RESUMEN: En las últimas décadas se han formado grandes comunidades musulmanas en los países occidentales. Los ataques terroristas en Francia y Austria ocurridos durante las últimas semanas vuelven a poner en el tapete el debate sobre el papel de un enfoque tolerante, multicultural y liberal para separar las comunidades minoritarias y alienadas de las cuales un reducido número de sus miembros apoyan o cometen ataques terroristas.
Imagen de portada: Cuerpos policiales austriacos durante un ataque terrorista islámico en Viena, 2 de noviembre, 2020 – imagen vía Twitter
En las últimas semanas se ha visto una ola de violencia y terrorismo en Francia y en otros lugares provocada por la reedición de las caricaturas de Mahoma en la revista de sátira Charlie Hebdo. Estos actos de terrorismo representan un ataque directo a los valores, símbolos, liberalismo y creencias a las libertades y derechos individuales de Occidente.
Luego de ocurrido el asesinato del profesor de historia, el francés Samuel Paty, el Presidente Macron se expresó con una franqueza inusual, calificando la acción de “ataque terrorista islamista”. De hecho, los recientes ataques en los suburbios de París, así como también en Lyon, Niza y Aviñón reflejan la intensificación de tendencias anti-Occidente en Francia, ya que los terroristas buscan alterar por la fuerza la agenda socio-política del país. Francia tampoco es el único objetivo. A comienzos de noviembre, cuatro ciudadanos austriacos fueron asesinados en un ataque terrorista islamista en el corazón de Viena.
Estos eventos son continuación de una serie de ataques terroristas cometidos por musulmanes en países de Occidente en los últimos años (a menudo con el apoyo e inspiración de ISIS), desde Francia y Bélgica, a Alemania y Gran Bretaña, hasta Estados Unidos, Canadá y Australia. Los ataques han sido llevados a cabo en lugares públicos notorios tales como aeropuertos, lugares de entretenimiento y turismo, hoteles y clubes nocturnos. Los terroristas han utilizado hachas, cuchillos, pistolas y vehículos y han causado cientos de muertos y heridos.
Estos ataques tienen como propósito sembrar temor entre las poblaciones en Occidente, socavar su sentido de seguridad personal y pública, perjudicar sus economías y dañar su moral disuadiéndolos de participar en una coalición internacional anti-terrorista (especialmente una dirigida en contra de ISIS).
Los perpetradores han sido en su mayoría jóvenes musulmanes, algunos de ellos inmigrantes, algunos descendientes de inmigrantes de segunda o tercera generación. En el caso de este último, los terroristas nacieron y fueron educados en sociedades abiertas y tolerantes en Occidente. Algunos tuvieron dificultades para integrarse en la sociedad liberal, razón por el cual los llevó a odiar y rechazar los valores democráticos de lo laico y el individualismo. Una minoría radical, expuesta a la predica e instigación en la calle, mezquitas, redes sociales e Internet, se identifica a una corriente puritana salafista-yihadista. Esta minoría se une a grupos terroristas, principalmente ISIS, o actúa bajo sus directrices e inspiración.
Una parte considerable de las comunidades musulmanas en Occidente se encuentran alienadas a la población en general y mayormente permanecen separadas llevando una forma de vida muy autónoma. Existe un debate sobre el origen de este desarrollo: algunos acusan a la mayoría de discriminar a los musulmanes y obligarlos a segregarse, mientras que otros sostienen que las comunidades musulmanas se han aislado por elección propia. De hecho, muchas de estas comunidades están social, cultural y geográficamente aisladas, viven al margen de la sociedad y se encuentran acosadas por la pobreza, falta de igualdad a oportunidades, mayor desempleo y privaciones económicas.
Las minorías musulmanas no son solo cultural y étnicamente diferentes de la población local, sino también distinta en términos de creencias religiosas, lo que influye considerablemente en su visión global y forma de vida. Las comunidades musulmanas defienden diligentemente sus tradiciones religiosas. Hablan el idioma de su país de origen y viven de acuerdo a la ley islámica (sharia) y sus costumbres. En muchos lugares, la educación formal está separada y adaptada a la comunidad. Este patrón de adherirse a la tradición religiosa y transferírsela a la próxima generación contribuye a la percepción mayoritaria que posee la sociedad de lo “extranjero” que son los musulmanes y a su vez, a su exclusión.
Estas tendencias plantean un grave problema para las sociedades en Occidente que abogan por el multiculturalismo y la tolerancia hacia el “otro”. Tal enfoque, unido a una política migratoria relativamente abierta y complaciente, ha llevado a lo largo de los años a la segregación cultural y religiosa de las comunidades musulmanas, acompañada por un distanciamiento y una falta de interacción con la mayoría no-musulmana. El enfoque multicultural imperante también ha contribuido a la radicalización religiosa y al aumento del terrorismo, incluyendo la formación de células terroristas y un aumento sustancial en el número de atacantes estilo “lobo solitario”. Por lo tanto, el multiculturalismo parece tener solo una capacidad limitada para asimilar e integrar totalmente a los musulmanes dentro de los países en Occidente.
El enfoque multicultural busca en esencia mantener la diversidad étnica y cultural y garantizar los derechos humanos mientras se le garantiza un pleno acceso y participación en la sociedad, respetando los principios constitucionales y fomentando los valores sociales comunes. Esto implica realizar una política pública que tiene en cuenta las diferencias culturales y le brinda apoyo a las organizaciones étnicas minoritarias. En el campo educativo, el multiculturalismo implica la creación de planes de estudio especiales, instrucción en lenguas maternas y la creación de escuelas religiosas para grupos minoritarios junto al reconocimiento de distintas tradiciones y prácticas religiosas, lugares de culto y de ceremonias religiosas. Los defensores del multiculturalismo señalan los resultados positivos de este enfoque, tales como el reconocimiento a las identidades culturales y cultivar el pluralismo étnico, la protección contra la discriminación e instigación al odio y la cohesión socio-económica e igualdad entre las minorías y la mayoría.
En años recientes, sin embargo, el discurso político, público y mediático se ha enfocado en la separación que ha surgido entre los valores de la sociedad que asimila y la de los inmigrantes, tales como la desigualdad de sexos, el hijab como requisito a ser utilizado por la mujer, la mutilación genital femenina, los matrimonios forzados, asesinatos por honor, rechazo a personas pertenecientes al grupo LGBT, etc. La aplicación de esas normas culturales dentro de las sociedades liberales ha sido fundamental en el debate sobre la relevancia del multiculturalismo, la política de integración imperante y la tolerancia hacia los musulmanes, que no siempre muestran tolerancia recíproca hacia los valores en Occidente. Mientras que los partidarios del multiculturalismo siguen enfatizando sus ventajas, sus oponentes señalan fracturas sociales, la falta de una unión social vinculante y un choque entre los valores culturales por una parte y las tradiciones religiosas por la otra que pueden conducir a repulsión, radicalización, violencia y terrorismo. Los islamistas se aprovechan de la política multicultural que le otorga a todos libertad de expresión, de religión y de asociación para que estos establezcan grupos terroristas, prediquen e inciten en público y en la red junto a participar en ataques terroristas tales como los que Occidente se encuentra padeciendo una vez más.
En cualquier caso, los cambios demográficos dentro de los países occidentales durante las últimas décadas plantean grandes desafíos en lo referente a la absorción e integración de grandes comunidades que se diferencian de su población autóctona en términos culturales y particularmente religiosos.
El Dr. Galit Truman Zinman es miembro asociado del Centro BESA y da clases en la Facultad de Ciencias Políticas en la Universidad de Haifa.