Por más de 30 años, un movimiento ideológico llamado Islamismo ha estado en guerra con Occidente. Este documento presenta una extensa perspectiva sobre la naturaleza de esta guerra, las alternativas a las reacciones por parte de Occidente a dichos ataques, posibles desarrollos futuros y su posible resultado.
Solo una pequeña fracción de los 1.6 billones de musulmanes del mundo apoya la guerra del islamismo contra Occidente. Pero la ideología islamista está basada en el pensamiento y comportamiento de los musulmanes y el islamismo es importante debido a su atractivo potencial para los musulmanes, a pesar de que muchos estudiosos y pensadores musulmanes insisten en que su ideología no es el entendimiento correcto del Islam.
Hasta ahora la guerra ha tenido un efecto limitado sobre los temas mundiales y las bajas en Occidente han sido solo una fracción a la de las guerras pasadas. La mayor parte de los disturbios y agitación en el Medio Oriente se debe principalmente a otras causas, incluyendo las respuestas por parte de Occidente en Irak y Afganistán.
La característica más importante de la guerra es la posibilidad que algunos islamistas obtengan y utilicen armas atómicas o biológicas, lo cual sería un desastre mundial que muy probablemente cambiará la historia de la humanidad.
La guerra pudiera llegar a su fin en poco tiempo si se remplaza al régimen revolucionario de Irán y se detiene el programa saudita de exportar ideas islámicas radicales. Pero podría ser mucho más dañina si un número significativamente mayor de musulmanes llegase a creer que el Islam está siendo atacado por Occidente. Gran parte del apoyo musulmán popular a la guerra del islamismo tiene como base la creencia musulmana que Occidente está tratando de destruir al Islam.
La característica decisiva de la guerra es que los islamistas no pueden ganar. Es decir, no pueden lograr su objetivo de conquistar el mundo. Tarde o temprano, el diverso mundo musulmán pondrá fin a una guerra que no puede ganar y que gradualmente cambiará lo suficiente en este siglo como para unirse a las economías competitivas de la información moderna global y sus sistemas socio-políticos.
Islam e islamismo
El Islam es una religión muy rica y antigua y sus escritos e historia permiten una variedad de puntos de vista sobre lo que esta ordena y permite. Al no-musulmán no se les permite juzgar lo qué se le denomina el “verdadero Islam”. En un sentido importante de la palabra, el Islam es lo que los musulmanes hacen y creen. Y el Islam, como otras grandes religiones, ha cambiado en el pasado y puede que cambie en el futuro.
El islamismo (es decir, el Islam radical o militante) es una ideología basada en la idea de que Allah requiere que el mundo en su totalidad se convierta en musulmán y se rija por la ley musulmana. Este punto de vista dice que el Islam les ordena a los musulmanes negar la legitimidad de los gobiernos “infieles” y estar permanentemente en guerra, de alguna manera, contra todos los gobiernos no-musulmanes. Estados Unidos y todas las democracias son enemigos permanentes, independientemente de lo que estos hagan.
Los islamistas afirman que no existe tal cosa como el “islamismo”; estos afirman que su “ideología” no es diferente de la religión del Islam, que no separa la religión de la política. Y aunque muchos musulmanes y académicos coinciden en que la visión del islamismo es correcta, muchos otros no comparten la visión conquistadora que poseen los islamistas del mundo. Ellos se creen buenos y leales musulmanes, aunque no apoyan el islamismo. Los estudiosos y pensadores musulmanes altamente calificados rechazan la pretensión del islamismo de ser el verdadero Islam, no para menos, ya que la ideología islamista incluye, además de las doctrinas musulmanas ya comunes, ideas políticas modernas tomadas del fascismo y del comunismo.
Una gran diferencia entre los grupos islamistas se refiere a cuanta guerra es requerida o apropiada en algún momento. Algunos, incluyendo partes de la Hermandad Musulmana, la principal organización islamista internacional, favorecen posponer la mayoría de las formas de violencia por razones prácticas. Pero todos acuerdan: el Islam prohíbe la paz permanente con el mundo no-musulmán, autoriza la violencia para expandir el dominio islámico y considera a Occidente como su acérrimo enemigo.
Gran parte de las escrituras e historias islámicas respaldan el entendimiento islamista. Y como postura teórica, su punto de vista encaja con lo que la mayoría de los musulmanes entiende como Islam: el mundo está dividido entre Dar Al-Islam (la Morada del Islam) y Dar Al-Harb (la Morada de la Guerra) y el orden natural de las cosas es que son los musulmanes los que deben gobernar. Esta no es una visión marginal o efímera, pero es importante entender que otras interpretaciones también son respaldadas en la historia y escritos islámicos. Pero cualquiera que sea el punto de vista teórico, solo un pequeño porcentaje de musulmanes actúa realmente en apoyar una guerra contra los países no-musulmanes. Los islamistas generalmente también creen que Occidente ataca la religión del Islam y desea destruirla. Los líderes islamistas tienen así una combinación de motivos ofensivos y defensivos. Pero sería inútil tratar de terminar la guerra tratando de mitigar sus preocupaciones defensivas.
La importancia de la guerra islámica contra Occidente proviene del hecho que, si bien en cierto modo es una ideología totalitaria moderna, está profundamente conectada a la religión de más de 1.6 billones de personas, más del 20% de la población mundial. Debido a que afirma ser el verdadero Islam y es capaz de utilizar la percepción que el Islam está siendo atacado, posee al vasto mundo musulmán como su base potencial. El tema de si el Islam “verdaderamente” ordena la guerra contra los infieles no es tan importante como las respuestas individuales de los musulmanes.
La guerra islamista contra Occidente
El islamismo no posee una sede. Su coherencia proviene de ideas y objetivos compartidos entre diversos partidarios. Además de los ejemplos más conspicuos ISIS y Al-Qaeda, existen grupos organizados sustanciales de musulmanes, especialmente las filiales de la Hermandad Musulmana y el régimen revolucionario islámico de Irán, que afirman estar enfrentando una guerra religiosa contra Occidente, especialmente los Estados Unidos e Israel. Estos grupos han llevado a cabo muchos ataques violentos y han asesinado a miles de personas y su objetivo es reemplazar gobiernos o destruir estados. No existe un límite aparente para la cantidad de personas que algunos de estos grupos están dispuestos a asesinar en su campaña. Y, por inverosímil que parezca, muchos creen que finalmente pueden conquistar a la totalidad del mundo para el Islam. Los islamistas tienen el apoyo potencial de muchos musulmanes no-islamistas. También a veces tienen el apoyo político de los no-musulmánes quienes tienen ideas anti-occidentales o anti-americanas, incluyendo a gobiernos tales como Venezuela, Rusia o China.
Pero el movimiento islamista se encuentra profundamente dividido, más fuertemente por la enemistad sunita-chiita. Y aunque su principal enemigo es Occidente, gran parte de su esfuerzo práctico se centra en luchar contra otros musulmanes por su influencia o para obtener el control de los países musulmanes. Mientras dure la guerra contra Occidente, habrá grandes divisiones y conflictos internos dentro del Islam radical, a pesar del objetivo compartido de difundir el Islam en todo el mundo. Habrá conflictos sobre la estrategia básica para su desesperanzada guerra, así como entre los sunitas y los chiitas y entre los componentes nacionales, aunque en principio creen que las naciones no son importantes en comparación con el Islam. Pero también habrá cooperación entre elementos rivales.
Esfuerzos para obtener el control de los estados musulmanes
La parte más visible de la guerra en Occidente han sido los ataques terroristas contra los Estados Unidos y los países de Europa occidental. El más significativo de estos fueron los ataques del 11-S que acabaron con las vidas de unas 3000 personas, que pudiera ser la mitad de todos los que murieron en ataques en países occidentales en este siglo. Pero el principal componente de la guerra islamista es lograr el control de los gobiernos musulmanes como trampolín para una expansión mayor, por ejemplo, el breve control de la Hermandad Musulmana del gobierno de Egipto entre los años 2012-13, o la toma de control del Ayatolá Jomeini de Irán en 1979.
Gran parte de este esfuerzo es ideológico. Desde 1979, los sauditas y otros países del área del Golfo han gastado más de $100 billones difundiendo la versión Wahabí del Islam Salafi alrededor del mundo, principalmente abriendo mezquitas y pagándole a los imames. El resultado ha sido una transformación de cómo los musulmanes entienden el Islam en la mayoría de los países. Esta transformación es más visible a cambios en el atuendo musulmán y en la observancia más estricta de la conducta musulmana, incluyendo normas sobre la alimentación, bebida y otras prácticas personales. Pero también incluye un gran aumento de la creencia musulmana en el conflicto inherente entre el Islam y los infieles y en la obligación islámica de someter al mundo entero a la ley musulmana.
La enseñanza del salafismo financiada por Arabia Saudita no incluye una defensa específica del terrorismo ni el apoyo a las organizaciones de lucha islamistas. Pero si enseña que la ley islámica está relacionada al yihad y es parte de la base ideológica del islamismo y el terrorismo. El apoyo internacional de los musulmanes al islamismo casi con certeza sería solo una fracción de lo que es hoy si no hubiese sido por la exportación masiva del salafismo desde 1979.
El financiamiento saudita desde el 11-S mayormente no ha provenido del gobierno; ha sido a través de individuos, en su mayoría miembros de la extensa familia real. Pero dado que casi todo el dinero en el reino proviene directa o indirectamente del petróleo controlado por el gobierno, incluso si está nominalmente en manos privadas, el gobierno saudita pudiera detenerlo en gran medida si quisiera.
Mientras parte de la financiación proviene de las creencias individuales y el compromiso con el wahabismo, el programa refleja principalmente la alianza política que dio origen al régimen saudita, entre los clérigos Wahhabi y la familia real Saud. Este arreglo político tradicional ha ido cambiando. La familia ha construido un apoyo político adicional y es menos dependiente de los clérigos. Y los clérigos puede que sean más sensibles que antes a factores políticos actuales y a otros factores prácticos.
Es imposible predecir el futuro del régimen saudita. El nuevo Príncipe Heredero a la Corona Muhammad bin Salman (MBS), está tratando de consolidar su poder actuando en contra e incluso encarcelando a importantes miembros de la familia real tomando el control de las agencias de seguridad previamente divididas. Se ve claro que ya no se puede contar con las normas que preservaron la unidad familiar y un gobierno estable durante más de 60 años. Puede que el Príncipe Heredero cree estabilidad al convencer a todas las facciones principales de la familia real de que deben aceptar su dominio. Pero es mucho más probable que haya un largo período de incertidumbre y contención acerca del gobierno y la política saudita y posiblemente se genere una inestabilidad política seria.
El gobierno saudita y la familia real no han estado a favor de librar la yihad contra Occidente y entienden que difundir el salafismo fortalece el islamismo que a la vez es peligroso para ellos. La expansión de su programa comenzó en 1979 en respuesta al compromiso de Jomeini con la expansión mundial de la revolución islámica. Los líderes sauditas consideraron que no podían permitirse el lujo de dejar que Jomeini y al Irán chiita fueran los únicos representantes del Islam radical. Se necesitaba de una fuerza sunita competidora para atraer a los musulmanes radicales. Esta necesidad se hizo muy vívida por la toma de la Kaaba en Meca en noviembre de 1979 por un grupo local radical sunita, un episodio que terminó solo con la intervención y ayuda de oficiales militares franceses. Se informa que las negociaciones entre la familia real y los ulemas durante la crisis incluyeron el compromiso de la familia con un programa ampliado de proselitismo internacional.
Muchos elementos de la familia real, que ciertamente incluyen al Príncipe Heredero a la Corona, deben ser al menos ambivalentes sobre su vasto programa de exportación del salafismo. Esto será parte de la lucha que ahora tiene lugar en Arabia Saudita y que pudiera darle a los Estados Unidos la oportunidad de presionar a la familia real para que reduzca drásticamente el programa. La lucha también pudiese producir resultados opuestos imprevistos.
El ascenso y caída de ISIS
Tal como fue señalado anteriormente, el objetivo final del islamismo es la creación de un califato que gobierne el mundo en su totalidad a través de la ley islámica. La creación de un estado que gobierne un territorio y una población es un paso hacia esa dirección. Como tal, el gobierno de ISIS sobre grandes extensiones de Siria e Irak fue un componente de la guerra del islamismo por la dominación mundial, tal como lo demuestra la autoproclamación de Abu Baker Al-Baghdadi como califa. Pero a pesar que ISIS fue parte de la guerra del islamismo, Irán, el componente principal del islamismo, trató a la organización como un enemigo mortal. En parte, esto se debió a que ISIS es una organización sunita, aunque el Irán chiita le ha brindado un amplio apoyo al grupo terrorista sunita Al Qaeda, del cual se originó ISIS.
Sin embargo, la proclamación de un estado islámico y un califato logró tener un gran atractivo para un gran número de musulmanes alrededor del mundo, atrayendo a decenas de miles de voluntarios y combatir por ello. Las organizaciones islamistas existentes en Egipto y Libia también se declararon a sí mismas “provincias” del recién proclamado califato y juraron lealtad a Baghdadi.
Si ISIS hubiese podido edificar un ejército capaz de defender su territorio y gobernarlo con éxito, pudiera haberse convertido en parte crítica de la guerra del islamismo, quizás incluso dentro de la arena decisiva. Es decir, si ISIS hubiese sido lo suficientemente exitoso y hubiese durado lo suficiente, su eventual caída pudiese haber sido el desarrollo decisivo que llevó al rechazo musulmán del islamismo, similar al colapso de la Unión Soviética sobre el movimiento comunista internacional. Pero su rápida y vergonzosa caída probablemente no tendrá un efecto decisivo sobre la atracción que genera el islamismo.
Por decirlo de esta manera, el fracaso de ISIS en edificar una fuerza militar adecuada fue en parte resultado a la falta de dinero y armas, así como también el apoyo de los Estados Unidos y otro tipo de apoyo para sus enemigos. Pero su fracaso fue principalmente el resultado de su incompetencia y desunión. Su lealtad, motivación y competencia militar no eran ni siquiera lo suficientemente buenas como para superar a las fuerzas armadas iraquíes y sirias respaldadas en el exterior, al igual que las milicias kurdas Peshmerga. Ni tampoco ISIS se ganó la lealtad y el respeto de la población que gobernó; su estricto concepto del Islam fue brutal e impopular.
Pero si ISIS hubiese incluso creado una fuerza militar capaz de derrotar a ejércitos verticales o milicias locales, no hubiese podido construir una fuerza capaz de enfrentarse a las fuerzas israelíes o estadounidenses en una batalla. Luego de perder su base territorial, el actual Estado Islámico muy probablemente volverá a ser uno de los grupos cambiantes de entre las organizaciones terroristas islamistas, con un significado bastante modesto.
Ataques contra las fuerzas estadounidenses en Irak y Afganistán
La principal motivación de Estados Unidos para enviar fuerzas a Irak y Afganistán, aunque de manera equivocada, fue fortalecer las defensas contra los ataques islamistas como el del 11-S e impedir que el régimen de Saddam Hussein adquiriera armas nucleares.
La guerra contra los Estados Unidos y sus aliados en Irak involucró a muchos grupos con muchas motivaciones, en su mayoría a los no-relacionados con el islamismo. Pero Irán también actuó en contra de las fuerzas estadounidenses, en parte debido a su ideología islamista y en parte porque un gobierno chiita independiente en Irak hubiese desafiado el reclamo de Teherán de hablar por el chiismo. Miles de musulmanes también llegaron para luchar contra los Estados Unidos ya sea por el islamismo o para apoyar a los musulmanes que se vieron a sí mismos defendiendo a su país de la ocupación estadounidense.
En Afganistán, los talibanes son en parte islamistas, al igual que lo son elementos pakistaníes y por supuesto Al-Qaeda. Pero la mayoría de los combates no son parte de la guerra del islamismo. Estados Unidos atacó al gobierno talibán de Afganistán porque albergó a Al-Qaeda en su territorio y lo ayudó a organizar y estructurar los ataques del 11-S. Aunque la guerra allí comenzó como parte de la defensa contra el islamismo, la mayor parte de lo que sucedió posteriormente giró en torno al control de Afganistán.
En resumen, aunque las guerras en Irak y Afganistán están relacionadas con la guerra del islamismo contra Occidente y especialmente con las políticas de una defensa activa contra los ataques islamistas, la forma en que esas guerras se desarrollaron fue impulsada por otro tipo de preocupaciones. Son una ilustración de cuán común es que las acciones internacionales se descarrilen y dé lugar a resultados no deseados.
En búsqueda del armamento nuclear y el poder regional por parte de Irán
Antes de 1979 había islamistas, pero tenían muy poco efecto sobre el mundo. La guerra del Islam militante contra Occidente comenzó a ser visible cuando el gran Ayatolá Ruhollah Jomeini se convirtió en jefe de la República Islámica de Irán a raíz de la revolución que derrocó al Sha de Irán. Jomeini declaró el compromiso de la República revolucionaria de Irán con la expansión de esa revolución y la derrota de Occidente. Desde ese entonces, Irán se ha involucrado sistemática y activamente en promover la guerra del Islam militante: creando y apoyando a organizaciones terroristas regionales y llevando a cabo campañas ideológicas. Esta ha sido la fuerza principal detrás de las actividades islamistas en muchas partes del mundo.
La promoción internacional del islamismo por parte del gobierno iraní indudablemente tiene como base su compromiso de principios con la ideología islamista. Pero es imposible decir cuánto de su motivación hacia los movimientos políticos locales y la adquisición de armas nucleares (AN) tiene vinculación con la búsqueda del poderío nacional iraní, en lugar del islamismo.
¿Forma parte de la guerra islamista el crecimiento del poder musulmán en Europa?
Hasta ahora, el Islam militante no ha intentado apoderarse de ningún país de mayoría no-musulmana. Las luchas musulmanas por el control de Nigeria y otros estados africanos y el esfuerzo palestino de destruir a Israel son principalmente conflictos locales en lugar de partes de la guerra islamista por el control del mundo. Estos conflictos continuarán incluso cuando el islamismo sea rechazado, aunque Hamás es la filial palestina de la Hermandad Musulmana y está comprometida con su visión de conquistar el mundo.
Varios observadores serios, en particular el eminente historiador Bernard Lewis, han argumentado que el Islam eventualmente obtendrá el control de Europa. Esta evaluación se basa, a primera vista, en una suposición no totalmente infundada dado el número cada vez mayor de musulmanes europeos como resultado de ambas una tasa de natalidad mucho más alta que la de sus homólogos no-musulmanes junto a una migración masiva y por otra parte, la insistencia de prominentes ideólogos islamistas (especialmente el líder espiritual de la Hermandad Musulmana Yusuf Al-Qardawi) y de líderes políticos, tales como el Presidente turco Recep Tayyip Erdogan, a una “migración misionera” y la no-asimilación en las sociedades que les acogen. Y si bien estas tendencias no son principalmente un tema islamista, es muy probable que los musulmanes europeos no serán tan agresivos, o tan unidos en rechazar los valores y la lealtad de los europeos, si los sentimientos anti-occidentales, en parte basados en el islamismo, no tienen tanto apoyo en el Medio Oriente y en los mundos árabes. Cuando el apoyo emocional a la guerra contra Occidente disminuya fuera de Europa, el separatismo y la agresividad musulmana en Europa muy probablemente se reducirá a medida que la influencia de los musulmanes europeizados exitosos que eligen los beneficios personales de “actuar a la manera europea” por la unidad con otros musulmanes se vuelva más importante y haya más inmigrantes de segunda, tercera y cuarta generación y más matrimonios mixtos.
Pero supongamos que en algunos estados europeos el incremento del poderío musulmán continúa hasta que se alcance un punto de inflexión y la mayoría no-musulmana ya no tenga la capacidad de controlar a su estado. Esto pudiera requerir el control musulmán de la policía y del ejército, lo que parece poco probable si no imposible. ¿Qué vendrá después de la dominación musulmana de Francia, por ejemplo? El país se volverá claramente menos próspero; la mayoría de los individuos con talento se irían y muchos franceses no-musulmanes se verían aprovechados financieramente por los musulmanes franceses. Estos resultados se volverían inevitablemente claros para otros europeos y es muy difícil creer que la mayoría no-musulmana no actúe para evitar que les suceda lo mismo a sus países. La gran mayoría de no-musulmanes en cada país sigue teniendo la capacidad de tomar el control y hacer cumplir sus valores y leyes en contra de una posible minoría musulmana agresiva.
El otro lado de la guerra
La mayor parte de Occidente y especialmente sus gobiernos, declinan decir que están en guerra: dicen que están combatiendo contra el “terrorismo”. Pero el terrorismo es una táctica o un arma, un enemigo metafórico, no el verdadero enemigo y mucho menos su objetivo final.
Vale la pena reconocer que existen dos maneras en que Occidente pudiese responder racionalmente a los ataques de un movimiento ideológico mundial que ha asesinado a miles de sus ciudadanos y está tratando de destruirlo. Una es decir que está en guerra con aquellos que le han “declarado la guerra” y han atacado sus valores y sociedades. La respuesta alterna es el odio, a pesar del pleno reconocimiento del alcance y el propósito de dicho ataque, es decir, la negativa en dignificar el desafío como una guerra y la insistencia de que si bien los islamistas deben ser destruidos, no son lo suficientemente importantes como para ir a la guerra. Occidente debe eliminar o reformar cualquier organización que lo haya atacado, pero la lucha contra las bandas terroristas no tiene que equivaler a una guerra a todo dar. El reconocimiento de la naturaleza y la fuerza de la enemistad islamista en Occidente y su conexión con el Islam no son incompatibles con una negación desdeñosa de que existe una guerra.
La respuesta de Occidente al ataque islamista depende de las realidades políticas cambiantes. Acontecimientos futuros, especialmente la cantidad y magnitud de los ataques terroristas islamistas exitosos, pudieran cambiar radicalmente el equilibrio del apoyo político a las diferentes políticas relativas a los ciudadanos musulmanes. En los Estados Unidos, la efectividad del arma llamada “islamofobia” que protege a las organizaciones islamistas se reduciría drásticamente si hubiese un gran aumento en bajas terroristas. Pequeños éxitos terroristas también pudieran producir un cambio en la opinión nacional sobre cómo debe combatirse la guerra. Si bien lo políticamente correcto ha demostrado ser una fuerza sorprendentemente poderosa, es una moda social que puede revertirse de la noche a la mañana por la necesidad de auto-preservarse. Los europeos probablemente todavía sean capaces de la crueldad que han demostrado en el pasado. Es razonable creer que los instintos de auto-conservación comenzarán mucho antes que Europa occidental sea dominada por sus poblaciones musulmanas. La gran mayoría de los no-musulmánes en cada país sigue teniendo la capacidad de tomar el control y hacer cumplir sus valores y leyes contra una minoría musulmana agresiva. Los gobiernos pueden eliminar las “áreas prohibidas”, pero esto requiere de determinación y voluntad para aceptar bajas, violencia y reducciones a las libertades civiles y una nación que se ve a sí misma peleando por su vida es probable que expulse a los musulmanes desleales y violentos que violan las leyes. Y tales expulsiones frenarán las ambiciones supremacistas de otros musulmanes.
Europa central y oriental se resisten más a la posible dominación musulmana que los europeos occidentales, una diferencia que debilita a la Unión Europea y que hará mucho más fácil a los países de Europa occidental ajustar sus políticas.
La naturaleza de la guerra
La ideología importa, pero los estados son lo que cuenta
Grupos no-estatales tales como Al-Qaeda y Hezbollah están a la vanguardia de la guerra islamista. Pero solo en raras ocasiones dichos grupos pueden lograr efectos significativos si los estados no los ayudan o no los toleran. La política internacional está determinada por las acciones de los estados. Los actores e ideologías no-estatales deben entenderse principalmente porque afectan el comportamiento de los estados.
Si bien es posible que grupos terroristas islamistas no estatales lleven a cabo grandes ataques terroristas, la evidencia hasta la fecha sugiere que los grandes ataques terroristas con muchas víctimas son raros sin el apoyo de un estado. El estado puede proveer dinero, cielos seguros para entrenar y organizar ataques, asistencia técnica o la persistencia enfocada que puede proveer una burocracia profesional.
Si todos los estados decidieran no apoyar el terrorismo o permitirles santuarios a los grupos terroristas y no hay territorios sin gobierno, los grupos islámicos radicales no serían un problema significativo. El Islam militante es un peligro en la medida en que posee el potencial de controlar o influenciar estados. El conflicto con el Islam militante es una lucha por el control de los estados, especialmente el de los estados mayoritarios musulmanes.
Mucha de la volatilidad del Medio Oriente no es causada por el Islam militante
Una característica fundamental del conflicto con el islamismo es reconocer cuánto de los problemas actuales en el Medio Oriente no son causados por la guerra islamista. Siria e Irak se encontraban en crisis antes de que ISIS surgiera. La guerra siria es una rebelión contra la brutalidad del régimen alauita de Assad y está sustentada por el conflicto sunita-chiita y otras rivalidades de las potencias externas; no fue causado por ISIS y continuará de una forma u otra después de que ISIS desaparezca. El caos de Libia es más tribal que ideológico. El conflicto sunita-chiita opera a ambos lados de la división entre islamistas y anti-islamistas. No es el Islam militante el responsable del fracaso del estado territorial en la región, aunque ha tenido parte sustancial en ello.
Si bien la República Islámica de Irán es responsable de gran parte de la violencia y el desorden en la región, puede no ser correcto atribuirle todo el comportamiento de Teherán a su fervor islamista; también existe un elemento del imperialismo persa. Similarmente, la motivación de Erdoğan es en parte el islamismo, pero también las ambiciones imperialistas turcas, o más bien neo-otomanas. La mayoría del conflicto sub-sahariano son los musulmanes violentos centrados en apoderarse de sus propios países y no en luchar contra Occidente para apoderarse del mundo. Por lo tanto, es necesario entender que la guerra islamista es solo una de las muchas fuerzas que conforman los eventos internacionales, incluso en el Medio Oriente.
Los islamistas pueden lastimar a Occidente
Si bien el Islam militante no tiene ningún chance de ganar, puede infligirle grandes costos a Occidente. Para colocar el potencial de la guerra en perspectiva, uno debe apreciar las formas en que el Islam militante pudiera causar un daño que cambie la historia. Existen tres amenazas principales:
- Las armas atómicas y/o biológicas. Si las armas de destrucción masiva son utilizada, millones de personas pudieran ser asesinadas y la sombra oscura de la guerra nuclear caerá sobre la política internacional. Esto no resultaría en una victoria militante del Islam, pero las armas de destrucción masiva harían que el conflicto fuese realmente desastroso.
- Control de casi todo el suministro de petróleo del Golfo Pérsico. Occidente necesita petróleo del Golfo Pérsico suministrado a los mercados internacionales. Con una mayor cantidad de fuentes de petróleo, causadas por la revolución del método fracking (fracturación) y una reducción de costos del petróleo submarino profundo, los productores del Golfo Pérsico poseen incluso menos capacidad que antes para controlar los precios a largo plazo.
La principal forma en que los islamistas pudieran utilizar el petróleo para perjudicar a Occidente crearía tanta violencia y destrucción en la península arábiga que haría imposible producir y enviar petróleo durante seis meses o más, lo cual no es un resultado probable. La principal importancia del petróleo para la política internacional es que provee grandes cantidades de dinero utilizado para financiar actividades islamistas y/o terroristas. Y es la base del poder de países tales como Arabia Saudita, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos. Si el Islam militante obtuviese el control de todo el petróleo producido en la región del Golfo Pérsico (cerca del 30% de la producción mundial), esto pudiera causar serios daños a Occidente. Si bien se sobreestima la vulnerabilidad del mundo a los recortes en el suministro de petróleo, el control a largo plazo del 30% de la oferta actual pudiese ser una herramienta poderosa para crear y producir daños. Por supuesto, el Islam militante está muy lejos ahora de obtener el control del área.
- Acelerar la decadencia nacional en Occidente. Muchas naciones occidentales se han negado a reconocer los hechos sobre la guerra islamista y la conexión con el Islam. Ellos acomodan y hacen concesiones a grupos que desprecian sus valores y leyes y no apoyan a los musulmanes moderados que se resisten a los islamistas. En algún momento, una nación que permite que sus ciudadanos sean asesinados y atacados por un enemigo al que temen enfrentar puede colapsar moralmente, lo que da como resultado un conflicto interno, pérdida de energía y creatividad económica, disminución de integridad y malestar político. Si bien no es posible predecir el punto donde se producirá la decadencia decisiva, es importante reconocer el riesgo creado por la extremada falta de sentido nacional. La descomposición interna puede no ser claramente visible hasta que una sociedad se enfrente a un desafío externo que no pueda resolver. El ataque islamista contra Occidente puede ser el desafío externo que hace que la decadencia interna sea decisiva.
¡El Islam militante no puede salir victorioso!
Por mucho que este pueda lastimar a Occidente, el Islam militante no puede ganar; El Islam nunca gobernará el mundo. Tarde o temprano, esa realidad se hundirá y afectará el curso del conflicto. Dado que el objetivo final de los islamistas es la dominación mundial, según su propio criterio, estos habrán fracasado y saldrán derrotados si al final no todos los países son gobernados por musulmanes. No pueden pretender un objetivo menor.
No existe ninguna hebra de pensamiento islámico que justifique una victoria parcial. Nada en el Corán o el Hadith sugiere que Allah aceptará, por ejemplo, que Europa y Asia sean musulmanas y que América esté gobernada por infieles, excepto como arreglo temporal. Si el Islam pudiera aceptar que Estados Unidos no fuese musulmana, entonces todos los países que ahora tienen mayorías no-musulmanas podrían permanecer no-musulmanas. Es decir, la visión islamista del Islam implica que la supervivencia definitiva de los gobiernos no-musulmanes en cualquier parte del mundo sería una derrota para su causa, o una demostración de que su visión a los requisitos de Alá es incorrecta.
Aunque muchos de los líderes islamistas tienen un gran compromiso con su causa, mientras que gran parte de Occidente, especialmente Europa occidental, ha perdido su fe, los musulmanes tienen muy poco poder, medido por su fuerza económica, capacidades militares, avance tecnológico, organización, tamaño de la población y competencia en hacerse cargo total del resto del mundo.
Es dudoso de si Europa esté en camino de convertirse en suelo controlado por musulmanes, tal como sugieren algunos observadores occidentales. Pero incluso si este fuese el caso, no permitiría a los musulmanes lograr el dominio del mundo. Europa ya no es parte principal de la civilización moderna.
Es muy difícil ver cómo el Islam pudiera hacerse cargo de China, India y Japón. Y aunque los estadounidenses pueden no tener el carácter que solían tener, parece extremadamente improbable que acepten se les imponga un dominio musulmán y la ley islámica (o como ellos lo denominan, shaarya).
El Islam militante está tratando de incrementar el número de países bajo la ley del Sharia, pero desde la revolución iraní de 1979 no han agregado ni un solo país (excepto Sudán). Un gobierno islamista obtuvo el control de Egipto pero solo duró un año. ISIS creó un califato en partes de Irak y Siria pero perdió los territorios en menos de tres años. Erdoğan está socavando progresivamente a la república secularista establecida por el padre fundador de Turquía Mustafa Kemal (Atatürk), avanzando hacia la transformación de Turquía en un estado islamista, pero es dudoso que su esfuerzo se complete.
Por supuesto, el Islam militante puede que continúe asesinando a occidentales cada semana, pero es muy poco probable que progrese hacia una victoria; y en muchos países es mucho más probable que los ataques terroristas alienten a los grupos nacionalistas o populistas que desean combatir más recios.
Cualquier país que no pueda tolerar a sus muertos por causa del terrorismo puede reducir ese número de víctimas mejorando su seguridad, pagando el costo en dinero, en conveniencia e ilusiones, o en libertades civiles reducidas. Los países también pueden protegerse actuando contra aquellos estados desde los que han sido atacados. Ningún estado occidental es incapaz de resistir el rango actual de bajas terroristas. Un número absolutamente intolerable de víctimas solo puede ser producido con armas nucleares o biológicas.
Estados Unidos no tenía dispuesto utilizar grandes fuerzas de tierra para atacar a ISIS. ¿Pero es plausible que continúe resistiéndose si algún grupo nuevo como ISIS tuviese éxito en un numero de ataques que generen víctimas en masa, tal como el 11-S o mayor, en los Estados Unidos? Entonces, ¿cómo puede el terrorismo producir una victoria para el islamismo?
La razón fundamental por la que el Islam militante no puede conquistar el mundo es que la modernización, siendo este el ente que genera y produce libertad y riqueza, continúa expandiéndose. La fuerza principal en la historia en los últimos dos siglos es la transformación gradual, un país a la vez, en liberar sociedades post-industriales con economías dominadas por información e ideas, capaces de superar problemas materiales. Este siglo comenzó con menos del 15% de gente en los países modernos; no mucho después de que finalice el siglo, es muy probable que dos tercios de todos los pueblos vivan en países libres, ricos y tal vez completamente modernos. Nunca antes ha habido un cambio comparable en las vidas de la gente común.
Por supuesto, este proceso de modernización puede terminar antes que transforme al mundo en su totalidad. Algo en la naturaleza de las sociedades post-industriales modernas puede que porte las semillas de la decadencia que cambiarán el curso de la historia. Pero aunque mi pronóstico pudiera ser el equivocado, la expectativa debería ser que la tendencia poderosa de los últimos dos siglos es la que continuará. Las políticas deberían tener como base la probabilidad del caso y no los temores históricos; y si las fallas internas en Occidente detienen la modernización, ese será su problema principal y no el conflicto con el Islam militante.
No existe forma alguna de que la totalidad del mundo musulmán esté dispuesto a renunciar unirse al resto del mundo para crear abundancia y ser libre con el fin de continuar una lucha sin esperanzas y obtener la dominación musulmana en todas partes. Mientras muchos musulmanes desprecian y rechazan lo que ven como rasgos inmorales del mundo moderno, tales sentimientos no pueden controlar a todo el mundo musulmán durante un siglo. Poco a poco, este mundo tarde o temprano reconocerá que ellos no pueden conquistar el mundo y en su lugar deberían comenzar en el camino para de esta manera convertirse en parte del mundo moderno.
Por supuesto, es discutible que el Islam y gran parte de la cultura de muchos musulmanes está intrínsecamente en conflicto con el concepto de democracia liberal y por lo tanto, con la modernidad. También está claro que, a diferencia de las sociedades cristianas occidentales, que han pasado por un profundo proceso de secularismo y de separación de estado e iglesia en los últimos 200 años, el Islam ha permanecido ampliamente atrincherado en su formato original combinando poderes religiosos y temporales y parece reacio a abrazar la modernidad, tal como lo demuestra, entre otras cosas, el hecho de que muchos menos libros son traducidos al árabe ahora que hace medio siglo. Sin disputar tales argumentos, ellos le hablan al presente y al pasado. Finalmente, el deseo de los musulmanes de ser parte del mundo moderno será más fuerte que las fuerzas actuales que impulsan la guerra del Islam militante en contra de Occidente y encontrarán maneras de hacer que su fe sea compatible con lo que deben hacer para modernizarse. Es aún más difícil imaginar que 1.5 billones de personas vivan durante siglos en países cuasi desarrollados, mientras que el resto del mundo vive vidas modernas como las de Europa occidental, los Estados Unidos, Japón y Corea del Sur en la actualidad. Gradualmente, el mundo musulmán se dividirá. Habrá un modelo creciente de un Islam que será compatible con la modernidad.
Algunos argumentan que el Islam militante está ganando ahora la batalla, porque los gobiernos democráticos se niegan a reconocer que están librando una guerra contra Occidente. Esta es una perspectiva razonable en el corto plazo, pero es una que no llega a encontrar el punto a largo plazo. Si bien los éxitos y logros del Islam militante pueden ser verdaderos, no son un camino hacia la victoria. Estas le imponen pérdidas innecesarias a Occidente, pero no tienen un efecto sustancial en el equilibrio general o en el resultado final. Occidente debe darse cuenta de la naturaleza del problema y comenzar a luchar contra ello de manera más efectiva, pero no porque el islamismo tenga alguna posibilidad de alcanzar los objetivos a los que está vinculada su ideología.
Los asesinatos terroristas en París o Florida han ayudado a ISIS a reclutar combatientes. Y los islamistas militantes se satisfacen asesinando a infieles. Pero, ¿qué están logrando? ¿Cómo aumentan su capacidad de dominio mundial? ¿Qué pensaran ellos será lo que tales ataques forzará a los países a actuar?
Los ataques terroristas que acaban con las vidas de 20, 100, o 200 franceses o estadounidenses no van a forzar concesiones fundamentales al Islam. Hasta ahora, la respuesta ha sido principalmente fortalecer muy lentamente las medidas de seguridad en contra del terrorismo, sin admitir su conexión con el Islam militante, especialmente durante los años de Obama cuando la administración insistió firmemente en atribuirle los ataques terroristas a los grupos “extremistas violentos”.
La lucha decisiva se encuentra dentro del Islam
El entender que el Islam militante no puede ganar su guerra conduce a una segunda perspectiva fundamental: eventualmente, la lucha crucial se encuentra dentro del Islam y no entre el Islam y el resto del mundo. La derrota final del islamismo vendrá solo cuando suficientes partes del mundo musulmán decidan no aceptar los problemas y costos causados por la guerra y su interferencia con el progreso. En otras palabras, la guerra islamista posee dos componentes: acciones físicas y conflicto ideológico. Incluso cuando las acciones físicas son derrotadas, la lucha ideológica puede continuar.
El marxismo fue un intento de dominación mundial que existió antes durante medio siglo, en 1917, su filial leninista obtuvo el control de Rusia y creó la Unión Soviética. Esta amenaza física terminó en 1991 cuando el colapso de la Unión Soviética y el éxito de las economías basadas en el mercado eliminaron en gran medida la ideología comunista como un factor en los asuntos internacionales.
Sin embargo, incluso antes y después de la existencia de la Unión Soviética, las ideologías marxistas fueron un factor en los eventos mundiales porque tenían suficiente profundidad y sustancia, aunque falsas, para absorber el pensamiento y ganarse el respeto de generaciones de intelectuales e idealistas. Pocas ideologías son lo suficientemente “ricas” para mantener el atractivo de las generaciones tal como lo hace el marxismo. El islamismo posee un peso intelectual porque afirma estar basado en la rica herencia histórica e intelectual del Islam, pero como resultado, solo puede hablarles a los musulmanes.
Debido a que el islamismo está intrínsecamente ligado al Islam, la lucha ideológica contra este debe concentrarse dentro del mundo musulmán. Hasta que suficientes musulmanes decidan que la guerra no vale la pena, el islamismo militante podrá reclutar nuevos seguidores sin importar cuántas derrotas sufra.
¿Cómo terminará la guerra?
El reemplazo del régimen islámico en Irán y la drástica reducción en la exportación del salafismo por parte de Arabia Saudita y otros significaría el final de la guerra como la conocemos ahora. La guerra pudiera continuar si Turquía o Pakistán se unen a Irán. Pero cuando no exista un peligro sustancial de que Turquía, Pakistán o cualquier otro país musulmán grande pasen a estar bajo el control de los islamistas, no habrá ninguna razón para que Occidente se considere a sí mismo en pie de guerra.
Después del final de la guerra, todavía habrá una inestabilidad significativa en el Medio Oriente. Varios estados anteriores no tendrán gobiernos y, por lo tanto, los terroristas individuales tendrán sus lugares para esconderse. Tomará al menos una generación antes de que se logre un gobierno estable y efectivo en toda la región. Las dictaduras, principalmente las militares, muy probablemente gobernarán gran parte del Medio Oriente durante una generación adicional. El final de la guerra islamista no terminará con los violentos esfuerzos de los musulmanes por hacerse del control de Nigeria y de otros países africanos, ni tampoco con los esfuerzos para “restaurar” a Israel al control musulmán.
¿Qué influirá en las decisiones de los musulmanes en unirse o apoyar una guerra religiosa en contra de Occidente? No es probable que haya un debate intelectual sobre el significado del Islam y sobre lo que se requiere de aquellos que son fieles. Más bien, a largo plazo, el tema decisivo será si el Islam militante puede realmente tener éxito. La mayoría de la gente quiere estar del lado ganador. La derrota esperada también tiene un significado religioso.
El otro tema crítico es cuántos musulmanes creen que el Islam está siendo atacado por Occidente. El principal objetivo a largo plazo en la lucha contra el Islam militante es influir sobre los acontecimientos para convencer a más musulmanes de que el Islam no está siendo atacado, que la guerra contra Occidente no se puede ganar y que sacrificar sus esperanzas por una vida mejor para apoyar la guerra sería en vano.
Un dilema fundamental que enfrenta el Islam militante es que si solo realiza ataques en menor escala contra Occidente, no parece que pueda obtener ninguna victoria. Pero es muy probable que ataques de gran envergadura si motiven a Occidente, Estados Unidos en particular, a combatir fuertemente contra el Islam belicoso. Esto crea una situación que conocemos como la de no ganar para los islamistas. Estos demostrarán que no son lo suficientemente fuertes como para atacar al tigre o si no, atacarán al tigre y serán devorados.
Por lo tanto, la guerra terminará cuando muchos en el mundo musulmán decidan que la guerra islamista contra el mundo no-musulmán no se puede ganar y que perjudica la capacidad de los musulmanes de construir vidas modernas para ellos y sus familias. ¿Qué estado gobernado por los islamistas puede constituir un modelo a seguir que los musulmanes comunes admiren y desean emular? Turquía fue un ejemplo de éxito musulmán, pero se está convirtiendo en una vergüenza. En la Irán islamista, la prostitución y el abuso de drogas han aumentado dramáticamente y mucha menos gente asiste a las mezquitas hoy que antes de que Jomeini llegase al poder. Donde sea que el Islam radical esté en el poder o sea fuerte, los musulmanes de todo el mundo solo ven problemas. Parece muy poco probable que esta experiencia cambie. Los shahids pueden ser héroes, pero estos no pueden ser signos de victoria. Mientras los héroes del islamismo sean shahids, esto está demostrando que no puede ganar. La matanza de cientos o miles de infieles al año en los países occidentales probablemente no haga creer a los musulmanes que se apoderarán del mundo, a menos que no haya absolutamente ninguna respuesta de Occidente, o a menos que un país occidental tras otro se convierta en territorio musulmán.
Reprimir a la disidencia musulmana y su propósito
Una característica importante del conflicto interno a largo plazo dentro del Islam es que los islamistas reprimen a los líderes y pensadores musulmanes que se oponen a la guerra contra Occidente. Como resultado, el debate público musulmán interno, especialmente fuera de Asia, ha sido en gran parte unilateral porque la mayoría del otro lado teme hablar de ello. Un momento crucial será cuando las comunidades musulmanas decidan que ya no es aceptable reprimir las voces no-islamistas. Existen razones para pensar que reprimir depende de la aceptación tácita de las comunidades musulmanas y cuando esa aceptación es retirada, la represión se debilitará gradualmente y se volverá menos efectiva.
Los no musulmanes no pueden tomar parte seria en este debate crítico. La influencia más útil que tienen es al derrotar todos los esfuerzos violentos contra Occidente y al demostrar que creen en los valores occidentales y no se dejarán vencer. La mejor forma en que los extraños pueden ayudar a los moderados en contra de los extremistas es abstenerse de hacer concesiones y vencer su violencia. Los éxitos del Islam militante hacen que sea más difícil para los musulmanes moderados superar el atractivo de los islamistas.
La guerra pudiera ser peor
Si bien la guerra pudiera ser mucho menos problemática de lo que ha sido en los últimos años, también pudiera ser mucho más dañina, de dos maneras. Los islamistas pudiesen muy bien adquirir armas nucleares o biológicas y utilizarlas, y más gente en el mundo musulmán pudiera unirse a la lucha contra Occidente y multiplicar el nivel de terrorismo.
Por el momento, solo Irán es el país que está siendo controlado por islamistas comprometidos con el yihad y el régimen islamista ha sido muy cauteloso, centrado en afirmar la hegemonía de Irán en todo el Medio Oriente en lugar de atacar a Estados Unidos o Europa antes de adquirir poderío nuclear. Este casi siempre cuida operar a través de agentes estados en lugar de sus propias fuerzas. Mientras el Islam militante solo controle a países pequeños, el daño que puede hacer está limitado por la posibilidad de que esos países pequeños puedan ser conquistados. Pero Estados Unidos no puede hacerse cargo de los grandes países musulmanes como Irán, Turquía o Pakistán. Este debe utilizar medidas políticas más limitadas para influir sobre ellos.
En el caso de un flujo constante de ataques terroristas islamistas en los Estados Unidos y Europa Occidental, incluyendo una cadena de ataques masivos a la manera del 11-S o peor, las actitudes públicas hacia el conflicto y hacia los musulmanes en general cambiarían radicalmente. Estados Unidos pasaría de ser excesivamente “comprensivo” hacia los musulmanes a ser excesivamente sospechoso y punitivo. Es probable que se levanten importantes barreras entre los países occidentales y musulmanes y la vida se haría mucho más difícil para los ciudadanos musulmanes de Occidente. El conflicto con el islamismo se volvería mucho más doloroso y costoso para ambas partes, especialmente para los musulmanes. Y la guerra sería una característica mucho más importante para la vida internacional de lo que ha sido hasta ahora.
Guerra defensiva ante la percepción musulmana
La guerra ideológica islamista contra Occidente es una guerra ofensiva por el control del mundo. Pero también es una guerra defensiva de los musulmanes que creen que Occidente ataca al Islam y que el Islam debe “defenderse”. La mayoría de los líderes islamistas comprende la naturaleza ofensiva de su programa, pero las percepciones sobre un diseño occidental deliberado para debilitar o destruir al Islam son también una parte central de su pensamiento. No existen esperanzas de convencerlos de que Occidente no quiere destruir el Islam. Estos deben ser combatidos y derrotados.
La supuesta “actitud defensiva” de la guerra islamista contra Occidente no es solo falacia o paranoia. Muchos musulmanes comunes consideran que su religión está siendo atacada por una o más de las siguientes razones:
- Las tropas occidentales han estado combatiendo contra los musulmanes en los países árabes y Afganistán. Debido a que la lucha contra el terrorismo es más efectiva si a los terroristas se les pueden negar refugios seguros. Por lo tanto, ha habido una intervención militar occidental para prevenir o destruir tales refugios, y una presencia continua para evitar que reemerjan. Pero inevitablemente muchos musulmanes ven las acciones de prevenir refugios seguros por Occidente como un ataque contra el Islam. Deducen sus conclusiones acerca de ser atacados por el hecho de que existen tropas occidentales en países musulmanes, pero no tropas musulmanas en los estados occidentales. Aunque muchos musulmanes reconocen que mientras las tropas occidentales están combatiendo contra los musulmanes, a menudo lo hacen en apoyo a otros musulmanes y en los Balcanes combatieron por los musulmanes en contra de los cristianos.
- La creación de Israel por parte de Occidente, un estado judío, en “territorio anteriormente musulmán”. No importa si fue la Liga de Naciones o su sucesor las Naciones Unidas que reconoció el derecho judío a la condición de estado en la patria ancestral judía. Israel y el judaísmo son parte del mundo occidental (no musulmán) e Israel vive en tierras que han sido tierras musulmanas durante muchas generaciones. Ninguna imparcialidad occidental entre Israel y los palestinos, o incluso el apoyo a la causa palestina, pueden exculpar la responsabilidad occidental por la existencia de Israel. Esta queja musulmana antioccidental solo podía ser mitigada por la transformación de Israel en un estado musulmán.
- Los intentos occidentales de imponerle “derechos a la mujer” y otros valores occidentales en los países musulmanes. Mientras los occidentales pueden no verse a sí mismos teniendo un programa para obligar a los musulmanes a reformar su religión, no pueden afirmar que su política hacia el Islam no es nada más que “vivir y dejar vivir”. Gran parte de Occidente participa en una campaña por los derechos de la mujer y los homosexuales y la superioridad de la democracia liberal, considerada por los musulmanes como una antítesis de sus preceptos religiosos y formas de vida tradicionales.
- Difundir los valores occidentales “decadentes” (por ejemplo, el liberalismo sexual) en todas las sociedades musulmanas a través de películas, televisión y otros agentes de la cultura occidental. Además, la penetración de los hábitos y estilos de vida occidentales “inmorales y decadentes”, propagados por los medios de comunicación y de entretenimiento, son ampliamente considerados una amenaza a algunos de los valores fundamentales del Islam. Este argumento no tiene el poder de fuego emocional del grito “Los musulmanes están siendo asesinados”, pero tiene la ventaja de ser mucho menos ambiguamente cierto. Los valores que muchos musulmanes ven como partes importantes del Islam se ven indudablemente amenazados por el ejemplo y el atractivo de Occidente, tal como lo están algunos valores occidentales tradicionales.
- La decadencia del Islam y el pensamiento conspirativo consecuente. La percepción de la agresión occidental también puede provenir de la simple realización de la evidente brecha entre la omnipotencia imperial del Islam del pasado y el progreso y su desdichado estado actual, rezagado en gran parte del mundo en muchos aspectos clave. Esto puede llevarnos a preguntar autocompasivamente” ¿quién nos pudo haber hecho esto a nosotros?” y la creencia de que la enemistad occidental debe ser la causa del declive del Islam.
Mitigar los temores del musulmán a los ataques de Occidente contra el Islam
Los mayores costos de la lucha hasta ahora provienen de algunos de los esfuerzos que ha realizado Occidente para prevenir refugios seguros a los terroristas. Una estrategia diferente sería utilizar medidas que no sean el enviar ejércitos occidentales para eliminar dichos refugios seguros.
El siguiente tema es el cómo las naciones occidentales hablan acerca del terrorismo y la lucha contra ello. Los islamistas insisten en que Estados Unidos está en contra del Islam, independientemente de lo que digan sus gobiernos. La pregunta es si esta afirmación se volverá más convincente si los Estados Unidos hablan de una manera más realista sobre la relación del islamismo y ciertas ideas islámicas con el terrorismo.
Los presidentes Bush y Obama creían que conectar el islamismo con el terrorismo crearía un peligro demasiado grande. Ambos hicieron un esfuerzo para describir el Islam como una religión pacifica; y el anterior presidente Obama incluso ordenó que nadie del ente ejecutivo estadounidense mencione alguna vez que el islamismo o el Islam poseen alguna conexión con cualquier ataque terrorista. De esta manera, por ejemplo, cuando en noviembre, 2009 el psiquiatra militar palestino-estadounidense Mayor Nadal Hassan asesinó a trece personas e hirió a otras 43 en una base militar de Texas ante los gritos de “Allahu Akbar”, un informe del Departamento de Defensa trató la masacre como un acto de violencia laboral. Cuando en agosto, 2014 Hassan le escribió al auto-nombrado califa de ISIS Abu Bakr Baghdadi solicitándole “formal y humildemente” convertirse en ciudadano de su autoproclamado califato, la administración permaneció visiblemente muda.
El Presidente Trump, en su discurso de mayo, 2017 en la cumbre de 53 países musulmanes en Riad, utilizó un enfoque audaz y algo sutil al respecto. Una parte importante del discurso fue dedicada a instarle a los líderes musulmanes a los que se dirigía a actuar enérgicamente contra el “terrorismo” y el “extremismo” y diciendo que ellos, los países musulmanes, tenían una responsabilidad muy especial de tratar el problema. Su mayor énfasis fue instar a los líderes musulmanes a “expulsar” a los (extremistas violentos). El contexto claramente implicaba una relación entre el Islam y el problema del terrorismo, pero solo una vez utilizó las palabras “terrorismo islamista”. (“Eso significa confrontar honestamente la crisis del extremismo islamista junto al extremismo y los grupos terroristas islamistas a los que estos inspiran”). Trump mostró que incluso hablándole a una gran audiencia de líderes musulmanes no temía reconocer las causas del terrorismo. Al mismo tiempo, fue lo suficientemente discreto como para evitar ofensas innecesarias al utilizar la palabra “islamista” en una sola frase. Este enfoque parecía eficaz en evitar grandes reacciones violentas o algún rechazo manifiesto a su postura. Es tal vez una demostración de que las declaraciones de los gobiernos occidentales no tienen que ser lógicamente consistentes. Estas pueden tener clara la naturaleza de la ideología islamista sin hacer que el centro del mundo musulmán sienta que la religión del Islam está siendo atacada.
Un obstáculo importante que inhibe la capacidad de resistir el ataque ideológico del islamismo es el lema de la “islamofobia”. El temor excesivo o la animosidad perjudicial al Islam y a los musulmanes deben ser condenados como otras formas de prejuicio religioso, racial o étnico. Pero la acusación de “islamofobia” contra cualquier crítica al Islam o a los musulmanes, por específico, verdadero y relevante que sea, se ha convertido en el arma política crítica de los islamistas y sus seguidores, ampliamente aceptada por académicos, medios de comunicación e importantes sectores de la opinión política.
Para enfrentar el desafío ideológico islamista, los gobiernos y liderazgos occidentales deben dejar de otorgarle legitimidad y ayudar a las organizaciones musulmanas locales dominadas por islamistas tales como el Consejo de Relaciones Islámicas Estadounidenses (CAIR), la Sociedad Islámica de Norteamérica (ISNA) y el Consejo de Asuntos Públicos Musulmanes (MPAC).
El gobierno estadounidense decidió correctamente realizar grandes esfuerzos para aumentar el entendimiento y las relaciones amistosas con los musulmanes estadounidenses. Desafortunadamente fue engañado para que trabajara con las organizaciones musulmanas equivocadas. En los últimos 40 años, la Hermandad Musulmana y otros grupos islamistas han llevado a cabo un programa masivo, bien financiado y exitoso para obtener el control de las organizaciones musulmanas estadounidenses más prominentes junto al de las principales mezquitas. Estas organizaciones utilizaron su acceso al gobierno y el control de las mezquitas para paralizar a los musulmanes genuinamente moderados y tildar a los disidentes musulmanes junto a su lineamiento de “islamófobos”. El gobierno británico cometió el mismo error.
Rechazar a los islamistas no significa rechazar a nadie que desafíe las políticas occidentales o las considere anti-éticas a los musulmanes. La guerra ideológica islamista contra Occidente y la democracia liberal no requieren sacrificar la larga tradición estadounidense de respetar el derecho a disentir de la política gubernamental. Lo que se necesita es una decisión por parte del gobierno de que la Hermandad y grupos afines no reciban ningún tipo de apoyo o respaldo de los gobiernos occidentales. La lucha política para identificar correctamente a las organizaciones enemigas de Occidente debe ser ganada antes de que las comunidades musulmanas locales puedan elegir realmente sobre quiénes o qué apoyan políticamente.
Si bien la mayoría de las discusiones en el mundo musulmán le prestan poca atención a los hechos, existe un discurso racional sobre el tema de la política internacional que pudiera verse afectado por las declaraciones oficiales de los Estados Unidos sobre el islamismo. La desafortunada realidad es que incluso si Washington habla y actúa de una manera totalmente racional y razonable para protegerse a sí mismo de los ataques terroristas islamistas, muchos musulmanes verán tales acciones defensivas como parte de un ataque estadounidense y occidental contra el Islam. No importa qué tan cuidadosos sean los gobiernos occidentales en distinguir entre el islamismo y la religión del Islam, la mayoría de los musulmanes interpretará las acciones estadounidenses contra el islamismo como ataques contra el Islam.
Hablar muy cuidadosamente puede ayudar, pero uno no puede confiarse de que tendrá éxito. No está claro hasta qué punto dicha conversación afecta realmente el comportamiento musulmán. Evitar las acciones contra islamistas y terroristas por temor a ser vistos como anti-Islam no puede llegar demasiado lejos sin paralizar la seguridad y dar la impresión de que a Occidente se le ve asustado y vulnerable. Las decisiones por parte de Occidente sobre el protegerse a sí mismo contra el ataque del islamismo son más importantes de lo que los gobiernos occidentales dicen sobre el islamismo y su guerra.
El Dr. Max Singer, fundador y miembro destacado del Instituto Hudson, es antiguo miembro del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat