos años más tarde, vigilantes irrumpieron en la prisión de Frank y lo asesinaron.
Qatusa, residente de la aldea cisjordana de Deir Qaddis, fue arrestado el 1 de mayo y retenido sin fianza bajo sospecha de haber violado a una niña de 7 años del adyacente asentamiento judío de Modi’in Ilit, donde fue conserje en la escuela de la niña. Luego que su acusación ocupara los titulares el 17 de junio, las redes sociales estallaron en forma de incitación anti-árabe, incluyendo la de varios políticos que le acusaron sin presentar ninguna evidencia, de intentar que la violación fuese declarada como un ataque terrorista.
Pero luego, se activaron los mecanismos de auto-corrección en la democracia israelí. Funcionarios de alto rango de los cuerpos policiales independientes de Israel y de la fiscalía, que anteriormente no estaban involucrados en el caso, lo revisaron y descubrieron numerosos problemas. La prensa libre del país investigó y reportó problemas adicionales. El 25 de junio, luego que principales funcionarios encargados de hacer cumplir las leyes concluyeran que las pruebas eran insuficientes, los cargos fueron retirados y Qatusa fue liberado.
Además, mientras el racismo anti-árabe, sin lugar a dudas existe en Israel, este no parece haber sido un factor en el caso de Qatusa. Incluso antiguos funcionarios en el área legal, quienes retiraron los cargos, siguen convencidos que ocurrió una violación y que algunas de las pruebas le apuntan directamente, pero no lo suficiente como para recibir condena penal. Además, este fue solo uno de los varios palestinos empleados en la escuela de la chica; muchos otros trabajaban en otros lugares en el asentamiento. Los residentes de Modi’in Ilit patrocinaban regularmente los garajes en Deir Qaddis y las relaciones entre las ciudades eran bastante buenas, tal como lo demuestran ambos, los residentes de Modi’in Ilit que protestaron públicamente por la inocencia de Qatusa y aquellos que bailaron en la boda del hijo del alcalde de Deir Qaddis el 13 de junio.
El caso si resaltó un problema verdadero: la notoria incompetencia de la división del cuerpo policial en Cisjordania. En el 2011, el diario Haaretz informó que la división no seguía los procedimientos básicos de investigación; en consecuencia, “caso tras caso – contra colonos y palestinos por igual – son cerrados sin ir a juicio o son arrojados al cesto en los tribunales”. Evidentemente, la situación no ha mejorado mucho desde ese entonces.
Pero ningún país en ningún lugar del mundo está exento de problemas. Lo que distingue a las democracias de las dictaduras es que las democracias tienen mecanismos auto-correctivos que tratar de abordar estos problemas. Y el caso de Qatusa muestra que a pesar de un problema verdadero de incompetencia policial, los mecanismos de auto-corrección en Israel si funcionan; en consecuencia, no suceden las parodias de justicia al estilo Leo Frank. Tampoco, por cierto, se realizan linchamientos.
También vale la pena recordar esto en referencia a otro caso que recientemente hizo los titulares en Israel – el que un policía fuera de servicio que intentaba disolver una pelea en un parque le disparó a Solomon Teka de 18 años edad el 30 de junio. En este caso, el racismo no puede ser descartado como factor determinante; muchos israelíes no creen que el incidente hubiese terminado con la muerte de Teka si no hubiera sido un israelí etíope. Más aun, la policía si tiene una historia de racismo contra los israelíes etíopes: Véase, por ejemplo, la golpiza brutal del soldado Damas Pakada en el 2017 (en ese caso, el abusivo policía fue al menos expulsado de la fuerza policial; Pakada luego se convirtió en un oficial condecorado en el cuerpo cibernético del ejército).
Una vez más, el caso resalta problemas verdaderos – no solo de racismo, sino también de brutalidad policial. Esto último afecta a muchos grupos demográficos: israelíes etíopes, árabes, colonos, trabajadores migrantes, manifestantes tanto de derecha como de izquierda, etc. Y todo esto muy a menudo queda impune.
Pero si el haberle disparado a Teka muestra que el progreso en la solución de estos problemas es claramente insuficiente, un informe del gobierno publicado en abril muestra que sin embargo está ocurriendo. Tras las manifestaciones etíopes-israelíes contra la brutalidad policial en el 2015, el gobierno nombró un comité interministerial para proponer formas de erradicar el racismo contra los israelíes etíopes. Y desde el 2016, el Ministerio de Justicia ha emitido informes anuales sobre la implementación de estas propuestas.
El último informe documentó progresos insuficientes, pero no obstante verdaderos, sobre el problema crítico de una vigilancia excesiva. Por ejemplo, mientras los arrestos de menores en general disminuyeron un 29,5% en el 2018 en comparación con el año 2015, los arrestos de menores etíopes israelíes cayeron un 50,4% durante este período. Los israelíes etíopes aún son arrestados de manera desproporcionada, lo cual representa un 5.4% de todos los menores arrestados en el 2018 a pesar de constituir solo el 1.6% de la población. Pero eso equivale a un descenso del 7.7% en el 2015.
También se han logrado progresos insuficientes pero verdaderos en otros temas, tales como el porcentaje de israelíes etíopes que se gradúan de la escuela secundaria (todavía muy bajo en 62%, pero superior al 35% en el año 2008). Además, tal como señaló el ex-miembro de la Knesset Dov Lipman, los israelíes se vieron atascados en el tráfico durante horas debido a las protestas etíope-israelíes por la muerte de Teka que reaccionaron en gran medida con comprensión más que con arrebatos racistas, indicando que el racismo, aunque real, no es un mal endémico.
Ningún país ha logrado jamás eliminar el racismo y el caso de Teka muestra que Israel todavía tiene mucho camino por recorrer. Y, sin embargo, el informe del Ministerio de Justicia muestra que los mecanismos habituales de auto-corrección en democracia (manifestaciones, informes en los medios de comunicación, acciones políticas, etc.) – están teniendo impacto.
La democracia no puede convertir seres humanos en ángeles y todas las democracias no llegan a alcanzar sus ideales más altos. Pero siguen siendo mucho mejores que las no democracias en crear los mecanismos para contrarrestar el daño causado por nuestros peores impulsos y por lo tanto, a medida que pasa el tiempo, mejoran la sociedad en su totalidad.
Por lo tanto, la verdadera medida de si una democracia funciona correctamente no es si existen problemas; siempre existirán. Más bien, es si los mecanismos de auto-corrección en la democracia trabajan efectivamente para mitigar tales problemas. Y según ese criterio, la democracia de Israel se encuentra muy bien.
Evelyn Gordon es periodista y comentarista quien vive en Israel.