Un esmerado esfuerzo saudita, apoyado por los Emiratos Árabes Unidos, con el propósito de arrebatarle el control de los lugares sagrados del Islam a Jordania en Jerusalén señala una ventaja mucho más aguda y abierta a la diplomacia religiosa saudita. La búsqueda de una hegemonía regional por parte del reino corre el riesgo de profundizar más divisiones dentro del mundo musulmán.
El esfuerzo de los sauditas por tomar el control de los lugares sagrados del Islam en Jerusalén sirve, entre otras cosas, para apoyar el plan del Presidente Donald Trump a una resolución del conflicto palestino-israelí, un plan que ha dividido al mundo musulmán incluso antes que este se haya hecho público oficialmente y que ha sido opacado por el reconocimiento de la administración Trump a Jerusalén como la capital de Israel.
Al menos, Arabia Saudita tiene esperanzas – a riesgo de desestabilizar Jordania, donde los palestinos representan al menos la mitad de las casi 10 millones de personas que viven en el país – a que depongan su resistencia a la iniciativa Trump.
El enfoque de Riad y de los Emiratos Árabes Unidos sobre Jerusalén tiene amplias implicaciones regionales, ya que estos combaten actualmente contra Turquía por adueñarse del tema Jerusalén. Ambos países han intentado minimizar la importancia de dos cumbres islámicas en Estambul convocadas por Turquía para contrarrestar el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén por parte de la administración Trump.
Turquía y los estados del Golfo también desacuerdan sobre el boicot económico y diplomático liderado por Arabia Saudita y los EAU a Qatar y su política hacia Irán.
El esfuerzo impulsado por la geopolítica y el poder constituye un cambio notable en la diplomacia religiosa saudita, que durante gran parte de las últimas cuatro décadas implicó una campaña de diplomacia pública de 100 billones de dólares para promover globalmente el ultra-conservadurismo sunita. Recientemente, Arabia Saudita ha buscado proyectarse como un faro de luz y tolerancia, de diálogo interreligioso y de una forma no identificada de Islam moderado.
Riad no ha anunciado oficialmente su búsqueda para arrebatarle el control del Monte del Templo a Jordania, sede de la Mezquita Al-Aqsa, el tercer lugar más sagrado del Islam luego de Meca y Medina, pero las evidencias se acumulan ante el contexto de relaciones cada vez más estrechas entre Israel, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin.
Mostrando el potencial financiero del reino, el Rey saudita Salman dijo en una cumbre árabe en abril en Dhahran que donaba $150 millones para apoyar los lugares sagrados del Islam en Jerusalén. La donación contrarresta una plenitud de legados turcos a organizaciones islámicas en Jerusalén junto a esfuerzos para adquirir bienes y raíces.
Pero a diferencia de Arabia Saudita, Turquía puede capitalizar el hecho que este mantiene relaciones diplomáticas con Israel para organizar giras islamistas a la ciudad. Miles de seguidores turcos del Partido Justicia y Democracia (AKP) del Presidente Recep Tayyip Erdogan visitaron la ciudad el año pasado. Activistas turcos supuestamente participaron en las protestas del año pasado en el Monte del Templo.
Al aprobar o acordar con su poderoso hijo, el Príncipe Heredero a la Corona Muhammad bin Salman, quien ha expresado su apoyo a Trump y su empatía con las posturas israelíes, el Rey Salman denunció la “invalidez e ilegalidad” de la decisión estadounidense de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel.
Arabia Saudita, en oposición a la dotación jordana que administra el Monte del Templo, respaldó el año pasado la instalación de detectores de metales que realizó Israel tras un ataque que asesinó a dos policías israelíes.
Algunos jordanos vieron el respaldo saudita como precursor de un acuerdo respaldado por Estados Unidos con Israel que le daría a los estados del Golfo un punto de apoyo en el Monte del Templo permitiéndole al personal saudita y de los Emiratos Árabes Unidos que sean apostados en sus diferentes entradas.
Según Kamal Khatib, líder islamista árabe israelí, así como también los informes de los medios de comunicación árabes, los Emiratos Árabes Unidos, en competencia con Turquía, están tratando de comprar terrenos adyacentes al Monte del Templo. Khatib afirmó que los Emiratos Árabes Unidos operan a través de un asociado de Muhammad Dahlan, un ex-jefe de seguridad palestino en Abu Dabi quien posee ambiciones presidencialistas.
Jordania y Arabia Saudita se enfrentaron en diciembre durante una reunión de la Unión Inter-Parlamentaria Árabe cuando el reino intentó desafiar la custodia de los lugares sagrados que ejerce Jordania en Jerusalén.
Arabia Saudita, junto a los Emiratos Árabes Unidos y Kuwait, prometieron donar 2.5 billones de dólares a Jordania tras las masivas protestas anti-gubernamentales que sacudieron el país a comienzos de este año en un intento por obtener influencia e impedir que este recurra a Turquía en busca de ayuda.
Al-Monitor citó a Raed Daana, ex-director de orientación y predica de la Junta Directiva de la Mezquita Al-Aqsa, quien dijo que Arabia Saudita había invitado secretamente a notales musulmanes palestinos en un intento por obtener apoyo a una toma de poder saudita.
Se cree además que funcionarios sauditas están presionando al Presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas para que les permita a los estudiosos islámicos sauditas visitar Palestina. En un hecho poco común Iyad Madani, ciudadano saudita y secretario general de la Organización de Cooperación Islámica (OCI) compuesta de 57 naciones en Jeddah, visitó el Monte del Templo en enero.
Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos han utilizado a Bahréin, un estado financieramente débil cuya familia gobernante fue apoyada en el 2011 por la intervención de una fuerza militar dirigida por Arabia Saudita para contrarrestar una revuelta popular, como un frente para algunas de sus propuestas dirigidas hacia Israel.
Bahréin, que recientemente le concedió la entrada a una delegación israelí para que participe en una reunión de la UNESCO, ha estado a la vanguardia de la diplomacia religiosa de los países del Golfo y a la propagación del diálogo interreligioso.
La única presencia oficial de Israel en el Golfo es su misión radar ante la Agencia Internacional de Energía Renovable en Abu Dabi, la cual es ampliamente vista como la embajada del estado judío en la región.
Un prominente rabino estadounidense Marc Shneier y el reverendo evangelista Johnnie Moore, miembro del consejo consultivo de fe de Donald Trump, fueron invitados a una cena en Washington en mayo organizada por la Embajada de Bahréin. El reverendo Moore encabezó una delegación de líderes empresariales y cívicos bahreiníes y expatriados en una visita a Israel en diciembre pasado, días después de que Trump reconociera a Jerusalén como la capital del estado judío.
La recepción palestina a la delegación sugiere que los esfuerzos de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos para ganarse un apoyo religioso impulsado por la geopolítica en Jerusalén pueden no ser directos. Los guardias palestinos prohibieron a la delegación entrar en el Monte del Templo mientras los manifestantes en Gaza bloqueaban su visita a la Franja.
El miembro del comité ejecutivo de la Organización de Liberación para Palestina (OLP) Hanan Ashrawi dijo en un comentario sobre la visita que pudo haberse aplicado al esfuerzo general de Arabia Saudita y de los Emiratos Árabes Unidos: “No creo en todo este enfoque meloso de que ‘estamos aquí para mostrar tolerancia’. Entonces márchense a casa y muestren tolerancia allá en casa”.
El Dr. James M. Dorsey, antiguo asociado no-residente en el Centro BESA, es miembro destacado de la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam en la Universidad Tecnológica Nanyang de Singapur y codirector del Instituto de Cultura del Fan en la Universidad Würzburg.