En una sorprendente serie de declaraciones, Rusia dejó en claro que espera que todas las fuerzas extranjeras se retiren de Siria. Alexander Lavrentiev, el enviado del Presidente Putin a Siria, especificó el 18 de mayo de 2018 que todas las “fuerzas extranjeras” se referían a las fuerzas pertenecientes a Irán, Turquía, Estados Unidos y Hezbollah.
Póster en la portada muestra al líder de Hezbollah Hassan Nasrallah junto al Presidente iraní Hassan Rouhani, al Presidente sirio Bashar Assad y al Presidente ruso Vladimir Putin (ABNA News – Irán)
El canciller ruso Sergey Lavrov, agregó esta semana que solo las tropas sirias deberían tener presencia en la frontera sur del país, cerca de Jordania e Israel. Anteriormente, Rusia había sido parte del establecimiento de una “zona de desescalada” al sudoeste de Siria junto a los Estados Unidos y Jordania. Ahora, la política rusa se estaba volviendo más ambiciosa. Lavrov agregó que un retiro de todas las fuerzas no-sirias de la zona de desescalada tenía que ser rápido.
El régimen en Teherán recibió el mensaje y emitió una fuerte reprimenda a su aliado ruso. Los iraníes no visualizaron su despliegue en Siria como algo temporal. Hace cinco años, una importante figura religiosa asociada al Cuerpo de la Guardia Revolucionaria declaró que Siria era la provincia numero 35 de Irán. Además de tales declaraciones ideológicas, a su nivel práctico, Siria alberga la red logística de reabastecimiento iraní al más importante de sus agentes estados en el Medio Oriente, Hezbollah, que ha adquirido importancia mucho más allá de la lucha por el Líbano.
A través de los años Hezbollah se ha involucrado en operaciones militares en Irak, Arabia Saudita, Yemen y en otros lugares. Sin Siria, la capacidad de Irán de proyectar poder e influencia en una variedad de conflictos del Medio Oriente se vería mucho más limitada. Siria se ha vuelto un lugar clave en la búsqueda de Teherán por un corredor terrestre que una la frontera occidental de Irán con el Mediterráneo. El hecho de que Irán operara 10 bases militares en Siria hizo que su presencia se viese mucho menos temporaria.
Ya en febrero del 2018 los primeros signos públicos de discordia entre Rusia e Irán se hicieron visibles. En la Conferencia Valdai en Moscú, a la que asistieron Lavrov y el canciller iraní Mohammad Javad Zarif (y por este autor), el canciller ruso expresó sus fuertes diferencias con los iraníes sobre sus declaraciones respecto a Israel: “Hemos dicho muchas veces que no aceptaremos las declaraciones que Israel, como estado sionista, debería ser destruido y borrado del mapa. Creo que esta es una manera absolutamente incorrecta de avanzar nuestros propios intereses”.
Irán no fue un socio perfecto para Rusia. Es cierto que algunos especialistas rusos argumentaron que los problemas de Moscú con la militancia islámica emanaron de los yihadistas del Islam sunita y no del islam chiita, que había sido dominante en Irán desde el siglo XVI. Pero aquello fue una evaluación superficial. Irán también respaldaba a los militantes palestinos sunitas tales como el Yihad Islámico y Hamás. En mayo Yahya Sinwar, el líder de Hamás en la Franja de Gaza, le dijo a un canal de televisión pro-Hezbollah que este tenía contactos regulares con Teherán.
Irán apoya a ambos chiitas y sunitas
Irán también apoyaba a otras organizaciones sunitas tales como los talibanes y la red Haqqani en Afganistán y Pakistán. Este albergó a altos líderes de Al-Qaeda. De hecho, cuando el fundador de Al-Qaeda en Irak Abu Musab Al-Zarqawi buscó un santuario regional luego de la caída de Afganistán a Estados Unidos, este no huyó a Pakistán, sino que se trasladó a Irán. No existe razón alguna por la cual Irán no pudiera proveer respaldo crítico para los adversarios de Rusia a futuro.
Pero esa no era la percepción en Moscú cuando Rusia dio su respaldo inicial a la intervención iraní en Siria. En la primavera del 2015 Moscú observó que la situación de seguridad en Asia Central venía deteriorándose, ya que las amenazas internas a Uzbekistán, Kazajstán y Tayikistán iban en aumento. Además de todo esto, el Estado Islámico (ISIS) debutaba en Afganistán. Una victoria de ISIS en Siria tendría implicaciones para la seguridad en las áreas pobladas por musulmanes de la propia Rusia.
Fue en este contexto que Rusia incrementó dramáticamente los envíos de armas a sus aliados en Siria. También coordinó con Irán el despliegue de miles de combatientes chiitas de Irak y Afganistán bajo el comando del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán (CGRI). Esta acción también significó la construcción de una infraestructura militar expandida en suelo sirio para esta legión extranjera chiita.
Al mismo tiempo, Rusia mantuvo y mejoró una base naval en la ciudad siria de Tartus y una instalación aérea en la base aérea de Khmeimim, cercana a Latakia. Moscú también tuvo acceso a otras instalaciones sirias.
Rusia logró su objetivo principal y modificó su política
¿Qué cambió en Moscú? Parece ser que el Kremlin comenzó a entender que Irán perjudicó la capacidad de Rusia de realizar sus intereses en el Medio Oriente. Los rusos se aseguraron muchos logros con su política siria desde el 2015. Construyeron una considerable presencia militar que incluía puertos aéreos y marítimos bajo su control en Siria. Demostraron en todo el Medio Oriente que no estaban dispuestos a vender a su cliente, el Presidente Bashar Assad, sin importar cuán repugnante se habían vuelto sus políticas militares, incluyendo el uso repetido de armas químicas contra su propia población civil. Los rusos convirtieron con éxito su confiabilidad política en un logro diplomático, que los árabes contrastaron con el trato precario y pobre de la administración Obama hacia el anterior presidente de Egipto Hosni Mubarak al comienzo de la Primavera Árabe en el 2011. Sin embargo, ahora Irán ponía en riesgo los logros de Rusia a través de una política de escalada con Israel.
La institución de seguridad rusa pareció entender desde el principio que la estrategia de Israel en Siria era esencialmente defensiva. Por ejemplo, Israel quería evitar la entrega de armas a Hezbollah lo cual pudiera alterar el equilibrio militar a su favor. Una característica de la política militar rusa en una etapa muy temprana fue el que Moscú aparentemente le dio a Israel total libertad para atacar estas entregas de armas y luego a las instalaciones iraníes en toda Siria.
Según un informe, un grupo de expertos de Moscú, estrechamente identificado con el Presidente Putin, publicó un comentario culpando a Irán por el deterioro de la situación entre Irán e Israel en el escenario sirio. Los estados árabes sunitas, que Rusia cortejaba, también expresaron su preocupación por el creciente activismo de los iraníes. Sin lugar a dudas, los rusos notaron las quejas provenientes de Tayikistán este año que Irán buscó desestabilizar el país financiando a los militantes islámicos.
Putin parecía tener sus reservas sobre la política de Irán de exportar la revolución islámica desde suelo sirio. Ahora, con ISIS fundamentalmente vencido, las actividades militares iraníes en Siria perdieron su principal justificativo. Y si Moscú estaba considerando coordinar más estrechamente su política en el Medio Oriente con Washington a futuro, necesitaba a toda costa ajustar su enfoque sobre Irán.
El 22 de mayo, 2018 el Secretario de Estado estadounidense Mike Pompeo enumeró aspectos del activismo iraní que Estados Unidos ahora le exigía a Irán que detuviera. No fue sorprendente ver en la lista de Pompeo la exigencia que “Irán debe retirar todas las fuerzas bajo el comando iraní a lo largo de la totalidad [de] Siria”.
Rusia en lo absoluto está cortando sus lazos con Irán. Pero claramente está recortando la libertad de acción de Irán en Siria. La idea que Rusia respaldaría la utilización de suelo sirio por parte de Irán como plataforma para sus operaciones contra Israel o Jordania no es algo sostenible. Aún así, Rusia seguiría siendo el principal proveedor del ejército de Bashar Assad en Siria, así como su socio estratégico. Indiscutiblemente, Irán tendría que volver a evaluar su estrategia en el Medio Oriente luego de los pronunciamientos de Moscú pidiendo que este abandone Siria y que no continúe siendo percibida como la fuerza que puso en riesgo todo lo que Rusia había logrado como resultado de la guerra civil en Siria.