Una caricatura publicada en un sitio web del partido Fatah, del presidente palestino Mahmoud Abbas, representa al Domo de la Roca invocando, en vano, a árabes y musulmanes para que lo asistan mientras se levanta una embajada estadounidense en las cercanías.
Mucho sucedió en Washington durante la semana pasada. A través del torbellino apareció un gran acontecimiento: se espera que el presidente Trump reconozca a Jerusalén como la capital de Israel.
Es un movimiento simbólico seguro, la embajada permanecerá en Tel Aviv por el momento, pero envía un poderoso mensaje que hace que sea mucho más probable lograr una solución duradera al conflicto.
La semana pasada, conmemoramos el 70 aniversario del plan aprobado por las Naciones Unidas para dividir en dos estados lo que entonces era un territorio del Mandato británico: un estado judío y otro árabe.
Los israelíes, por supuesto, aceptaron el plan. Los palestinos, entonces vasallos de los reinos árabes vecinos, lo rechazaron y pronto lanzaron una guerra. Esa guerra fue larga y dura, pero Israel triunfó, al menos, eso es lo que pensaron los israelíes y los occidentales.
Para los palestinos, parece que la guerra todavía se está librando. Y ese rechazo continúa. Años de concesiones, de trabajo para construir la Autoridad Palestina en algo capaz de manejar las palancas de poder que un estado debe ejercer, no nos han acercado a la paz. Avergonzar a Israel políticamente por defender a su propio pueblo tampoco ha funcionado.
Durante los Acuerdos de Oslo, los palestinos reconocieron a Israel como un estado, pero hasta el día de hoy todavía no han reconocido el derecho de Israel a existir como una patria nacional para el pueblo judío. Puede parecer un detalle menor, pero es fundamental para comprender el único camino verdadero para resolver el conflicto de larga data.
Lo mismo con otra acción aparentemente menor: el intento palestino de este año de obligar al gobierno británico a disculparse por la Declaración Balfour, el documento centenario que promete al pueblo judío una patria en lo que se convertiría en Israel. Visto a través del lente palestino, estos son terriblemente importantes.
A principios de este año, mi colega Daniel Pipes en el Foro del Medio Oriente propuso replantear la forma en que todos pensamos sobre el conflicto entre israelíes y palestinos: ¿y si no se trata de un problema de capacidad u económico, o incluso territorial o problema etno-religioso? ¿Qué pasa si simplemente ocurre que una guerra no puede terminar sin que un lado declare la victoria y el otro acepte la derrota?
Luego, durante este mes, también sucedió algo notable. Un grupo de legisladores de Israel, el “Knesset Israel Victory Caucus”, llego a Washington. Se encontraron con líderes influyentes de la comunidad judía estadounidense. Se reunieron con algunos de los principales pensadores sobre estos temas en la prensa y la academia. Quizás lo más significativo es que se encontraron con líderes en la administración Trump y con un grupo de ideas afines en el Congreso, el “Congressional Israel Victory Caucus”.
El Comité y los grupos del Congreso se comprometieron a trabajar juntos para replantear el paradigma a través del cual todos vemos el conflicto. Ellos firmaron una declaración que decía, en parte, “el principal obstáculo para poner fin al conflicto palestino-israelí de cerca de un siglo recae en el rechazo palestino del derecho de autodeterminación para el pueblo judío.”
Y ese es el quid del problema. ¿Cómo puede Israel hacer las paces cuando los palestinos no quieren la paz? Eso puede sonar incendiario, pero piénselo un momento. Los palestinos individuales claramente quieren que el conflicto acabe. Pero como nación, como pueblo, siguen pareciendo convencidos que pueden elegir entre aceptar a Israel y convivir o rechazar a Israel y erradicarlo. Es una elección falsa, y el precio para continuar con dicha fantasía, para ambos lados, es simplemente demasiado alto.
Estos caucuses abogarán por políticas dentro de sus propios gobiernos con el objetivo de alcanzar este objetivo compartido. Entonces, ¿cómo se ve esa política?
El primer lugar lo natural es comenzar con erigir y emitir sanciones contra la Autoridad Palestina y Hamás, siempre y cuando continúen con su rechazo. Mientras la delegación israelí estaba en los Estados Unidos, el Congreso dio un primer paso importante en esta dirección al sacar la Taylor Force Act del comité, y se espera que sea aprobada por el Congreso completamente esta semana. Este proyecto de ley es crítico porque corta uno de los principales medios por los cuales los líderes palestinos afianzan el conflicto: pagando dinero a las familias de los terroristas.
Aprobar esa ley sería un gran comienzo, pero se debe hacer mucho más antes que los palestinos finalmente acepten la realidad. Otra opción es emprender campañas serias en los medios para cambiar las mentes del pueblo palestino. Campañas que trabajen para agotar la voluntad palestina de rechazar a Israel pagando dividendos a mediano y largo plazo. Del mismo modo, alrededor del 20% de los palestinos que aceptan a Israel como un estado judío deberían estar facultados para impulsar su liderazgo en esa dirección.
Estados Unidos e Israel pueden tomar medidas importantes para aislar a los palestinos. Durante demasiado tiempo, su liderazgo fallido ha sido apuntalado por aliados árabes que ven en el conflicto perpetuo en Israel como una forma de justificar su propia represión en casa. Los informes sobre la reciente reunión de Mahmoud Abbas en Arabia Saudita demuestran ser alentadores en este frente, ya que están comenzando a demostrar una presión sin precedentes sobre el compromiso del líder palestino.
El movimiento de Trump en Jerusalén es exactamente lo que los palestinos temen: una proclamación que Israel ha vencido.
Finalmente, Estados Unidos debería trabajar en estrecha colaboración con el gobierno israelí para encontrar formas de proporcionar cobertura diplomática y política para vencer de manera más efectiva al terrorismo palestino, en lugar de presionar a Israel para que se contenga cada vez que atacan a su pueblo.
Antes de su muerte, hace casi 40 años, Golda Meir, la primera ministra de izquierda de Israel, dijo: “La paz llegará cuando los árabes amarán a sus hijos más de lo que nos odian”. Ella tenía razón. Para que llegue la paz, los palestinos deben decidir que tienen más que ganar al abandonar el conflicto que perpetuarlo.
Esperemos que los palestinos comprendan que la movida de Trump en Jerusalén es exactamente lo que temen: proclamar que Israel los ha derrotado. Ese es el único camino hacia adelante.