RESUMEN: Si bien el Presidente Donald Trump estuvo acertado al reiterar el compromiso de Estados Unidos con un “futuro de paz y estabilidad en la región, incluyendo la paz entre palestinos e israelíes” cuando dirigió su alocución a la Asamblea General de la ONU el 25 de septiembre, esto no es del todo suficiente. Trump debería exigirles a los palestinos que reconozcan el derecho de Israel a existir en paz y seguridad como estado judío e insistir en que Estados Unidos no presionará a Israel para que negocie con los palestinos a menos y hasta que tal situación suceda.
Imagen: Donald Trump y Mahmoud Abbas, 23 de mayo, 2017 en Belén, foto oficial de la Casa Blanca por Shealah Craighead vía Wikimedia Commons
La gran promesa de las cartas que intercambiaron el Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin y el Presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) Yasser Arafat en septiembre de 1993 fue que Israel y los palestinos (y el mundo árabe en general) parecían encontrarse en la cúspide de una paz.
Después de todo, Israel reconoció a la OLP como el único representante legítimo del pueblo palestino. Y la OLP, por su parte, renunció formalmente a la violencia, acordó negociar con Israel y aceptar las resoluciones pertinentes al Consejo de Seguridad de la ONU junto a reconocer el “derecho del estado de Israel a existir en paz y seguridad”.
Sin embargo, mientras el “proceso de paz” ha congelado el conflicto, un acuerdo final parece poco probable que suceda en un futuro previsible. Es necesario un retorno a los principios de origen.
En lugar de centrarse incansablemente en renovar las negociaciones, debe aplicarse un paradigma alterno. La responsabilidad debe ser cedida a los palestinos para que demuestren su aceptación a la auto-determinación judía. El Proyecto Victoria de Israel del Foro del Medio Oriente, que ha recibido un apoyo bipartidista en el Congreso estadounidense y el apoyo de ambos la coalición y de la oposición en el Knesset israelí, encabeza la tal iniciativa. Su nueva perspectiva debería ser apoyada.
Si bien el Presidente Donald Trump estuvo en lo cierto al reiterar el compromiso estadounidense con un “futuro de paz y estabilidad en la región, incluyendo la paz entre palestinos e israelíes”, cuando este dirigió su discurso a la Asamblea General de la ONU el 25 de septiembre, esto no es suficiente del todo. Él debería exigirles a los palestinos que reconozcan el derecho de Israel a existir en paz y seguridad como estado judío e insistir en que Estados Unidos no presionará a Israel para que negocie con los palestinos a menos que esta situación suceda.
Después de todo, un estado judío para el pueblo judío era exactamente lo que pretendía la Asamblea General en noviembre, 1947 cuando pidió la partición del Mandato de Palestina en un “Estado árabe, el Estado judío y la Ciudad de Jerusalén”.
Aunque la legitimidad de Israel como estado judío no se sostiene ni se cae apoyada sobre esta resolución, el declarar la independencia de Israel la noche del sábado 14 de mayo de 1948 el Consejo del Pueblo Judío también hizo hincapié en los derechos naturales e históricos del pueblo judío – este reafirma la legitimidad de los derechos nacionales judíos en (lo que se convertiría en) el estado de Israel.
Los palestinos se han negado rotundamente a reconocer la auto-determinación judía. Para ser claros, al reconocer el derecho de Israel a existir en paz y seguridad en septiembre de 1993 la OLP no estaba, tal como pudiera pensarse, aceptando los derechos nacionales judíos. Este estaba jugando un doble juego. El Presidente Arafat dejó esto muy en claro en un discurso que fue filtrado emitido en una mezquita en Johannesburgo en mayo, 1994 cuando este pidió a la comunidad musulmana (umma), la nación islámica, que “combatiera y comience a librar el yihad para liberar a Jerusalén”.
No es simplemente que la OLP apoyase la determinación de la Asamblea General en 1975, rescindida en 1991, de que “el sionismo es una forma de racismo y de discriminación racial”. Es que el liderazgo de la OLP continúa hablando de los judíos como una comunidad religiosa en lugar de un pueblo y del sionismo como un usurpador colonial en lugar de un movimiento de liberación nacional que es. Y esto no quiere decir nada de Hamás, el Movimiento de Resistencia Islámico, que controla la Franja de Gaza.
Aún más preocupante es que el “Estado de Palestina” es parte de la Carta Magna Árabe sobre los Derechos Humanos (2004), que describe al sionismo como una “violación de los derechos humanos”, una “amenaza para la paz y la seguridad internacional” y un “obstáculo fundamental para la realización de los derechos básicos de los pueblos”. Este tratado exige a sus partidarios “condenar y tratar de eliminar” al sionismo. Lamentablemente, la Carta Magna Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos [1981] también exige la eliminación del sionismo.
Una lectura plausible del tratado de derechos humanos árabe comprometería a los palestinos a la destrucción de Israel. ¿Qué más puede significar exigir la condena y eliminación del sionismo? Esto es inaceptable e irreconciliable con la idea de la buena fe del establecimiento de la paz con el estado judío.
Cualquier paz alcanzada entre Israel y los palestinos, por remota que parezca, muy seguramente sería una “paz vacía en nuestro tiempo” sin el reconocimiento del derecho de Israel a existir en paz y seguridad como estado judío. Los Estados Unidos no deberían esperar que Israel negocie con los palestinos en ausencia de este reconocimiento.
Casi más que cualquier otra cosa, el Presidente Trump valora la lealtad. Él sabe muy bien que Israel, a menudo asediado y abusado en el ruedo internacional, es uno de los aliados más fuertes de los Estados Unidos porque Washington y Jerusalén comparten intereses estratégicos junto a valores democráticos liberales.
A su haber, Trump ha hablado algunas verdades difíciles en defensa de estos intereses y valores compartidos. Este ha retirado sabiamente a los Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un bastión de critica acérrima anti-Israel que rivaliza con la ahora extinta Comisión de Derechos Humanos de la ONU. Trasladó la Embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén, le recortó los fondos a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA) y ordenó el cierre de la oficina de la OLP en Washington.
Estas y otras medidas fomentan la misión del Proyecto Victoria israelí en reforzar a Israel hacia su camino a la victoria sobre las acciones de rechazo palestinas. Estas son un paso en la dirección correcta.
Israel sin sionismo no es Israel. Israel sin sionismo pierde su propósito y su razón de ser. Israel, con una nueva Ley Básica que lo describe como “el estado nación del pueblo judío, en el cual da por realizado su derecho natural, cultural, religioso e histórico a la auto-determinación”, es inconcebible sin el sionismo. Ese líder de la OLP Mahmoud Abbas, denunció recientemente esta nueva ley en la Asamblea General como “una grave violación y un peligro muy real, tanto en lo político como en lo legal y nos recuerda el estado apartheid que existió en Sudáfrica” y en nombre del “Estado de Palestina”, presentó una demanda contra los Estados Unidos en la Corte Internacional de Justicia por la medida tomada en el tema de la embajada muestra que este simplemente, no lo entiende.
El Presidente Trump debería dejarles muy en claro todas estas premisas a los palestinos, a Israel y al mundo.
El Dr. Robert P. Barnidge hijo, maestro y abogado en San Louis, es autor del libro ‘Autodeterminación, Estado y la Ley de la Negociación: El caso de Palestina (Bloomsbury, 2016).