RESUMEN: Irán hoy amenaza abiertamente con desmembrar a Arabia Saudita por su apoyo a la independencia y secesión kurda en Irak. Este incremento en las tensiones tiene implicaciones no sólo para estos dos países, sino para la región y el mundo en general. Israel haría bien en recordar que el Medio Oriente se está convirtiendo en una zona cada vez más volátil y los Estados Unidos deberían acentuar su resolución de contener a Irán.
La lucha iraní-saudita por la primacía en el Medio Oriente no es nueva. Ya en la década de 1980 en Trípoli, Líbano, los sauditas apoyaron a las milicias sunitas en su lucha con los alawitas por el control de la ciudad más importante del Líbano al norte. Incluso para ese entonces, la recién creada organización Hezbollah, la primera y más importante milicia de Irán en el mundo de habla árabe, envió a los combatientes a la ciudad para que apoyen a la minoría alauita junto a agentes del régimen de Assad en Siria que para ese entonces se alió a sí mismo con Irán. Esto se convertiría en la relación estratégica más larga, duradera y flexible entre dos estados en el Medio Oriente.
A partir de ese momento, el conflicto entre Irán y Arabia Saudita se ha expandido, a veces intermitente o esporádicamente, de manera casi lineal, a medida que surgen nuevos campos de batalla entre los poderes de ambos estados. De lejos los más importantes fueron los campos de batalla de Siria y Yemen, las consecuencias indirectas de la llamada Primavera Árabe. En lugar de converger una democracia, los alzamientos produjeron una guerra civil mortal en la que entidades satélites de ambos estados combatieron sin fin.
Irán, que durante el último año ha tenido ventajas en la lucha con los sauditas en Siria (gracias al poder aéreo ruso y la desesperada división entre las entidades satélite sunitas del estado saudita), amenazan ahora con desmembrar al propio estado saudita. El líder de Hezbollah Hassan Nasrallah, habló en nombre de su patrón iraní en su discurso anual en el aniversario de la masacre de Ashura (en la que Ali, venerado por los chiitas, perdió con el Califa sunita como resultado de una traición de parte de los sunitas), le advirtió a Arabia Saudita que si continuaba apoyando a los sitiados kurdos iraquíes luego de su declaración de independencia, este actuará para desmantelar al estado saudita.
Casi nadie en el Medio Oriente necesitó que Nasrallah le explicara la naturaleza exacta de esta amenaza. Los chiitas poblaron la región de Hasa en Arabia Saudita mucho antes que la región se convirtiera en el centro de descubrimientos y producción de petróleo saudita. Mientras más petróleo se descubría y se producía en la región, más intensa se volvió la marginación de la minoría chiita en la Arabia Saudita sunita. Esta dinámica precedió a la revolución iraní pero se intensificó cuando Irán, bajo el control de los ayatolás, se embarcó en una política exterior revolucionaria e imperialista para de esta forma debilitar a los estados árabes. Sus objetivos principales eran Arabia Saudita, el opulento estado árabe y Egipto, el más populoso y presumiblemente el más poderoso.
Tampoco es de sorprender que Nasrallah escogiese las “festividades” de Ashura (uno habla de desfiles de chiitas que se auto-flagelan señalando la opresión que el mundo sunita dirigió contra ellos) y amenazar con ello a Arabia Saudita. Ningún acontecimiento en el calendario chiita evoca mejor la enemistad entre las dos fuerzas religiosas. Durante los últimos 14 años, la conmemoración de las festividades Ashura ha sido afectada por los masivos ataques suicidas lanzados por grupos extremistas sunitas en las santas ciudades chiitas de Irak. Irán, el gobierno iraquí y muchos chiitas están convencidos de que el apoyo financiero saudita fue crucial en lanzar estos ataques y las masacres subsecuentes mientras la multitud se aplastaban unos a otros a medida que intentaban huir del lugar.
Irán está declarando un quid pro quo (intercambio de favores): si Arabia Saudita participa en la división del Irak dominado por los chiitas que apoyan a los kurdos, Irán dividirá a Arabia Saudita. Esta amenaza parece demostrar que Irán posee la ventaja en su lucha contra el reino. Este atacará en Arabia Saudita para defender a su entidad poder, Irak y no sólo para defenderse a sí mismo.
Esta percepción no es del todo exacta. Sin lugar a dudas, Irán bajo el dominio de los ayatolas es un régimen formidable a pesar de los regulares pronunciamientos de los expertos a su inminente desaparición. Sin embargo, tan fuerte como el régimen pueda ser, el elemento étnico y lingüístico persa que se halla en el núcleo del régimen representa sólo la mitad de la población de Irán. A lo largo de su periferia viven minorías lingüísticas y étnicas, incluyendo una minoría kurda al noroeste del país, que han mostrado en el pasado una inclinación por la autonomía, si no un claro deseo de independencia.
Sin embargo, Irán se encuentra en la posición más fuerte porque en lo que respecta al tema kurdo, este al menos tiene un poderoso aliado sunita en Turquía. Para los sauditas, tener que jugar la carta kurda tiene el gran costo de dividir al bando sunita. Los turcos están sumamente furiosos por la acción kurda. La élite egipcia, que defiende la soberanía territorial debido al problema copto interno en Egipto (que ha conducido a una intromisión internacional), es fría si no hostil a la independencia kurda. Esto deja a Arabia Saudita en un enfrentamiento solitario contra Irán. El reino pudiera muy bien tener dinero, pero también lo tiene Irán, e Irán posee muchos más cañones y hombres para dispararles. En el Medio Oriente, usualmente son las armas las que cuentan.
El nuevo tope en el conflicto saudita-iraní tiene amplias implicaciones. Para los Estados Unidos esto debería significar una mayor determinación de contener si no castigar a Irán. Para los responsables de la política israelí, debería hacernos ver que el Medio Oriente se está volviendo más volátil, peligroso e impredecible. Se requiere de mucha precaución, lo que debería incluir un examen muy detenido del tema palestino.
Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan y un principal asociado en investigación en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.