Líderes árabes y musulmanes esperan avivar la suficiente ansiedad entre los líderes del mundo para evitar así que estos sigan el ejemplo del Presidente Trump de reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel. En efecto, esperan garantizar que las amenazas musulmanas tengan ese poder de veto sobre las decisiones de las potencias mundiales sobre este tema. Pero las objeciones al reconocimiento son engañosas, indiferente a las tradiciones e hipócritas. Todos los países deberían rechazar el revisionismo musulmán y unirse a Trump en su acción, la cual es, después de todo, reconocer simplemente una realidad que lleva ya 3000 años.
Ahora que el Presidente estadounidense Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y anunció sus planes para trasladar la embajada de Estados Unidos hacia Jerusalén, los líderes y voceros árabes y musulmanes han estado tratando de asustar a otras naciones para no seguir su ejemplo. Para contrarrestar ese esfuerzo, el mundo debería considerar algunos puntos destacados.
- Jerusalén, la capital del estado del pueblo judío, es una de las capitales más antiguas del mundo. Se convirtió en la capital de la monarquía de Israel durante el reinado del Rey David, es decir, alrededor del año 1000 a.c., hace más de 3000 años, cuando las capitales de los países que ahora se niegan a reconocerlo todavía eran tierras pantanosas, bosques frondosos o desiertos áridos. La historia de las naciones más antiguas de Europa, los griegos y los romanos, demuestra sin lugar a dudas que Jerusalén en tiempos antiguos ya era la capital de la nación judía.
- Los judíos son el único pueblo indígena de la tierra de Israel. Vivieron en Jerusalén durante más de 1600 años antes del nacimiento del Islam, que ocurrió en el año 610. Para decirlo honesta y sinceramente, los judíos vivían en Jerusalén cuando los antepasados del Islam eran todavía nómadas paganos en la Península Arábiga. Los musulmanes de hoy ciertamente no tienen el derecho de oponerse a que Jerusalén sea reconocida como la capital del estado judío.
- Es inaceptable en el mundo moderno en el que vivimos, las amenazas musulmanas de ataques terroristas y disturbios masivos se le otorgue la suficiente influencia como para limitar o dirigir las decisiones políticas de las potencias mundiales.
- Ningún otro país en el mundo acepta dictados externos respecto a la ubicación de su propia ciudad capital. La propia idea es de hecho algo risible.
- ¿Por qué el mundo no reconoce la soberanía israelí en Jerusalén a pesar de que Israel liberó el sector oriental de la ciudad de la ocupación ilegal e ilegítima por parte de Jordania, sin ser reconocida por la totalidad de la comunidad internacional (aparte de Gran Bretaña y Pakistán)?
- El Rey Abdallah II, el actual monarca jordano, está tratando de presionar a Israel para que establezca un estado palestino en las colinas de Cisjordania con su capital en Jerusalén Oriental. Sin embargo, su padre, el Rey Hussein, quien asumió el trono en 1952, se abstuvo de hacerlo. No solo la condición a un estado palestino no se convirtió en un problema para Jordania antes de la pérdida de Cisjordania en la guerra de junio, 1967 sino que hizo todo lo posible para borrar cualquier rastro de nacionalismo palestino.
- La Liga Árabe exige que Israel establezca un estado palestino en la misma área delineada por Abdallah II. Sin embargo, no exigió tal cosa del Rey Hussein durante los años de su control ilegal de Cisjordania. Tampoco expresó ningún interés en la condición de estado palestino antes de tal guerra. Lo mismo aplica a los muchos gobiernos y figuras políticas que respaldan el establecimiento de un estado palestino en Cisjordania con Jerusalén Oriental como su capital.
Cuando todas las embajadas extranjeras se trasladen a Jerusalén, los enemigos de Israel se verán obligados a darse cuenta que su prolongada lucha para destruir el estado judío ha fracasado. Tendrán que aceptar a Israel como un hecho consumado, un estado en el que ya no existe ninguna razón para luchar que, dicho sea de paso, es la definición de “paz” en el Medio Oriente. La reubicación de todas las embajadas extranjeras en Jerusalén servirá como un importante paso hacia adelante en la búsqueda de la paz entre Israel y el mundo árabe e islámico.
Una de las organizaciones internacionales que insta al mundo a no reconocer a Jerusalén como la capital de Israel es la Organización de Cooperación Islámica (OCI), que consiste en 57 estados islámicos. Esta organización aspira, entre otras cosas, a hacer ilegal según las leyes internacionales criticar al Islam, eliminando así dos libertades fundamentales de la cultura moderna: la libertad de pensamiento y la libertad de expresar una opinión. Todos aquellos que aprecian su libertad de pensamiento y expresión están obligados a apoyar todo lo que esta organización se le opone.
La oposición islámica al reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel surge de la creencia del Islam de que el judaísmo y todas las demás religiones están obsoletas, dejando solo al Islam como la verdadera y única fe. Reconocer a Jerusalén como la capital de Israel le otorga al judaísmo el estatus de una religión viva, una que amenaza al Islam, que llegó al mundo para “reemplazar a todas las demás religiones existentes” (Corán, capítulo 9, versículo 33). La comunidad internacional debe dejarles claro a los musulmanes que deben encargarse de sus propios asuntos y dejar en paz a las otras religiones. El judaísmo está vivo y en buenas manos y no representa una amenaza para ninguna otra religión. Si el Islam es incapaz de habitar en paz con otras religiones, tendrá que ser revisada para permitir que acepte a “otras”, incluyendo a los judíos, como pueblos con religiones vivas y lugares sagrados – Jerusalén, por ejemplo – y el derecho a comportarse en ellas tal como estos elijan
No es ningún secreto que la mayoría de los palestinos, sus vecinos árabes circundantes y musulmanes alrededor del mundo no consideran a Israel como un estado legítimo sin importar premisas. Esto se debe a que, según el Islam, los judíos, así como los cristianos, deben vivir bajo dominación islámica y “protección” como humildes dhimmis. Esto significa ser ciudadanos no de segunda sino de cuarta clase con derechos limitados concedidos por la ley del sharia, que, entre otras cosas, niega a los judíos el derecho a una tierra propia y niega el reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel. Ceder a estas demandas equivaldría a que el mundo moderno se someta humillantemente a la cosmovisión islámica y la Shaarya, ambas del siglo VII. Nadie que crea en la libertad del hombre y su derecho a la dignidad puede honestamente apoyar esto.
Otra razón de la oposición musulmana al reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel es el concepto religioso islámico de tierra. Según los principios del Islam, todos los países pueden unirse al Islam y convertirse en un “Hogar del Islam” en lugar de un “Hogar de Guerra”. Según esta manera de pensar, no existe una forma legítima de que un país sea removido de la propiedad del Islam una vez que haya estado bajo dominio islámico durante cualquier período de tiempo. Reconocer a Jerusalén como la capital de Israel le otorga un sello de aprobación al establecimiento de un estado judío en tierra una vez conquistada por los musulmanes. Por lo tanto, va en contradicción directa con la forma en que el Islam ve a las naciones del mundo. Esa comunidad internacional tendrá que preguntarse si está dispuesta a actuar de acuerdo con la forma en que el Islam ve el mundo o si va a defender las normas de comportamiento internacionalmente aceptadas según las cuales nadie interfiere con la elección de la ciudad capital de un país.
Muchos musulmanes afirman que el tema de Jerusalén debe ser resuelto como parte de un acuerdo de paz entre israelíes y palestinos. Esto es engañoso. No existe conexión alguna entre el establecimiento de un estado futuro, si es que eso llegara a suceder y el reconocimiento mundial al hecho de que Jerusalén es y siempre ha sido la capital de la nación judía.
Las organizaciones terroristas tales como Hamás, la Yihad Islámica y Hezbollah han proclamado su oposición al reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel. Estas declaraciones contienen amenazas de violencia no tan abierta o directamente expresadas. Si el Presidente Trump se hubiese abstenido de reconocer a Jerusalén, al acción hubiese significado rendirse al terrorismo que solo conducirá a amenazas adicionales en el futuro. La calificación de aprobación de los grupos radicales aumenta en el mundo musulmán cuando los políticos y los estados ceden ante ellos. Hace reunir a más voluntarios a sus filas y aumenta las donaciones de sus seguidores. El reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel le propina un golpe al terrorismo en ambas su imagen y su capacidad para conseguir apoyo financiero y voluntarios.
Los árabes conquistaron Jerusalén en 1948, redujeron el barrio judío de la Antigua Ciudad a escombros y demolieron decenas de sinagogas. A lo largo de los 19 años de ocupación jordana, desde 1948 hasta 1967, estos destruyeron deliberadamente grandes partes del antiguo cementerio judío en el Monte de los Olivos, utilizaron las lápidas para construir casas y pavimentar calles y evitaron que los judíos visitaran los lugares sagrados ubicados en la ciudad más santa del judaísmo. El Waqf islámico y el Movimiento Islámico llevaron a cabo excavaciones criminales, con excavadoras, nada menos, sobre el Monte del Templo, destruyendo invaluables artefactos judíos, cristianos y de otros tipos. El trato de la ciudad por parte de los árabes musulmanes, sus residentes, su historia y sus lugares sagrados los hace no aptos para expresar una opinión sobre su estatus y futuro.
Durante la ocupación jordana de Jerusalén Oriental, francotiradores árabes dispararon y asesinaron a judíos inocentes que caminaban por las calles de Jerusalén Occidental, forzando a Israel a construir muros de concreto a lo largo de las calles y aceras para proteger a los transeúntes. Los francotiradores apuntaban a través de las ventanas de las casas privadas, provocando asesinatos y heridos a muchos de los residentes judíos de la ciudad. El mundo de ilustres debe decirle a los árabes: “Ustedes han demostrado que no son dignos de gobernar esta ciudad santa, ni siquiera su parte oriental, porque ¿quién puede garantizar que no volverán a hacer lo que hicieron durante 19 años?”
En contraste, bajo los 50 años de gobierno de Israel, Jerusalén ha sido una ciudad abierta, abierta a los judíos, cristianos, musulmanes y a todas las demás religiones. La libertad de culto está garantizada para todos, excepto para los judíos, a quienes no se les permite orar en el Monte del Templo por temor a una violenta reacción musulmana. Millones de turistas han visitado Jerusalén desde 1967 y hablan del efecto espiritual de su atmósfera única. Israel ha demostrado ser el único estado en la región digno de administrar Jerusalén y mantenerla libre, como lo es el propio Israel.
Lo más importante de todo: Jerusalén aparece en la Biblia cientos de veces bajo diversos nombres. No aparece en lo absoluto en el Corán, ni bajo ninguno de los cuatro nombres árabes dados a este. Esos nombres son Bait Al-Maqdis (la casa del Templo), un nombre que aparece en un Hadith (ley oral islámica); Ilya, una versión abreviada de Ilya Capitolina, el nombre dado a la ciudad por los romanos; Urshalim, utilizado por los cristianos; y Al-Quds, un nombre más reciente. La ciudad nunca es mencionada en lo absoluto.
Ni tampoco Jerusalén es santa para todos los musulmanes. La ciudad es santa para los sunitas más no para los chiitas. Debido a las rivalidades de distancia, la dinastía (sunita) omeya quiso minimizar la importancia de La Meca en un momento de la historia, cA. 680 y trató de iniciar una peregrinación hacia Jerusalén en lugar de La Meca. Este hecho, basado en fuentes islámicas, convierte cualquier reclamo de Jerusalén de algo intrínsecamente sagrado para el Islam en noticias falsas originadas en las luchas de poder del siglo 7 entre los seguidores de Mahoma. ¿Tiene el mundo moderno que actuar de acuerdo con las mentiras y fábulas de las rivalidades en el Islam del siglo 7?
Para resumir: no existe lógica alguna en el hecho que muchos países no reconozcan a Jerusalén como la capital de Israel. Es hora de hacer igual que el Presidente Trump y mudar sus embajadas a Jerusalén, cuanto antes mejor.
El Dr. Mordechai Kedar es un antiguo asociado en investigación en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Sirvió durante 25 años en los servicios de inteligencia militar de las FDI con especialización en Siria, el discurso político árabe, los medios de comunicación árabes, los grupos islámicos y los árabes israelíes y es experto en la Hermandad Musulmana y en otros grupos islamistas.