RESUMEN: Más importante que lograr el reconocimiento internacional de Jerusalén como la capital de Israel es necesario garantizar la soberanía israelí sobre la propia ciudad. Esto significa prohibir que funcionarios de la Autoridad Palestina residan en Jerusalén, especialmente aquellos involucrados en la vigilancia e intimidación de los residentes árabes y la organización de protestas e incitación contra residentes judíos. La creación de una oficina de enlace en el departamento de policía israelí en Jerusalén permitirá que los propios habitantes árabes de Jerusalén denuncien las acciones de acoso.
Binyamin Netanyahu se enorgullece de haber desempeñado un papel clave en la decisión tomada por el Presidente Trump de trasladar la embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a la capital de Israel y de persuadir a otros estados a seguir su ejemplo. Al mismo tiempo, existen señales preocupantes que en la propia Jerusalén, el gobierno no garantiza la soberanía israelí sobre una Jerusalén unificada. Este permite una presencia sustancial de la Autoridad Palestina en los vecindarios árabes de Jerusalén, desde donde intimidan y obligan a los residentes árabes de Jerusalén a promover los intereses de la Autoridad Palestina además de socavar la soberanía israelí.
El reciente secuestro en Ramallah y el prolongado encarcelamiento de Issam Aqel, residente de Jerusalén, por el Servicio de Inteligencia General de la Autoridad Palestina, por la venta de tierras en Jerusalén y las acciones por parte de los israelíes contra el secuestro revelan cuán extensa e intimidante es la presencia de la Autoridad Palestina en Jerusalén.
Para comenzar, el secuestro solo salió a la luz pública porque el residente de Jerusalén era ciudadano estadounidense, un hecho que animó a la familia a publicitar el evento. Uno sospecha que el secuestro de otros residentes árabes que no son lo suficientemente afortunados para ser ciudadanos estadounidenses nunca puede haber salido a la luz pública por temor a nuevas retaliaciones por parte de la Autoridad Palestina.
Peor aún, Aqel acudió a la policía israelí antes de su visita a Ramallah con el propósito de advertirles a las autoridades que su vida pudiese estar en peligro. Este evidentemente esperaba que la policía israelí reaccionara con prontitud en caso de que fuese secuestrado. Aqel llevaba consigo un carnet de identidad azul y es residente oficial de la ciudad de Jerusalén. Este tenía esperanzas que esta situación le protegiera.
Sin embargo, cuando Aqel fue secuestrado por primera vez, la policía israelí no hizo absolutamente nada, alegando que este se fue voluntariamente a Ramallah. Fue solo después que su arresto llegase a ser noticia que las autoridades israelíes respondieron arrestando a Adnan Gheith, un antiguo activista de Fatah en Jerusalén junto a Jihad Al-Faqih, un oficial de Inteligencia General de la Autoridad Palestina a cargo de Jerusalén. Gheith posee un largo historial de importantes manifestaciones violentas contra la policía y los habitantes judíos en Silwan y de organizar vigilias violentas y no-violentas alrededor del Monte del Templo.
Gheith fue recientemente promovido por la Autoridad Palestina al cargo de Gobernador del Distrito Jerusalén, sin lugar a duda como recompensa por sus esfuerzos de más de una década para movilizar a los residentes de Jerusalén en contra de la soberanía israelí. Pero al designar a un “fornido” al cargo, la Autoridad Palestina también le hacía señas a los habitantes árabes de Jerusalén que buscaba garantizar que estos cumplieran sus dictados. Uno de los dictados más importantes es la prohibición de venderles tierras a los judíos.
Acciones de intimidación siguieron rápidamente a la promoción de Gheith. La familia musulmana Joudeh, una de las dos familias a quienes se les confió las llaves de la Iglesia del Santo Sepulcro, le quitó las llaves al miembro de la familia Adeeb Joudeh luego de venderles su casa a los colonos judíos. Probablemente fue intimidado a hacerlo por la Autoridad Palestina.
Más inesperados fueron los eventos que rodearon un angustioso accidente de tránsito entre un camión y una camioneta que transportaba a trabajadores de Jerusalén Oriental en la carretera Jericho-Beit Shean en el Valle del Jordán. Cinco trabajadores murieron en el accidente. Una de las familias en duelo trató de enterrar a sus difuntos en un cementerio cercano al Monte del Templo, pero alborotadores les impidieron hacerlo y acusaron a la familia de venderles tierras a los judíos.
El aspecto más perjudicial para la soberanía israelí fue el contraste entre el trato aplicado a Gheith y a Al-Faqih y el sufrido por el secuestrado Aqel. Los primeros fueron liberados rápidamente por las autoridades israelíes, pero Aqel desapareció durante una semana en una cárcel de la Autoridad Palestina hasta que su esposa se armó de valor e informó al consulado estadounidense. Luego a ella se le informó de su detención y se le permitió visitarlo, pero este no fue liberado.
Tal como señaló el parlamentario del Knesset israelí Bezalel Smoutrich, si Aqel hubiese sido un judío residente de Jerusalén, las autoridades israelíes hubiesen presionado a la Autoridad Palestina para que lo liberara tan rápido como liberaron a Gheith y a Al-Faqih. ¿Por qué el destino de un árabe residente en Jerusalén debe ser diferente del de un judío residente de Jerusalén? Soberanía sobre Jerusalén significa, de acuerdo a todos sus residentes, protección por igual.
El verdadero problema, sin embargo, no son los derechos civiles, por importantes que sean esos derechos.
El verdadero problema es la lección aprendida por los habitantes de Jerusalén que desean vivir en paz con sus vecinos judíos. Esa lección es muy clara: Israel no les protegerá. La Autoridad Palestina, “sin las trabas de un Tribunal Superior de Justicia”, en palabras de Yitzhak Rabin, posee la capacidad de intimidar y encarcelar a personas sin importarles los derechos humanos, en clara violación de la soberanía israelí sobre su capital.
Más importante que lograr el reconocimiento internacional de Jerusalén como la capital de Israel es la necesidad de garantizar la soberanía sobre la propia ciudad.
Esto significa prohibirle a los funcionarios de la Autoridad Palestina residir en Jerusalén, especialmente aquellos involucrados en el área de vigilancia, intimidación y la organización de protestas e incitación contra los residentes judíos israelíes y visitas al Monte del Templo. De acuerdo a las leyes israelíes, debería establecerse una oficina de enlace en el departamento de policía israelí en Jerusalén, que les permitiría a los habitantes árabes de Jerusalén denunciar el hostigamiento y penalizar a quienes les hostigan. Esta política debería ser publicada por los funcionarios más importantes de Israel en transmisiones en la radio árabe-israelí, en la televisión y en portales de medios de comunicación tales como Al-Quds, el diario de Jerusalén.
No hace falta decir que aquellos involucrados en esta intimidación, desde funcionarios de la Autoridad Palestina que incitan a tales actos a los chicos matones locales de Fatah, deberían ser procesados por tales incitaciones y hostigamientos.
A menudo, en el Medio Oriente, donde prevalece en gran parte la ley de la selva, Israel se ve obligado a actuar como corresponde para protegerse. Asegurar la soberanía sobre Jerusalén es algo totalmente diferente. Los habitantes árabes de Jerusalén deben estar totalmente protegidos de las salvajes leyes impartidas por la Autoridad Palestina, e Israel debe actuar enérgicamente para defender la ley.
Esta es una batalla legal que Israel no puede darse el lujo de perder. Las leyes y derechos solo tienen sentido si tienen respaldo en el poder del Estado y las instituciones que primeramente las crearon.
Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan y es investigador asociado sénior en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.