La Resolución 2334 obligará a Israel a elegir entre varias opciones malas, y sin embargo la opción que siga siendo la menos mala está encarnada en la solución de dos estados.
Israel sufrió la derrota diplomática más grave de su historia. La resolución del Consejo de Seguridad contra ella fue aceptada por una mayoría de 14 votos y una abstención. No se ha encontrado ni un solo país que apoye a Israel. Se esperaba, por supuesto, que países como Malasia y Venezuela votasen contra nosotros pero ¿qué sucedió a los estados democráticos? Gran Bretaña, dirigida por un gobierno conservador, ¿Francia, España y Nueva Zelanda? ¿Por qué nos han dado la espalda a “la única democracia en Oriente Medio”? Está claro que parece que el club donde queremos pertenece, el club de los países democráticos, está contra nosotros. Nos convertimos en miembros despechados.
Antes de presentar la cuestión de lo que debemos hacer, dejadme decir ante todo qué no hacer. Bueno, no debemos maldecir ni insultar a Obama, incluso si estamos enojados con él. No va a ayudar y discutir con él no estoy seguro de que saldremos victoriosos, incluso si nos convencemos de que estamos en lo correcto. No hay ningún beneficios con criticar a Rusia y China, unas potencias a las que queremos acercarnos y que son peores que nosotros (incluso si es verdad que se merecen ser atacadas). Ni siquiera se debe esperar a que Trump venga a salvarnos. No le faltaran sus propios problemas. No hay necesidad de contarlos. Basta decir que está en curso de colisión con China, tiene como objetivo llegar a un acuerdo con Putin, veremos a qué precio, y nos esperan disputas con Europa y México. Trump podría obstaculizar algunos procesos llevados a cabo en contra de nosotros pero a largo plazo no puede impedir la continuación de los mismos.
Por lo tanto, la cuestión es lo que debemos hacer. Primero y ante todo el gobierno debería trabajar en un día de capacitación en donde ministros y consejeros dediquen un seminario entero para discutir el famoso dicho de nuestras fuentes “tomaste una baldosa o no has tomado nada” (más vale pájaro en mano que 100 volando). Dentro de este marco será posible abordar la cuestión de cómo fue que sucedió en esta ocasión que el Consejo de Seguridad decidió denunciar a los asentamientos, pero también añade a Jerusalén Este y los Altos del Golán. La pregunta es si no hubiera asentamientos extensos como los hay se hubiese votado a favor ésta decisión o si, en cambio, hubiésemos actuado con más moderación, quizá no estaríamos poniendo en peligro lo que ya hemos logrado.
Elegir el menor de dos males
El siguiente paso requiere un examen serio de nuestros intereses vitales sobre los cuales tenemos una oportunidad razonable de preservar y lo que tenemos que hacer para en el marco de capturar “todo lo que podemos” no perdamos lo que posiblemente podríamos obtener. Israel se enfrenta a una elección no fácil. Ella tendrá que elegir entre varias opciones malas y tratar de no ser arrastrada a una situación en la que se vea obligada a la peor de las opciones.
Pues bien, ¿cuáles son estas opciones? La primera fue la opción jordana, la cual nos las arreglamos para perder debido a una falta de inteligencia nuestra. Esto fue después de la Guerra de los Seis Días, una opción manejada por el gobierno de entonces. El acuerdo con Jordania era mejor, mil veces más, que un estado palestino. Los jordanos exigieron reconocer el derecho al retorno, no quería a Jerusalén como su capital y no exigieron que sea la capital de un país árabe. El último intento para ejercer esta opción se materializó en lo que se conoció como el Acuerdo de Londres entre Peres y el rey Hussein, en 1987. Peres era ministro de Asuntos Exteriores pero Itzjak Shamir era el primer ministro y fue él quien saboteó el acuerdo. Después de estalló la primera Intifada, Jordania se retiró el tema y nos quedamos con los palestinos.
Ahora nos quedamos con las decisiones difíciles y malas, pero debemos elegir entre ellos. Uno: el status quo (continuación y expansión de los asentamientos, la ley reguladora, etc.), que tiene una buena oportunidad de conducirnos a la segunda opción, a saber: un Estado binacional. La tercera opción es un estado palestino (o el gobierno de la Autoridad Palestina) en la mayor parte de Cisjordania pero con un intento de mantener los intereses vitales de Israel en Jerusalén del Este, los bloques de asentamientos, y los Altos del Golán, y adoptar medidas de seguridad adecuadas en la Ribera Occidental y el Valle del Jordán.
En mi opinión, la tercera solución no es fácil, pero es un mal menor. Es muy posible que el acuerdo con el estado o el gobierno (en adelante, denominado) palestina será muy frío y puede ser incluso inferior a la paz (tregua o un acuerdo temporal). También es posible que vayan a continuar negándose a reconocernos como un estado judío. Para nosotros es suficiente asegurar medidas de seguridad apropiadas y que nos deshagamos del gobierno palestino y la intolerable situación de tener dos sistemas de derecho en los territorios, uno para los colonos y el otro para los palestinos.
Para promover esa solución se tendría que tomar unas medidas audaces, incluyendo el detener el Reglamento de Regulación, aclarar los pasos que Israel estaría dispuesta a dar hacia una solución, y la renovación de la alianza con los judíos de los Estados Unidos, ya que incluso con grandes partes de ella hemos sido capaces de crear una grieta.