La semana pasada estuvo muy ocupada para los analistas del terrorismo suicida. El clásico “perfil” (chico soltero de 21 años) fue hecho añicos de nuevo, ya que familias enteras en Indonesia y decenas de palestinos llevaron a cabo ataques en donde pedían sus propias muertes. La inspiración para que poblaciones tan dispares se auto-sacrifiquen y lo hagan sus hijos en un deseo de convertirse en “mártires” santos.
Los ataques contra “el pueblo de los domingos” en sus iglesias no son desconocidos en Indonesia, pero el domingo 13 de mayo, una familia completa de seis personas realizó ataques suicidas coordinados en tres iglesias cristianas en la ciudad de Surabaya. Según la policía, Dita Futrianto y su esposa eran miembros de la filial local de ISIS Jamaah Ansharut Daulah (JAD). La familia Futrianto utilizó un auto, dos motocicletas y cinturones suicidas en los ataques.
Más tarde, esa misma noche, mientras otra familia preparaba bombas tipo caños, una madre y su hijo de 17 años murieron en una explosión presuntamente accidental. Al día siguiente, otra familia en Indonesia llevó a cabo otro ataque suicida. Esta vez, 5 miembros de la familia que conducían dos motocicletas atacaron la sede de la policía en Surabaya.
Mientras tanto a cinco mil millas de distancia, en Gaza, Hamás ideó una nueva táctica, una parte como un ataque de ola humana al estilo Jomeini y una parte el llamado “suicidio incitando a los cuerpos policiales”, coaccionando a los chicos a asaltar la valla fronteriza, diciéndoles “el ejército [israelí] no le disparara a chicas… [no] le disparará a los pequeñines”.
La nueva táctica de Hamás, que el Embajador estadounidense en Israel David Friedman llama “una bomba suicida a gran escala”, es en realidad una variación del ataque estilo ola humana inventado por el Ayatolá Jomeini durante la guerra Irán-Irak (1980-1988). El periodista alemán Christoph Reuter lo describió como una “nueva estrategia militar [que] intentó penetrar dentro de las líneas de defensa iraquíes con ataques frontales que consistían en olas de soldados humanos sin ningún tipo de respaldo”. A menudo esa “ola humana de soldados” consistía en miles de chicos del Basij.
Los chicos del Basij arremetieron en masa, gritando a todo pulmón para asustar al enemigo. Hamás coloca a sus chicos detrás de la humarada proveniente de la quema de llantas mientras esperan la oportunidad para acercarse a la cerca con cortadores de alambre dados por Hamás.
Esta táctica posee un elemento del tipo “suicidio incitando a los cuerpos policiales” a ello, solo que en lugar del último acto desesperado de cobardía de un asesino trastornado, los chicos en Gaza han sido preparados para la muerte, inculcados en la cultura del martirio. Los líderes de Hamás necesitan de cadáveres para obtener simpatía global que esperan obtener con el espectáculo propagandístico de lo que Gabriel Weimann llama un ataque mediático masivo.
Seth Frantzman documenta los elaborados preparativos tras bastidores en la frontera: “Los funcionarios de Hamás se dejan ver por la mañana o temprano por la tarde para despertar a la gente y alentarlos en su protesta. Se realizan discursos y se ofrecen plegarias. Todo está muy bien organizado. Los autobuses llevan gente a las protestas. Hay personas allí vendiendo comida. Existe un elemento macabro en ello, con los manifestantes diciendo que comerán algo antes de convertirse en ‘shahid’ o mártir en el frente de batalla”.
El denominador común entre la ola humana de ataques por parte del Basij, las familias suicidas de Indonesia y los palestinos que se apresuran hacia una muerte atractiva es la creencia en el “martirio”. Es una de las narrativas más importantes del Islam, aun así engaña la perspectiva occidental, que solo ve un uso cínico de los chicos como una acción manipuladora de peones.
Para motivar la ola de sus atacantes, Jomeini se remonta a los orígenes del Islam chiita cuando el Califa Yazid masacró a Husayn Ali (nieto del Profeta Mahoma) y a sus 72 seguidores leales. Jomeini afinó la historia al representar a Saddam Hussein como Yazid y al pueblo iraní como seguidores de Ali. Morir por la causa no solo se convirtió en algo honorable, sino también deseable.
Jomeini envió a su Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) al valle de Bekaa en el Líbano, donde la nueva versión politizada del martirio se esparció hasta AMAL y Hezbollah, inspirando a algunos de los primeros ataques suicidas contra diplomáticos iraquíes y fuerzas de la paz estadounidenses y francesas. Pronto, lo que originalmente fue un fenómeno chiita se extendió entre la OLP (exiliada al Líbano desde 1970) y finalmente, hacia otros grupos islamistas sunitas tales como Al-Qaeda e ISIS.
Imagen: Ayman al-Zawahiri
Muchos periodistas continúan buscando explicaciones razonables por los ataques suicidas, sin apreciar que aquellos que alientan y cometen estos ataques no los consideran suicidios. El actual líder de Al-Qaeda Ayman al-Zawahiri, explica que el que se suicida lo hace “por depresión y desesperación”, mientras que un mártir muere “para servir al Islam”. De hecho, los “mártires” realmente no mueren. Tal como lo explicó una vez el fundador de Hamás Ahmed Yassin, “La persona que se suicida no desea vivir, mientras que un mártir es alguien a quien le gusta la vida luego de la muerte”.
Al responsabilizarse por los ataques de la familia Futrianto, ISIS anunció que “tres ataques martirio pusieron fin a las vidas de 11 personas e hirieron al menos a 41 entre guardias y cristianos”. De igual forma, cuando Yahya Sinwar de las Brigadas Izz ad-Din al-Qassam de Hamás anunció las muertes en la frontera de Gaza proclamó: “Vamos hacia Jerusalén, millones de mártires siguen el camino del mártir Yasser Arafat… si nos volamos por los aires, lo haremos frente [a Israel]”.
Aquellos que subestiman el culto al martirio permanecerán confundidos cuando los “chicos palestinos son enviados a una cerca fronteriza extremadamente volátil” y sorprendidos por atacantes familiares de Indonesia “tan alejados de los perfiles a lo que uno pensaría sería un terrorista”. Mientras miles, quizá millones, crean en la virtud de sacrificarse a sí mismos y a sus hijos “para servir al Islam”, nadie debería confundirse o sorprenderse con el nuevo desarrollo que surja después.
A.J. Caschetta es miembro del Ginsburg-Ingerman en el Foro del Medio Oriente y profesor titular en el Rochester Institute of Technology.
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