Para una armoniosa convivencia, lo esencial es la verdad y el respeto; de lo contrario, siempre se conocerán las evidencias de la realidad. Sin ambos elementos, no se logrará nada válido ni permanente.
La semana pasada, unos hechos simultáneos llamaron la atención. Uno, de más relevancia, pues involucró la línea política del gobierno polaco. Eli Dukorsky, alcalde de Kiryat Bialik, encabezó una delegación israelí y debía pronunciar un discurso junto al alcalde de una pequeña ciudad en el centro de Polonia. Antes del evento, funcionarios del municipio de Radomsko solicitaron ver el discurso, teniendo en cuenta la entrada en vigencia de la nueva y polémica ley que penaliza la mención de complicidad de Polonia durante el Holocausto. En un inaceptable acto de censura, las autoridades le exigieron a Dukorsky que omitiera los numerosos casos de polacos que entregaron a judíos a los nazis y que, en lugar de culpar a los polacos, señalara a ucranianos. El israelí decidió no dar una versión falsa de su discurso y la ceremonia se canceló.
En una coyuntura diferente, un concejal de Washington DC, Trayon White, acusó a los judíos de controlar el clima y provocar una inesperada tormenta de nieve. Se sorprendió al ver que sus conceptos eran considerados antisemitas y se excusó.
Otro caso fue el de la periodista Cathy Bekerman, quien intempestivamente dejó el noticiero de un canal colombiano al enfrentar una arbitrariedad. El director del medio, Yamid Amat pretendió que se persignara; ella le explicó que, como judía no podía hacerlo y él le pidió la renuncia. Después de días y ante la posibilidad de la aplicación de las leyes sobre libertad de culto y sanciones por discriminación, Amat publicó tres tweets en los que intentó una disculpa.
El cuarto incidente fue la publicación en el periódico peruano El Comercio, de la foto de un individuo disfrazado de Hitler, en la fiesta de carnaval de un club de playa. Además de la indolencia de esa persona que escogió tan nefasto atuendo, resulta una decisión incongruente que un medio de comunicación celebre la denigrante ocurrencia. No obstante, ante el reclamo de la comunidad judía del Perú, el diario se disculpó, con lo cual demostró comprender que su soporte es la libertad de expresión y su país es un crisol de razas.
Para una armoniosa convivencia, lo esencial es la verdad y el respeto; de lo contrario, siempre se conocerán las evidencias de la realidad. Sin ambos elementos, no se logrará nada válido ni permanente.