RESUMEN: Se ha puesto en boga vincular los movimientos de la política exterior rusa en los últimos 20 años únicamente al Presidente Vladimir Putin y a sus socios más cercanos. Pero lo innovador de todo esto es, de hecho, una intensificación de las políticas mucho más antiguas que durante mucho tiempo precedieron el ascenso al poder de Putin.
Imagen de la portada: Reunión del Consejo Económico Supremo de Eurasia, fotografía vía la Oficina del Presidente de Rusia
El mundo multipolar, el giro hacia China, la liberación de Rusia de una política exterior euro-céntrica, la construcción de un imperio liberal – estos son los principales desarrollos en el ámbito de política exterior que caracterizan las dos décadas de gobierno de Vladimir Putin. Pero al contrario de lo que opinan muchos observadores y analistas, estos grandes escenarios geopolíticos no se originaron únicamente con su persona o incluso con el grupo de personas que actualmente se encuentran al frente del estado ruso.
Más bien, cada una de estas nociones geopolíticas fue preparándose mucho antes que Putin llegase al poder. Estas fueron producto del colapso del ordenamiento soviético y el caos resultante, el surgimiento de China y un resentimiento inherente – que siempre ha existido dentro de las clases políticas rusas – hacia el orden mundial en Occidente.
Comencemos con el multi-polarismo, que a menudo es citado por la élite política rusa como una solución a los problemas que el mundo heredó como resultado del dominio absoluto de los Estados Unidos sobre los océanos y continentes de Eurasia desde el final de la Guerra Fría. El mundo ruso de la década de los años 1990 fue sacudido hasta sus cimientos y sumergido en el caos. Las fronteras se encogieron, al igual que la influencia geopolítica de Moscú en Eurasia. La OTAN/Unión Europea y los Estados Unidos expandían su poderío militar, económico y tecnológico a lo largo de Europa Oriental y gradualmente se corrieron hacia Ucrania y al Cáucaso sureño.
De muchas maneras, las primeras iniciativas en política exterior de Rusia en nombre de un mundo multipolar – un orden en el que varias potencias actúan simultáneamente como responsables de tomar grandes decisiones, evolucionaron como reacción natural a las graves amenazas a los intereses nacionales de Rusia que existían para ese momento.
Influyente al desarrollo del concepto del mundo multipolar fue un hombre a menudo ignorado por los libros y artículos geopolíticos sobre la Rusia moderna: Evgeny Primakov, ministro de asuntos exteriores de Rusia bajo el mandato de Boris Yeltsin en los años en que la OTAN bombardeó Yugoslavia y tenía la intención de expandirse aún más dentro de Europa oriental.
La reacción de Primakov ante la incapacidad de Rusia de detener la expansión de Occidente fue buscar poderes para equilibrar la arremetida de Occidente. Así nació la frase “triángulo estratégico”, que consistía en Rusia, China e India. No hubo un acuerdo formal para coordinar las respectivas opiniones estratégicas del triángulo sobre Eurasia o cualquier otra cosa, pero su creación fue, sin embargo, un indicador de una fusión en torno a diferentes puntos de vista, en su mayoría iracundas a la dominación occidental. Fue solo cuestión de tiempo (quizás incluso décadas) hasta que Moscú presionaría en profundizar aún más la cooperación con los estados asiáticos para contrarrestar así la influencia de los Estados Unidos en Eurasia.
Ese es el historial de la respuesta de Putin a la más reciente crisis de Rusia con Occidente. En parte por necesidad y en parte por ser algo inevitable, Moscú una vez más miró hacia el este. El giro de Putin hacia China es esencialmente intensificar lo que ya estaba en su lugar en la década de los años 1990.
El giro hacia Asia se encuentra inextricablemente entrelazado en otro mito reciente de la diplomacia rusa: los intentos de Moscú por sacudirse de encima su enfoque euro-céntrico hacia los temas foráneos. Aunque esto también le ha sido atribuido a Putin, estos han estado evolucionando al menos desde la década de los años 1990, cuando los signos de resentimiento hacia los exitosos y ricos occidentales eran visibles entre la cada vez más desilusionada clase política rusa.
De hecho, uno puede ver los intentos rusos de ser “menos europeo” en su política exterior incluso desde mucho antes. Los soviéticos, con todos sus enfoques ideológicos del mundo, intentaron hacer exactamente eso. Los Romanov intentaron hacer lo mismo, particularmente después de la Guerra de Crimea de 1853-56, pero no tenían los suficientes recursos y los países asiáticos fuertes con los cuales asociarse. El concepto de ser “menos europeo” de Putin en su política exterior debería verse como la reaparición de un gran ciclo histórico del pensamiento ruso.
Todas estas acciones en política exterior, antiguas o (como algunos piensan) nuevas, dependen de la forma en que Rusia desee posicionarse en Eurasia. Una decisión clara sobre la creación de un imperio territorial no ha sido tomada aún, pero es evidente que la élite política rusa no ha abandonado la idea del imperio. Hubo un impulso cada vez mayor en la política exterior rusa desde finales de la década del 2000 hasta comienzos del año 2010 para tratar de construir un imperio económico que preferiblemente no implique la toma militar del territorio.
Si bien la creación de la Unión Económica de Eurasia (EEU) en el 2015 fue de hecho una idea original de Putin, la idea tras el proyecto se remonta a la década de los años 1990, cuando las élites políticas rusas, iracundas ante su mala posición respecto a los occidentales y en temor a la pérdida de los estados vecinos ante la OTAN/ Unión Europea, discutieron formas de re-ensamblar el imperio perdido. La edificación de un orden liberal (es decir, no-militar) dentro del antiguo espacio soviético, pero que, sin embargo, estaba fuertemente vinculado al corazón de Rusia, solo podía suceder a través de medios económicos: comprar sistemas de distribución de ferrocarriles, tuberías, gas, agua y electricidad en Ucrania, el Cáucaso sureño y Asia central y convertirse en un inversor principal y socio comercial de esos estados.
En cierto modo, el proyecto EEU ideado por Putin es producto de esas discusiones – un medio dorado entre una solución militar y el abandono total a la idea del imperio. El imperio liberal imaginado por Putin sería mucho más flexible que la Unión Soviética, pero sin embargo estaría estrictamente controlado en la medida en que Moscú no permitiría a los estados vecinos decidir por sí mismos qué bloque militar o económico elegir.
Si bien muchos todavía piensan que, bajo el mandato de Putin, se han dado forma fundamentalmente los nuevos desarrollos en política exterior de Rusia, existen fuertes indicios de que el “multi-polarismo”, el giro a Asia, la construcción de un imperio liberal y el fin a la política exterior euro-céntrica de Rusia pueden ser rastreados al menos hasta la década de 1990. Putin fue el facilitador de los desarrollos geopolíticos que estuvieron en pleno proceso durante décadas.
Emil Avdaliani da clases de historia y relaciones internacionales en la Universidad Estatal de Tbilisi y en la Universidad Estatal de Ilia. Ha trabajado para varias empresas consultoras internacionales y actualmente publica artículos sobre desarrollos militares y políticos a través del antiguo espacio soviético.