RESUMEN: La disuasión acumulada lograda en las tres rondas previas de enfrentamientos mayores entre Israel y Hamás entre los años 2008-9, 2012 y 2014 se ha detenido temporalmente. Israel debe comenzar a prepararse para una cuarta ronda masiva de enfrentamientos, una ronda en la que Israel espera reproducir exactamente la disuasión acumulada que obtuvo contra los Estados árabes en 1973. Esto significaría someter a Hamás a un límite de dolor insoportable como para inducirlo a detener en su totalidad su lucha contra Israel.
Imagen de portada: Fuerzas de artillería de las FDI disparan hacia la Franja de Gaza como parte de la Operación Borde Protector del 2014, fotografía de las FDI vía Wikimedia Commons
Las tres rondas previas de enfrentamientos importantes entre Israel y Hamás, en los años 2008-9, 2012 y 2014, pueden verse en retrospectiva como rachas ganadoras para Israel. Cada ronda aseguró una mayor disuasión. Antes de la ronda del 2008-9 Hamás lanzó un promedio de 1000 misiles por año, pero esa cifra disminuyó a 400 entre la primera y segunda rondas en el 2012 y luego a menos de 250 entre el 2012 y el 2014.
Luego, después del 2014, “la tierra quedó en silencio por casi 4 años” (en las Escrituras, por lo general fueron 40).
Menos de 80 misiles fueron lanzados durante ese período, la mayoría de estos si no todos disparados por las caprichosas organizaciones salafistas, razón por la cual muchos de estos misiles cayeron en la propia Gaza. No hubo víctimas y casi ningún daño ocurrido por estos lanzamientos. Los profesionales con verdadero poder de fuego en Gaza – Hamás, el que gobierna efectivamente la Franja y el Yihad Islámico – se mantuvieron fuera de la contienda.
Esta paz relativa cambió drásticamente después del inicio de la violencia a través de las así llamadas “Marchas del Retorno” a finales de marzo del 2018.
¿Por qué el cambio? ¿Y por qué Hamás ha salido victorioso en esta última ronda de violencia después de haber sido intimidados durante tanto tiempo? Existe una respuesta clara. A Hamás le resultaba cada vez más difícil evitar la presión de miles de familias cuyos hijos no fueron liberados de prisión en el acuerdo Shalit del 2011 hace ya casi 7 años. Los líderes de Hamás viven en un área donde se reúnen con sus electores en cada esquina, en los campos de refugiados donde muchos de ellos viven, en las mezquitas y en las universidades y colegios universitarios. Para ser claros, su electorado no es el público en general, a quienes Hamás les importa un bledo. Son los miembros más activos y comprometidos de más de 50.000 familias en Gaza que apoyan a Hamás y al Yihad Islámico en las buenas y en las malas.
La solución a la presión acumulada fue la campaña de la “Marcha del Retorno”.
Fueron miembros de esta circunscripción los que acudieron a la valla de seguridad todos los viernes por la tarde (especialmente a última hora de la tarde cuando el sol, que se oculta hacia el oeste, nubla la visión de los soldados de las FDI que les enfrentan). Fueron ellos o unos cientos de ellos, quienes se encontraban dispuestos a arriesgar enfrentarse a las FDI. Entre ellos se encontraban paramilitares profesionales de Izz Al-Din quienes se lanzaron contra la valla y en varias ocasiones a través de ella, para destruir cualquier equipo que quedara en el área. Estos eran fácilmente identificables por su contextura física, propósito, agilidad y velocidad, ciertamente, el “Nukhba” (“élite”), las tropas experimentadas o élites de Hamás.
El número total de personas que participaron en la “marcha” es de 20.000 como máximo (y probablemente sea sustancialmente menor). Las cifras fueron posteriormente exageradas tanto por Hamás como por las FDI. Incluso si son precisas, esta cifra significa que el 98.5% de la población de Gaza y más del 90% del grupo relevante de individuos de edades entre (15-35) se quedó en casa.
Peor aún, las expectativas que los banqueros de Occidente, los árabes de Jerusalén y hasta los árabes israelíes batallarían contra las fuerzas de seguridad israelíes durante la campaña fracasaron miserablemente. Los meses siguientes fueron los más silenciosos en estas áreas desde el 2013, cuando el terrorismo volvió a tomar impulso en el área de Jerusalén y en otros lugares en Israel.
Hamás se enfrentó a la pregunta de qué hacer ahora. No solo aumentó la presión de las familias de los prisioneros, sino que otros dentro de los más dedicados adeptos se preguntaron por qué deberían ser ellos los únicos partidarios de Hamás que se arriesguen, especialmente porque a ellos se les pagó solo el 40% de sus salarios desde el 2014.
Los líderes de Hamás tomaron una decisión muy riesgosa, escalar el conflicto con misiles, pero de una manera muy selectiva y limitada. Fue arriesgado porque Hamás no solo recordaba bien el año 2014, sino que sabía que se enfrentaba a un nuevo ministro de defensa que habla y actúa igual que Putin y que en el pasado se comprometió a destruir el gobierno de Hamás en Gaza.
La acción de una escalada fue una acción muy riesgosa y Hamás ganó. La clave de su éxito fue su cálculo en limitar los misiles al entorno de Gaza (las periferias dentro de Israel).
Hamás, siendo ellos expertos en política israelí, calcularon que atacar a los 20.000 habitantes israelíes que viven en el área de Gaza vale menos que un asiento en el Knesset durante un año electoral. El expandir los ataques hacia Ashdod, Ashkelon o Beer Sheva, pilares del apoyo del Likud, hubiese obligado al gobierno de Netanyahu a responder de manera masiva. Esta es la razón por la cual Hamás no atacó en profundidad.
El gobierno israelí respondió justo como Hamás esperaba lo hiciese, con ataques limitados por igual en los que civiles y el personal militar israelí sufrieron las consecuencias de ello.
Esto no es nada aceptable. Israel debe comenzar a prepararse para una cuarta ronda de conflicto masivo. Simplemente no existe otra manera.
La alternativa es negociar un acuerdo de prisioneros que pronto será seguido por más rondas limitadas de violencia por parte de Hamás en el logro de otras demandas y la lista es larga, desde la eliminación de las limitaciones a la pesca en Gaza (léase, aumentar la posibilidad del contrabando de armas desde la Costa siria), o el levantar los límites a las importaciones de doble propósito tales como cemento y vigas de acero (para ser utilizados en túneles subterráneos e instalaciones de almacenamiento de misiles).
¿Desanimados? No lo estén. La buena nueva es que la cuarta ronda de conflictos puede ser igual a la cuarta ronda contra los estados árabes, la Guerra de Yom Kippur. No hubo ningún cambio en el nivel de odio a Israel entre los estados árabes cuando tomaron la decisión de poner fin a la guerra contra el Estado judío. Fue el puro dolor lo que hizo que la Guerra de Yom Kippur fuese la última en la cual los estados árabes buscaron activamente una guerra contra Israel.
La cuarta ronda de un conflicto con el Hamás puede generar igual formas de pensar. Sin lugar a dudas sus miembros continuarán odiando a los judíos y al Estado judío como antes, pero el dolor pudiera ser lo suficientemente insoportable como para inducir un cambio en el comportamiento si no un cambio de actitud.
Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan e investigador principal asociado en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.