La “Primavera Árabe” testimonió a Al-Qaeda en su punto más bajo desde la creación de la organización, un resultado de la guerra global librada en contra del terrorismo, enfocada principalmente sobre la organización Al-Qaeda. Sin embargo, las reverberaciones producidas por las convulsiones en el mundo árabe, que muchos pensaron presagiaban la sentencia de muerte de la organización, en realidad demostraron todo lo contrario, fueron su salvavidas, ya que condujeron a la desestabilización del régimen y al derrocamiento de los líderes nacionales que se encontraban entre los peores enemigos de Al-Qaeda.
En respuesta a la guerra civil en Siria, el líder de Al-Qaeda Ayman Al-Zawahiri, identificó a Siria como el escenario principal de la próxima yihad global y estableció varios objetivos estratégicos ambiciosos. Pero sus planes a futuro fueron descarrilados por Abu Bakr Al-Baghdadi, encabezado de la filial de Al-Qaeda en Irak, quien desafió el liderazgo de Al-Zawahiri y su hegemonía como el yihadista más importante del mundo. Hoy, cuando uno examina los éxitos de Al-Zawahiri y los compara con sus vastas ambiciones respecto a Siria, concluye que la montaña era solo un pequeño montículo y nada de sus planes para Siria se cumplieron. Aun así, no puede descartarse el riesgo futuro, ni tampoco ignorar la posibilidad que individuos y organizaciones intenten llevar a cabo actos terroristas en el mundo. Teniendo en cuenta los llamados de los líderes yihadistas a sus seguidores en Occidente para que lancen ataques terroristas, inmigrantes del Medio Oriente, así como también ciudadanos en Occidente veteranos de la guerra en Siria (e incluso algunos que no participaron en combates), pudieran intentar efectivamente cumplir sus directrices.
En una declaración pública muy poco frecuente en la Conferencia de Seguridad de Múnich realizada en febrero del 2019, el Jefe del MI6 Alex Younger advirtió sobre la reactivación de la amenaza impuesta por Al Qaeda en aquellas áreas de Siria que sufren de un vacío de gobierno. Según Younger, los eventos en Idlib, dominados por agentes satélites de Al Qaeda junto a muchos europeos cada vez más radicales, deberían preocupar enormemente a Occidente. Su declaración aborda un tema frecuente de los últimos años dentro de los círculos de inteligencia y entre investigadores y analistas, es decir: ¿Gana o pierde fuerzas Al-Qaeda y sus afiliados en todo el mundo, especialmente desde que surgió el Estado Islámico? Una respuesta parcial puede hallarse en la situación de la organización en Siria, dada la importancia de Siria, según el líder de Al-Qaeda Ayman Al-Zawahiri, como la plaza yihadista global central y las ambiciones declaradas del yihadismo global para hacer de Siria el eje clave en la reactivación del bando, que alcanzó su punto más bajo a comienzos de la década. En este contexto, las interrelaciones y la afinidad entre Al-Qaeda y la organización yihadista salafista Hay’at Tahrir Al-Sham son altamente significativas.
La eliminación de la gran mayoría de los bastiones del Estado Islámico en Siria y el debilitamiento de la mayoría de las organizaciones opositoras en el país dejaron a Hay’at Tahrir Al-Sham, contando con varios miles de combatientes (los estimados varían de 20.000 a 30.000), como la fuerza militar dominante en la provincia Idlib, donde estos principalmente se encuentran. Desde que inició sus operaciones en el 2012 como extensión de Al-Qaeda en Irak, donde se le denominaba Jabhat Al-Nusra, esta organización, que en el pasado fue identificada como la representante de Al-Qaeda en Siria, sufrió una serie de transformaciones en términos de ideología y alianzas políticas durante el curso de la guerra civil en Siria.
Los alzamientos de la Primavera Árabe hallaron a Al-Qaeda en su punto más bajo desde la creación de la organización, un resultado de la guerra contra el terrorismo en el mundo, centrada principalmente sobre Al-Qaeda. Como resultado, la mayoría de sus comandantes – incluyendo al legendario líder Osama bin Laden, fueron arrestados o asesinados. Las repercusiones por las convulsiones en el mundo árabe, que muchos pensaron anunciarían la sentencia de muerte de la organización, en realidad demostraron ser lo contrario – su salvavidas, porque condujeron a la desestabilización del régimen y al derrocamiento de los líderes nacionales quienes estaban entre los peores enemigos de Al Qaeda. En respuesta a la guerra civil en Siria, Al-Zawahiri identificó a Siria como el escenario principal del próximo yihad global y estableció varios objetivos estratégicos ambiciosos: liberar a Siria del hereje Bashar Al-Assad y convertir a la nación en un estado gobernado por la ley religiosa islámica; liberar Jerusalén de la ocupación israelí; y entrenar a miles de combatientes yihadistas que se ofrecieron como voluntarios para combatir en Siria y convertirlos en un ejército islámico que continuaría librando una guerra yihadista a nivel global. Pero sus planes de largo alcance fueron descarrilados por Abu Bakr Al-Baghdadi, el jefe de la filial de Al-Qaeda en Irak, quien desafió el liderazgo de Al-Zawahiri y su hegemonía como el más importante yihadista del mundo. En el 2013, Al-Baghdadi se separó de Al-Qaeda, fundó ISIS y declaró la creación del Estado Islámico.
Cuando Abu Bakr Al-Baghdadi anunció la creación de ISIS, Abu Mohammad Al-Julani, el líder de Jabhat Al-Nusra, eligió jurarle lealtad a Al-Zawahiri e identificarse plenamente con Al-Qaeda. Pero tras algunos años de lucha, las relaciones entre Jabhat Al-Nusra con su orientación local siria y Al-Qaeda se enfriaron. La distancia cada vez mayor entre las dos organizaciones se hizo evidente por el cambio de nombre de la primera a Jabhat Fatah Al-Sham (el Frente de la Victoria de la Gran Siria) y luego en el 2017, a su nombre actual: Hay’at Tahrir Al-Sham (La Autoridad para la Liberación de la Gran Siria). Esto también se manifestó en desacuerdos públicos sobre la estrategia y aliados potenciales. Si bien por primera vez surgió que la confusión por la conexión oficial entre las dos organizaciones fue una decisión que tomó Al-Julani con la bendición de Al-Zawahiri, se supo luego que las dos – y sus partidarios y voceros, incluyendo a influyentes líderes religiosos – tenían diferencias esenciales de opinión. Por lo tanto, es dudoso que fuese apropiado incluir a Hay’at Tahrir Al-Sham entre el bando global de Al-Qaeda.
El punto capital de la división entre Hay’at Tahrir Al-Sham y Al-Qaeda fue el deseo de los dirigentes de Hay’at Tahrir Al-Sham de conducir una política pragmática adecuada a las dinámicas circunstancias de la guerra civil en Siria. Al-Julani comenzó a desdibujar el vínculo de su organización con el de Al-Qaeda mientras se relacionaba con grupos rebeldes de otras tendencias ideológicas e incluso con naciones activas en la zona, ante todo en Turquía. Al-Zawahiri le advirtió a los líderes de Hay’at Tahrir Al-Sham contra estas relaciones, que este veía como trampa para cazar abejas – Turquía es miembro de la OTAN con vínculos inextricables a Estados Unidos y Occidente que también colabora estrechamente con Rusia y China y es por lo tanto enemigo jurado de los musulmanes. Pero Hay’at Tahrir Al-Sham decidió no escuchar sus consejos y continuó trabajando con Turquía, aunque esto provocó disputas dentro de la organización entre los leales a Al-Julani y aquellos baluartes de Al-Qaeda. Este último exigió mantener el juramento de lealtad hacia Al-Zawahiri y permanecer sujeto a él y a su organización, mientras se evita alianzas con locales y entidades externas que no forman parte de la mentalidad yihadista salafista. En contraste, los líderes de Hay’at Tahrir Al-Sham optaron por llevar a cabo una política pragmática que les permitiría sobrevivir y promover su lucha más importante, es decir, la guerra contra el régimen de Assad, mientras levantan su pesado puño contra los rebeldes.
Estos desacuerdos condujeron a una división entre las filas de Hay’at Tahrir Al-Sham. Aquellos que se opusieron a la separación de Al-Qaeda fundaron Hurras Al-Din, identificado con la organización de Al-Zawahiri. Las diferencias ideológicas entre las organizaciones se profundizaron y condujeron a choques violentos. Además de las relaciones con Turquía, la disputa se centró en el alcance de la autonomía de Hurras Al-Din en Idlib, donde Hay’at Tahrir Al-Sham mantiene un control indiscutible y suprime violentamente a los disidentes, reduciendo considerablemente el alcance de acción de Hurras Al-Din. Hurras Al-Din exigió que las armas de los miembros de Hay’at Tahrir Al-Sham fuesen confiscadas durante la separación. Los arrestos periódicos a los líderes de Hurras Al-Din han empeorado las tensiones entre los bandos.
Las tensiones entre Hay’at Tahrir Al-Sham y la restante extensión siria identificada con Al-Qaeda y los desacuerdos entre Hay’at Tahrir Al-Sham y Al-Zawahiri reflejan las tensiones existentes dentro del propio Hay’at Tahrir Al-Sham en una gama de temas. Por lo tanto, es bastante claro que aunque la organización posee claramente una orientación yihadista salafista, no es así – de hecho no puede ser contabilizada entre las organizaciones yihadistas globales que pertenecen a una red de filiales de Al-Qaeda.
Cuando uno examina los éxitos de Ayman Al-Zawahiri y los compara con su visión y sus vastas ambiciones respecto a Siria, uno concluye que la montaña fue solo un pequeño montículo. Nada de sus planes para Siria o Israel se cumplieron. La única pregunta que quedo por contestarse es sí y en qué medida, este puede persuadir a los combatientes del bando yihadista salafista en Siria, especialmente de Hurras Al-Din y en particular a los extranjeros entre sus filas, a que se marchen de Siria y operen en el extranjero para así avanzar en la agenda mundial del yihad. Sin lugar a dudas, luego del pandemonio en el mundo árabe y tras la cortina de humo del Estado Islámico, el “bando” de Al-Qaeda logró esparcirse hacia nuevas regiones y aumentar su membrecía. Sin embargo, la conexión de los nuevos reclutas a la visión del mundo de Al-Qaeda sobre el tema del yihad internacional y su subordinación a Al-Qaeda y a las órdenes de su líder es cuestionable o lo suficientemente baja en su lista de prioridades.
En lo referente a las advertencias hechas por el Jefe del MI6 Alex Younger, no puede descartarse el riesgo futuro planteado por las organizaciones e individuos que se identifican como yihadistas salafistas, ya sea estén afiliados a Al-Qaeda o al Estado Islámico, ni tampoco puede ignorarse la posibilidad de que algunos pretendan llevar a cabo actos terroristas en el exterior. Dado el llamado hecho por los líderes a sus seguidores en Occidente en hacer todo lo posible por perjudicar a los estados en que estos viven, a inmigrantes del Medio Oriente, así como también a los ciudadanos de Occidente veteranos combatientes en Siria (e incluso algunos que no estuvieron involucrados en los combates) y se sienten inspirados por la convocatoria de sus líderes, pudieran muy bien tratar de cumplir sus directrices.
Yoram Schweitzer es Investigador principal y jefe del Programa sobre el tema de Terrorismo y Conflictos de Baja Intensidad