En lugar de comenzar la batalla contra el terrorismo nombrando su fuente ideológica que es el “Islam radical”, demasiadas voces en Occidente insisten en un elaborado eufemismo o una negación intencional a fin de evitar ser calificados de islamofóbos. Israel no emplea semejantes ilusiones, gracias en gran parte a una familiaridad con las costumbres y perspectivas de sus vecinos que ha llegado con la proximidad a ellos. Esta propia familiaridad y el reconocimiento de las diferencias constituyen un elemento de tenacidad global de la sociedad.
Entre las numerosas distinciones que separan a Israel y los países occidentales en lo que respecta a la lucha contra el terrorismo, una característica se destaca como paradójica. Esta se deriva de la proximidad histórica entre árabes y judíos en Israel. La lección de este modelo de familiaridad-proximidad constituye un enfoque potencialmente útil para las sociedades más allá de las fronteras de Israel que se enfrentan a la amenaza del terrorismo.
Con las expresiones violentas del rechazo de los palestinos a la soberanía judía, los israelíes consideran la renuencia europea de etiquetar la naturaleza de la amenaza que enfrentan por su verdadero nombre, el ‘Islam radical’, con la creencia que lo hacen bajo su propio riesgo.
A la manera de ver de Israel, la tendencia a reclinarse hacia atrás a fin de no ser etiquetados como islamófobos es una noción políticamente correcta que Occidente no puede permitirse. Por el contrario, los servicios de seguridad y de inteligencia israelíes emplean la elaboración de perfiles étnicos de forma liberal y sin disculpas en el incesante esfuerzo por identificar y detener a los posibles terroristas y a sus cómplices. Israel tampoco posee las opciones de banlieue “zonas prohibidas”, o de tratar a las poblaciones musulmanas radicalizadas en su medio ambiente con delicadeza. Las unidades elite de la FDI llevan a cabo operaciones dirigidas a arrestar a los sospechosos, con incursiones que se extienden por toda la Autoridad Palestina cuando estas son solicitadas.
Aun así, al mismo tiempo esta situación existe dentro de una familiaridad que puede parecer desconcertante, dado el contexto. La interacción situacional árabe-judía tiene lugar en el lugar de trabajo, en los desplazamientos diarios en autobuses y carreteras, dentro del comercio, supermercados, gasolineras y centros comerciales, en las instalaciones universitarias y, por supuesto, en los hospitales y clínicas médicas.
La Realidad Contra-intuitiva
Esta interfaz es notable en dos aspectos. Primero, la mezcla omnipresente de judíos y árabes en la sociedad israelí es contra-intuitiva si se tiene en cuenta las constantes amenazas a la seguridad que emanan de las ciudades y barrios palestinos. Segundo, esta contrasta fuertemente con la impresión generalizada en muchos círculos en el extranjero que los árabes en Israel y los territorios son tratados de mala manera, cuando en realidad la preocupación activa por su sector está bien documentada. ¿Sería la atención sanitaria israelí el destino elegido de muchos residentes de Gaza, Judea y Samaria, incluyendo a familiares de miembros del liderazgo de Hamás y de la Autoridad Palestina, si no fuera por la calidad y humanidad de la atención que reciben en los hospitales israelíes?
Para estar seguros, la interacción judío árabe incluida en la legislación israelí está destinada a implementar la igualdad de la atención y el acceso a los servicios públicos y cívicos hace avanzar un interés estratégico que es claramente israelí, es decir, el deseo de normalización y aceptación entre sus vecinos, mientras que los motivos de la integración en Israel pueden provenir de intereses enteramente diferentes, tales como el objetivo de acumular influencia en el proceso de toma de decisiones del país para avanzar en las agendas sectarias.
Independientemente del motivo, sin embargo, la interacción es un hecho en la vida cotidiana. El contacto de larga data ha producido un conocimiento básico de las costumbres árabes y musulmanas entre prácticamente todos los judíos israelíes, con el conocimiento de las diferencias culturales. El resultado es una coexistencia clara funcional a nivel cívico; a menudo cordial dentro de un nivel personal. Esta maneja soportar complejidades causadas por episodios de terrorismo y tensiones climáticas durante períodos de conflicto abierto con organizaciones terroristas. Junto a una cultura que alberga elementos que descaradamente rechazan a Israel, cuya incitación al terrorismo es demasiado a menudo disimulada en el lenguaje y las imágenes del Islam radical, los judíos y los árabes se mezclan y conviven.
Contrasten esto con la difícil incoherencia que ha marcado la campaña antiterrorista de Occidente, particularmente dentro de las sociedades europeas a raíz de las migraciones masivas desde las zonas de guerra del Medio Oriente. Esta inconsistencia es vista en el tempestuoso acto de equilibrio entre combatir el terrorismo inspirado por el Islam y esquivar las acusaciones de islamofóbia.
Imagen: Abdullah Siam, quien vino de la Franja de Gaza, es examinado por el Dr. Lior Sasson en un hospital israelí el 28 de enero, 2009. Siam fue llevado al centro médico para repararle un agujero en su corazón a través del ‘Save a Child’s Heart’ (Salva el Corazón de un Chico), un proyecto con base en Israel que trata a chicos que sufren problemas cardíacos. (Foto de la AP/Tara Todras-Whitehill)
Una controversia provee una ilustración: los israelíes, muy familiarizados con los códigos tradicionales de vestimenta de recato entre ambos musulmanes y judíos, siguieron muy de cerca los titulares del “burkini” de este verano con mucho desconcierto. ¿Por qué crear un problema con la vestimenta tradicional? ¿Aumenta o disminuye la seguridad europea con el tema de la vestimenta personal? ¿Puede un traje de baño “transmitir lealtad a los movimientos terroristas”, tal como ha afirmado un funcionario en la ciudad en Cannes? El llamado de la Canciller alemana Ángela Merkel a prohibir los burkas “donde sea legalmente posible” meses después, en un discurso anunciando su decisión de postularse para un cuarto mandato como canciller, recibió aplausos estruendosos.
Estos ejemplos indican que los líderes europeos, al parecer encuentran en los burkas un punto de reunión conveniente para sus distritos electorales, compensando plausiblemente la renuencia de notar los rasgos explícitos yihadistas del terrorismo que estos han experimentado.
De hecho, una defensa en poner un freno a cualquier mención del Islam en relación con el terrorismo vino de un no europeo: el ex-Secretario de Prensa de la Casa Blanca Josh Earnest advirtió: “Si respondemos a esta situación [terrorismo cometido por inmigrantes islámicos radicalizados] calumniando a millones de personas que se adhieren a una religión en particular, o si aumentamos nuestra sospecha a individuos que practican una religión en particular, es más probable que contribuyamos a actos de violencia en lugar de prevenirlos”.
En otras palabras, la simple mención de un vínculo entre los perpetradores del terrorismo y sus inclinaciones ideológicas causará por sí mismo más terrorismo.
En otro ejemplo de crítica políticamente correcta del discurso de la canciller alemana, un durísimo editorial del Times de Nueva New York hizo explícita esta conexión, acusando a Merkel de cruzar la línea con el fanatismo: “El verdadero peligro no es el velo – este no representa ninguna amenaza – sino el fanatismo de aquellos que lo han convertido en un símbolo de su propio miedo y odio” y añadió: “El aplauso entusiasta que saludó las observaciones de la Sra. Merkel sobre la prohibición fue sobre islamofóbia y no una grave preocupación de seguridad sobre una forma rara de vestir”.
Por otra parte, la audiencia de Merkel, al igual que muchos interesados en Europa y en otros lugares, reconoce la necesidad de examinar el tema de frente. Sus motivos pueden no ser el fanatismo tanto como los recientes picos en incidentes relacionados con inmigrantes que apuntan a amenazas tangibles personales y de seguridad. ISIS puede y ha plantado terroristas dentro de las oleadas de refugiados inocentes. Francia ya ha sufrido ataques masivos por parte de agentes de ISIS, algunos de los cuales habrían llegado a París por rutas de tránsito seguidas por los refugiados. Alemania sufrió su primer atentado suicida el verano pasado cuando un ciudadano sirio se detonó a sí mismo en Ansbach, Baviera. Posiblemente, el no denominar a los perpetradores terroristas como yihadistas radicales hace injusticia a los musulmanes respetuosos de la ley que desean distanciarse de los radicales islamistas.
La otra cara de la Yihad
El Día de Año Nuevo 2015-2016, fue testigo de una ola de “agresiones sexuales masivas” en las principales ciudades alemanas y austriacas (casi 400 esa noche en Colonia). Los ataques fueron perpetrados por grupos de hombres identificados como inmigrantes; incrementos subsiguientes en la violencia de pandillas en relación al sexo junto a ataques físicos también se registraron en los países vecinos. Funcionarios vincularon los asaltos a la rápida afluencia de refugiados en el 2015. Sin embargo, los medios de comunicación locales y nacionales denunciaron estas violaciones (algunos medios de comunicación rutinariamente se niegan a nombrar a los perpetradores como musulmanes o de origen árabe) hasta que cientos de mujeres abrieron expedientes de quejas ante la policía.
Ciertamente, el acoso sexual y los asaltos son cometidos por europeos y no-musulmanes por igual. Pero, al documentar el “vasto patrón diferente de acoso sexual y violaciones en el mundo musulmán”, la autora Phyllis Chesler ha observado características comunes de ataques contra mujeres a los que se apuntan como “inmorales”. Estas “violaciones masivas públicas por bandas representan otro rostro del yihad” y del terrorismo islamista.
Los israelíes, conscientes de la cultura de ‘honor’ y sus más oscuras manifestaciones en la sociedad árabe israelí y palestina, respondieron a los informes de esta ola de asaltos sexuales con repulsión, pero con poca sorpresa. La moderación europea de afrontar las amenazas directamente vinculadas a su contexto islámico hace que la mayoría de los israelíes lo vea como absurda y totalmente irresponsable.
La percepción israelí a las costumbres sociales y culturales árabes y musulmanas implica un rechazo a las ilusiones inherentes al relativismo cultural practicado por muchos en Occidente. Este implica el claro reconocimiento a las perspectivas que pueden generar terrorismo. El reconocimiento de estas diferencias como dato provee bases para la interacción entre los pueblos y parte del proceso a largo plazo hacia la coexistencia. Más importante aún, esta atención constituye un elemento vital en el poder de recuperación global de la sociedad israelí, un componente invaluable en la larga lucha contra el terrorismo. Esta se encuentra en una de las lecciones ganadas por Israel con muchos esfuerzos y le ofrece a Occidente una ventaja vital en los retos a los que este se enfrenta ahora.
Jennifer Rosquéis trabaja en el Centro Jerusalén para Asuntos Públicos como jefe de personal. Fue asesora principal de Dore Gol en la Oficina del Director General
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