Es necesario el apoyo de los judíos americanos y de toda la diáspora en la lucha por la existencia del Estado de Israel. Pero mientras sigan apoyando causas que no son justas y que rozan con el antisemitismo estaremos en graves problemas.
Hay una batalla en los campus universitarios. No solo es la batalla de las ideas, es la batalla de las ideas contra los hechos. Una batalla contra la tolerancia y las ideas que no son afines a la academia.
En U.C. Berkeley las protestas y marchas son cosa de todos los días. Antifa, Black Lives Matter, Muslim Students Association, entre otros, protestan constantemente en contra de conferencias que no siguen su agenda política. Por ejemplo, a raíz de la última charla del pensador conservador Ben Shapiro, la municipalidad de Berkeley tuvo que pagar 600.000 dólares en seguridad privada para prevenir ataques de Antifa. En los peores casos, como el del evento Free Speech Week, organizado por Milo Yiannopoulos y que presentaba conferencistas como David Horowitz y el polémico Steve Bannon, el evento tuvo que cancelado.
De hecho, una encuesta llevada a cabo por Victims of Communism Memorial Foundation y YouGov muestra que el 44% de los millenials quisiera vivir en un país socialista, 7% en un país comunista y otro 7% en un país fascista. Eso quiere decir, que el 58% de los jóvenes quieren vivir bajo un estado totalitario.
Este fenómeno también se ve reflejado en la juventud judía.
Hace pocas semanas, Hillel de Princeton University tuvo que ceder a la presión de la organización de izquierda judía Alliance for Jewish Progressives para que cancelen una charla de Tzipi Hotovely, Ministra de Asuntos Exteriores de Israel, porque en palabras de esta organización “El trabajo de Tzipi causa daño irreparable a los prospectos de una solución pacifica en el conflicto Israel / Palestino”.
En el caso de la NYU, la organización de extrema izquierda judía Jewish Voice for Peace, junto a otras 11 organizaciones entre las que se encuentran NYU College Democrats, Arab Student Union y NYU Students for Justice in Palestine, están boicoteando un viaje subsidiado por la Maccabe Task Force de Sheldon Adelson a Israel llamado NYU Israel Experience, en el que se “promueve la interseccionalidad y inclusividad” y muestra a Israel “más allá de los títulos de las noticias”. ¿La razón? Según estos grupos, este viaje incluye la “visita a territorios ilegalmente ocupados” y que está financiado por “la misma organización que financia grupos islamófobos como la David Horowitz Freedom Center”, según reporta The Washington Free Beacon
No es coincidencia que los jóvenes judíos sean parte de este fenómeno.
Los judíos han sido históricamente progresistas y han apoyado causas justas y nobles como las que protegen y buscan derechos de las minorías y la ‘justicia social’. No solo tienen una superioridad moral auto percibida porque se definen de izquierda, es más, para aquellos que les sigue importando la religión (o solo la usan para justificarse), todo esto ayuda a cumplir el precepto de tikkun olam, arreglar el mundo.
No se confundan, luchar porque todas las personas tengan los mismo derechos y no más o menos, es una lucha del liberalismo clásico. Buscar la ‘justicia social’ (si por justicia social entendemos que los derechos individuales de cada persona son respetados y protegidos), es una lucha del liberalismo clásico.
El problema es que la izquierda se ha infiltrado en los ámbitos académicos (siguiendo la receta de Gramsci) y ha monopolizado la representación de estas causas, distorsionando de esa manera los objetivos tradicionales de las universidades de la búsqueda de la verdad y la defensa de la libre expresión en favor de su agenda totalitaria y colectivista. No hay que echarle la culpa solo a académicos judíos como Noam Chomsky o Ilan Pappe, ya que esta situación viene desde comienzos del siglo XX. Miremos a los movimientos juveniles sionistas, en su mayoría de izquierda. Estos movimientos hasta el día de hoy están a favor del viejo kibutz, aquel en el que la propiedad privada no existía, las decisiones se tomaban de manera colectiva y no se vivía para uno, se vivía para la comunidad. Ideas comunistas, que tuvieron una enorme influencia en la participación judía en partidos socialistas y en la formación del Sionismo Socialista.
Otra razón puede ser el aumento en la laicidad a la que llego el mundo judío y en especial el mundo judío americano, en donde se ven los valores del judaísmo como valores universales que deben ser perseguidos por todos. Desconectar los valores judíos de su origen y componente judío es un problema a la hora de defender Israel, ya que sin Judaísmo no hay Sionismo, y sin Sionismo no hay Israel.
Pero dentro de Israel hay esperanza. Una encuesta de Israel Hayom muestra que el 60% de estudiantes de 11avo y 12avo grado se define de derecha, mientras que solo el 13% se define de izquierda.
Es necesario el apoyo de los judíos americanos y de toda la diáspora en la lucha por la existencia del Estado de Israel. Pero mientras sigan apoyando causas que no son justas y que rozan con el antisemitismo estaremos en graves problemas.
¿Quieren ganar en los campus? Organícense. Júntense con aquellos individuos que son Pro-Israel y estén dispuestos a defender su posición. No importa si son evangélicos, cristianos, judíos o laicos. No importa si son libertarios, conservadores, o de izquierda. Organicen marchas pacíficas, charlas a cielo abierto, eventos de todo tipo. Inviten conferencistas y pensadores Pro-Israel a que los acompañen en sus demostraciones. Creen redes de organizaciones Pro-Israel. Es necesario establecer el moral highground usando técnicas pacíficas y morales.
Además, el público debe conocer la naturaleza de los enemigos de Israel, y condenarlos moralmente por lavarles la cabeza a sus niños para matar judíos, negar el derecho a Israel de existir y promover el antisemitismo.
Va a haber gente que los critique, van a haber contramarchas, difamaciones en los medios. Pero si se mantienen unidos y persiguiendo el mismo objetivo van a poder contrarrestar todo lo malo que se les presente.
Solo así ganaremos en las universidades.
El autor es parte del movimiento juvenil sionista Hejalutz Lamerjav