En octubre de 1917, cuando las fuerzas británicas llegaron a las puertas de Jerusalén, las autoridades otomanas declararon una serie de pasos draconianos que tenían como objetivo destruir a la comunidad judía en Palestina (el Yishuv). Si los turcos hubiesen sido expulsados de Palestina, estos hubiesen amenazado a Djemal Pasha, gobernador del Levante y uno de los triunviros que dirigieron el Imperio Otomano durante la Primera Guerra Mundial, siendo que ningún judío hubiese vivido para darle la bienvenida a las fuerzas británicas.
Imagen: El 12 de agosto, 1918 el Gran Visir Talaat Pasha emitió una declaración oficial otomana expresando simpatía “por el establecimiento de un centro judío religioso y nacional en Palestina mediante una inmigración y colonización muy bien organizadas”.
Un poco menos que un año después, el 12 de agosto de 1918, el Gran Visir Talaat Pasha, co-triumviro de Djemal, emitió una declaración oficial en nombre del gobierno otomano aboliendo estas restricciones y expresando simpatía “por el establecimiento de un centro judío religioso y nacional en Palestina a través de una inmigración y colonización muy bien organizadas”.
Aunque fue emitida demasiado tarde para que tuviese algún efecto concreto, casi seis meses después de la conquista británica de Palestina y unos 80 días antes de la rendición otomana, el significado de la declaración no puede exagerarse. Aquí se hallaba el poderío musulmán más importante del mundo reflejando el reconocimiento del gobierno británico (a la Declaración Balfour de noviembre de 1917) al derecho judío por su renacimiento nacional en Palestina, algo que muchos estados musulmanes se niegan a reconocer hasta la fecha de hoy.
La Declaración Otomana
En una reunión realizada en Estambul el 12 de agosto de 1918, el Gran Visir Talaat Pasha le dio a Leopold Perlmutter, un empresario judío alemán y conocido personal de este, una declaración oficial en nombre del gobierno otomano. Formulada durante negociaciones de un mes con una delegación judía de 16 miembros encabezada por Perlmutter y compuesta por sionistas y no sionistas de Alemania, Austria y del Imperio Otomano, la declaración reconoció el derecho judío al renacimiento nacional y religioso en Palestina. “Me complace poder decirle que mis negociaciones con los delegados de varias organizaciones judías hace algún tiempo han conducido a un resultado verdadero”, escribió Talaat. La declaración continuó tal como sigue: “El Consejo de Ministros acaba de decidir, tras mis declaraciones a la delegación judía, levantar todas las medidas restrictivas sobre inmigración y asentamiento judíos en Palestina. Se han dado órdenes estrictas a las autoridades pertinentes para garantizar un tratamiento benévolo a la nación judía en Palestina basadas en la total igualdad con los otros elementos de la población.
Respecto a mi invitación a varias organizaciones judías, declaro una vez más, tal como ya lo hice con la delegación judía, mis simpatías por el establecimiento de un centro judío religioso y nacional en Palestina a través de una inmigración y asentamientos muy bien organizados, porque estoy convencido de la importancia y beneficios del asentamiento de judíos en Palestina para el Imperio Otomano. Estoy dispuesto a proteger fuertemente esta labor bajo supervisión del Imperio Otomano y promoverlo por todos los medios compatibles con los derechos soberanos del Imperio Otomano y que no afecten los derechos de la población no-judía. Tengo la firme convicción de que la comisión especial, que será designada para diseñar un proyecto detallado a este trabajo, completará en breve su labor. Estaré feliz de ver a la delegación aquí de nuevo para continuar con las conversaciones”.
En una carta al embajador alemán en Estambul, Johann-Heinrich von Bernstorff, Perlmutter afirmó que la redacción de la declaración (que este adjuntó para ser examinada detenidamente por el embajador) era más o menos idéntica al comunicado original propuesto por la delegación judía con solo algunas modificaciones menores. También reveló que Talaat pidió que la declaración fuese publicada en la prensa occidental y de hecho, el 6 de septiembre, el diario de Londres The Jewish Chronicle, publicó una versión corta de la declaración:
Dirigiéndose a una conferencia de representantes de organizaciones judías en Europa Central en Constantinopla, Talaat Pasha el (Gran Visir) dijo: “Estoy muy contento de que mis negociaciones con los delegados de las diversas organizaciones judías ya hayan dado un resultado definitivo. Hemos resuelto eliminar todas las medidas restrictivas y abolir definitivamente las regulaciones restrictivas respecto a la inmigración y el asentamiento de judíos en Palestina. Le aseguro mi simpatía por la creación de un centro religioso judío en Palestina a través de una inmigración y colonización bien organizadas. Es mi deseo colocar esta labor bajo la protección del gobierno turco. Aplaudo la firme esperanza de que las labores de la Comisión Especial la cual fue enviada para elaborar un plan detallado se den por terminadas en breve”.
Si bien esta versión corta fue atenuada sustancialmente tras la declaración original de Talaat, hablando sobre “la creación de un centro religioso judío en Palestina” en lugar de “un centro judío religioso y nacional”, el diario dudaba de si el gran visir cumpliría su promesa de tener que adoptar la declaración como un proyecto de ley parlamentaria, dada la oposición generalizada a esta acción. Tal como se encontraban las cosas, esta discusión resultó puramente académica, ya que el Imperio Otomano se rindió a los Aliados el 30 de octubre de 1918 antes que se pudiera resolver el proyecto de ley. Los líderes turcos huyeron a Berlín, donde en marzo de 1921 un nacionalista armenio asesinó a Talaat en venganza por su papel en el genocidio armenio de 1915.
¿Por qué la Declaración?
A pesar de no haberse implementado, la declaración original de Talaat fue extraordinaria en dos aspectos claves: el religioso y el nacional. En el primer nivel, la promesa de tratar a la comunidad judía de Palestina sobre la base de una “igualdad total con otros elementos de la población” iba en contra del orden socio-político de las cosas que sustentaban la Casa del Islam, donde el poder político recaía sobre la mayoría musulmana mientras que las minorías no-musulmanas eran sujetos tolerados (o dhimmis), que gozaban de protección y autonomía en la práctica de sus temas religiosos aun así legales, institucionales y socialmente inferiores a sus gobernantes musulmanes.
Del mismo modo, la alusión misericordiosa hacia “la nación judía” y menos a la creación de un “centro nacional judío en Palestina”, fue contraria a la percepción milenaria de los judíos como una comunidad religiosa en lugar de un grupo nacional. Además, luego de haber sido expulsados de sus colonias europeas en el siglo XIX por las ya nacientes fuerzas del nacionalismo (que dieron lugar a los estados independientes de Grecia, Rumania, Bulgaria, Serbia, Montenegro y Albania), los otomanos resolvieron evitar recurrir a este fenómeno en sus provincias Afro-Asiáticas. De ahí que surgiera su brutal represión del despertar nacional armenio en la década de 1890, en la que perecieron unas 200.000 personas y miles más huyeron a Europa y Estados Unidos fue prueba de los horrores genocidas que aguardaban a los armenios durante la Primera Guerra Mundial. Estas atrocidades también presagiaban la represión del Yishuv a lo largo de la guerra, lo que se demostró más claramente por las expulsiones masivas de judíos de Palestina y el sostenido intento en la primavera hasta el otoño de 1917 en desarraigar a la comunidad de Tel Aviv-Jaffa.
Dado este escenario, es posible que Talaat supiera muy bien que nunca tendría que implementar la declaración, en especial Palestina que había estado bajo ocupación británica durante ocho meses. Sin embargo, en vista de la salida de Rusia de la guerra en marzo de 1918 en términos altamente favorables para la Triple Alianza (alemana-austríaca-otomana) y la ofensiva alemana en la primavera de 1918 junto al frente en Europa occidental, el resultado de la guerra permaneció sin decidir durante un tiempo.
En consecuencia, la declaración de Talaat fue políticamente relevante en lugar de puramente hipotética. Además de garantizar la seguridad de las comunidades judías en aquellas partes del imperio que todavía están en manos de los otomanos, le proporcionó a Estambul una carta potencialmente valiosa para las conversaciones de paz de la posguerra.
Imagen: Los otomanos trabajaron para reprimir al Yishuv e iniciaron expulsiones masivas de judíos de Palestina durante la Primera Guerra Mundial.
Más aun, la disposición de Talaat de romper los tabúes islámicos y otomanos, especialmente de manera declarada, al poner a los judíos a la par con sus contrapartes musulmanas y considerarlos como una nación merecedora de ejercer su auto-determinación, indicó su probable expectativa de obtener un favor sustancial por dicho favor. No fue coincidencia que, antes de la entrada de Estados Unidos a la guerra en abril de 1917, Talaat rechazara todos los ofrecimientos sionistas. Su postura comenzó a cambiar tras la entrada de Estados Unidos, ya que preveía las ganancias potenciales de reunir el “poder internacional verdadero o imaginado de los judíos del mundo” (que se cree es particularmente omnipotente en los Estados Unidos) detrás de la causa otomana. Estos iban desde evitar que Washington, que no le declaró la guerra a Turquía al unirse a la guerra, lo hiciera; en alentar al nuevo régimen bolchevique en Rusia a abandonar la guerra; obtener un mejor trato en las negociaciones de la posguerra, tal vez incluso recuperar el control de Palestina a cambio de concesiones propuestas a los judíos. En palabras del entonces embajador de Alemania en Estambul, Johann-Heinrich von Bernstorff: “Si no podemos recuperar Palestina con armas, alcanzaremos este objetivo diplomáticamente”.
Sin embargo, es dudoso si Talaat hubiera podido lograr este salto conceptual sin el incesante empuje del principal aliado bélico de Estambul, Berlín.
La conexión alemana
El Kaiser Wilhelm II (Guillermo II) tuvo una buena disposición hacia el sionismo, que consideraba “un tema de gran importancia”. Este favoreció su objetivo principal – el renacimiento de la Tierra Santa por parte del “poderoso e industrioso capital de Israel” – y trató de transmitir su entusiasmo al Sultán Abdel Hammid II durante su visita a Estambul en 1898, pero este fue en vano. Luego del estallido de las hostilidades, el Kaiser tuvo que hallar un equilibrio entre esta simpatía general y la necesidad de evitar antagonizar el liderazgo otomano, que trató a sus minorías nacionales con una total represión.
Imagen: En abril, 1917 Djemal Pasha ordenó la expulsión de la comunidad judía de Jaffa y Tel Aviv por “razones militares” en el que también trató de eliminar a los judíos de Jerusalén.
Este también tenía que evitar sacudir la Triple Alianza germano-austriaco-otomana. De esta manera, por ejemplo, su orden a los cónsules alemanes en todo el imperio de proteger al Yishuv, incluyendo a los nuevos inmigrantes judíos que llegaban de los estados enemigos (especialmente de Rusia), fue presentado como tema de importancia mayor en Estambul: muy probablemente para impulsar la Triple Alianza. Frente a Washington, donde se creía que los judíos ejercían una influencia desproporcionada, mientras que la represión de los judíos otomanos sin duda atraería consigo fuertes críticas.
Cuando este razonamiento no lograba impresionar a las autoridades otomanas, tal como sucedía a menudo, los alemanes entraban al ruedo. Una de esas intervenciones notables tuvo lugar en diciembre de 1914 cuando el gobernador de Jaffa (Yafo) ordenó la deportación de todos los judíos que no se habían convertido en súbditos otomanos (muchos de los cuales de hecho eran ciudadanos alemanes). Por iniciativa del prominente líder sionista alemán Richard Lichtheim, quien para ese entonces residía en Estambul, el embajador Hans von Wangenheim se dirigió a Talaat para pedirle que detuviera las deportaciones, al igual que el embajador de los Estados Unidos en Estambul Henry I. Morgenthau. El liderazgo otomano cumplió: las expulsiones se suspendieron y se le otorgó permiso a los ciudadanos extranjeros para permanecer en Palestina y se los alentó a convertirse en otomanos.
Una intervención no menos crucial tuvo lugar en abril de 1917 cuando Djemal Pasha ordenó la expulsión de la comunidad judía de Jaffa y Tel Aviv por “razones militares”, informándole a los cónsules extranjeros de su intención de desalojar a los judíos de Jerusalén por motivos similares. A instancias de su jefe de personal Friedrich Kress von Kressenstein, Djemal abandonó el plan de Jerusalén, pero se negó a regresar a los deportados de Jaffa, que continuaron pernoctando en Galilea.
Imagen: En octubre, 1917, Djemal (derecha) intentó de nuevo destruir el Yishuv. Pero el ex jefe del estado mayor general alemán Erich von Falkenhayn (al lado de Djemal) arribó a Jerusalén para tomar el mando de la Fuerza Yilderim otomana, evitando así que Djemal llevara a cabo sus planes genocidas.
Cuando Djemal desencadenó su ira una vez más en el Yishuv en octubre de 1917, tras el haber expuesto una red de espionaje sionista pro-británica (el grupo Nili), se requirió de una intervención de alto nivel para restringirlo. Esta vez fue el antiguo jefe del Estado Mayor alemán Erich von Falkenhayn, quien llegó a Jerusalén para tomar el mando de la recién creada Fuerza Yíkim otomana, poniendo fin de esta manera al comando militar de Djemal del Levante e impidiéndole llevar a cabo sus planes genocidas.
Muy conscientes de la precariedad de su empresa nacional, los líderes sionistas intensificaron sus esfuerzos para obtener declaraciones de apoyo a su causa. En julio, 1917 le presentaron al canciller británico Arthur Balfour una propuesta de declaración oficial. Casi cuatro meses después, el 31 de octubre, habiendo discutido el tema dos veces y habiendo determinado las opiniones del entonces presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson y diez “líderes judíos [británicos] representativos”, tanto sionistas como anti-sionistas, el gabinete aprobó el texto de declaración del funcionario y autorizó al secretario de asuntos exteriores a publicarlo. Este lo hizo dos días después en lo que llegó a conocerse como la Declaración Balfour.
Si bien a Berlín le molestó salirse de la causa sionista en Londres, su posición negociadora fue fundamentalmente más débil que la de su rival poderoso: no podía emitir una declaración unilateral que afectara la integridad territorial de su aliado bélico sin obtener el consentimiento otomano sobre esta acción. De esta manera, cuando el 23 de octubre, el embajador alemán en Copenhague recibió el texto de la propuesta de declaración alemana del director del buró sionista local, probablemente el “comunicado” que luego le fue presentado a Talaat, la idea no pudo ir más allá. En cambio, los alemanes trataron de persuadir a sus aliados otomanos para que realizaran sus propias concesiones a los sionistas. En agosto de 1917, por ejemplo, intentaron convencer a Djemal, durante su visita a Berlín, de la idea con resultados mixtos: aunque insistía en que los judíos podían establecerse en cualquier lugar del imperio pero no en Palestina, sin embargo el pasha indicó que los líderes otomanos, incluyéndose él mismo, pudieran cambiar de parecer en el futuro.
Los intentos de persuasión por parte de los alemanes cobraron impulso en septiembre, 1917 con la llegada de un nuevo embajador a Estambul. Recién llegado de una asignación como embajador por diez años en Washington, Johann-Heinrich von Bernstorff tenía una alta estima por los judíos estadounidenses y su papel en la sociedad y política estadounidense. Este necesito de poca atención cuando el canciller Richard von Kühlmann le instruyó que obtuviera concesiones otomanas sobre el tema de Palestina. En octubre, mientras el gabinete británico deliberaba sobre el texto de la Declaración Balfour, von Bernstorff se reunió con Talaat y le sugirió a Estambul que les ofreciera a los judíos un hogar nacional bajo sus auspicios después de la guerra. En su diario, el embajador registró que el pasha estaba listo para cumplir con este deseo siempre y cuando Palestina permaneciera en manos otomanas.
Una vez anunciada la Declaración Balfour, Berlín y Estambul trataron de aprovecharla para crear una brecha entre Gran Bretaña y sus partidarios árabes acusando a Londres de venderse a los judíos a expensas de los árabes y los musulmanes. Viena, al contrario, emitió una declaración (el 21 de noviembre, 1917) apoyando los esfuerzos sionistas en Palestina y en poco tiempo, von Bernstorff reanudó sus esfuerzos para convencer a los otomanos a que respondan por igual a la declaración británica.
El 31 de diciembre de 1917 el embajador obtuvo un gran éxito cuando Talaat anunció en una entrevista con un diario alemán que Estambul veía el asentamiento judío de Palestina con benevolencia, incluyendo una inmigración libre según la capacidad de absorción del país, su desarrollo económico y el avance de la cultura judía y la autonomía local de acuerdo a las leyes existentes.
Capitalizando sobre la entrevista, el 5 de enero de 1918, el subsecretario de estado alemán se reunió con los líderes sionistas y les dijo que Berlín estaba dispuesto a apoyar a la empresa sionista con miras a una comunidad judía autónoma próspera en Palestina en concordancia con la declaración de Talaat. Este mensaje fue amplificado el mismo día en una carta del Secretario de Relaciones Exteriores Kühlmann a los líderes sionistas alemanes Otto Warburg y Artur Hantke, dándole la bienvenida al supuesto apoyo otomano por un floreciente asentamiento judío en Palestina.
En los meses siguientes, von Bernstorff continuó sus esfuerzos en traducir la declaración de intenciones de Talaat en un acuerdo concreto con el movimiento sionista. El 20 de julio de 1918, este le informó a sus superiores, con un sentido de satisfacción no disimulado, que las negociaciones entre el gran visir y la delegación de líderes judíos alemanes y austríacos que comprendía a 16 miembros se dirigían hacia su conclusión. Este señaló la existencia de un poderoso movimiento anti-sionista que unía a turcos y árabes, pero evaluó que las innegables ventajas económicas del proyecto sionista en Palestina eventualmente inclinarían la balanza ya que los otomanos se encontraban, ante todo, interesados en enriquecerse personalmente y no tuvieron reparos en llenar sus arcas con el dinero obtenido de los ingresos tributarios judíos. Esta observación resultó profética, ya que en dos semanas, Talaat realizo su histórica declaración.
Conclusión
Frente a una enorme ironía histórica, noventa y nueve años después de lo realizado por el Imperio Otomano, el entonces líder religioso de la comunidad musulmana mundial y antiguo amo imperial de Palestina, quien expresó su apoyo al “establecimiento de un centro judío religioso y nacional en Palestina, “El liderazgo palestino exigió una disculpa oficial de Gran Bretaña por respaldar la misma idea casi al mismo tiempo.
Es cierto que la declaración otomana llegó demasiado tarde como para tener un impacto real en el curso de los eventos regionales y rápidamente quedó en el olvido, en contraste con la Declaración Balfour que fue respaldada por toda la comunidad internacional. También es cierto que el pronunciamiento otomano fue en gran medida impulsado por motivos ocultos, especialmente el deseo de aprovecharse del “poder internacional de los judíos” real o imaginado y los frutos económicos del proyecto sionista en Palestina a los intereses imperiales otomanos, tal como lo fue también la Declaración Balfour. Sin embargo, el hecho que el apoyo al resurgimiento nacional judío en Palestina fuese considerado un favor natural por estos posibles avances pone de relieve tanto el reconocimiento generalizado del vínculo histórico judío a esta tierra como la capacidad de trascender los milenarios dogmas musulmanes respecto a las comunidades no-musulmanas.
Por estas razones, y habiendo sido una alternativa en un momento en que el resultado de la guerra aún no se había decidido y la diplomacia jugaba un papel importante, la “Declaración Balfour Otomana” necesita ser re-examinada y resaltada, especialmente en un momento cuando la intolerancia y la supremacía islamista revolotean sobre sus cabezas.
Wolfgang G. Schwanitz es miembro compañero escritor de la Familia Hochberg en el Foro Medio Oriente, autor del libro ‘Islam en Europa, Revueltas en el Medio Oriente; Middle East Mosaics 2013-15 y coautor de Nazis, Islamistas y la Creación del Medio Oriente Moderno.
[1] Efraim Karsh and Inari Karsh, Empires of the Sand: The Struggle for Mastery in the Middle East 1789-1923 (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1999), pp. 166-70.
[2] Leopold Perlmutter to Johann von Bernstorff, B62–64, Talaat-Declaration, Constantinople, 12.08.1918, signed Perlmutter, Political Archive of the Foreign Office (hereafter, PArchAA), Berlin, R14144, Konstantinopel, 394.
[3] To Reichskanzler Grafen von Hertling, Jewish Palestine Efforts, 52-56, Pera, 20.07.1918, Bernstorff, PArchAA, R14144, B Konstantinopel, 394.
[4] Leopold Perlmutter to Johann von Bernstorff, B62–64 Constantinople, 12.08.1918, signed Perlmutter, PArchAA, R14144, Konstantinopel, 394.
[5] Ibid.
[6] “Talaat Pasha and the Future of Palestine,” The Jewish Chronicle (London), Sept. 6, 1918.
[7] “The Turkish Government and Zionism, Talaat Pasha’s Promises: An Ominous Interview,” The Jewish Chronicle, Sept. 20, 1918.
[8] Muhammad Amin al-Husaini, Mudhakkirat al-Hajj Muhammad Amin al-Husaini (Damascus: al-Ahali, 1999), pp. 338, 388.
[9] See, also, Taner Akçam, The Young Turks’ Crime against Humanity: The Armenian Genocide and Ethnic Cleansing in the Ottoman Empire (Princeton: Princeton University Press, 2012).
[10] Karl Friedrich Schabinger von Schowingen, ed. Consul General in Jerusalem and Consul in Jaffa (1916-18); Karl Emil Schabinger Freiherr von Schowingen,Weltgeschichtliche Mosaiksplitter (Baden-Baden: Manuscript, 1967), pp. 182-3.
[11] An Reichskanzler Grafen von Hertling, Jüdische Palästina-Bestrebungen, Istanbul, July 20, 1918, PArchAA, B Konstantinopel, 394; Johann-Heinrich von Bernstorff, Deutschland und Amerika (Berlin: Ullstein, 1920), p. 414. For pre-WWI Ottoman subscription to anti-Semitic tropes of “international Jewish power,” see Daniel Pipes, “A Benign Antisemitism,” Conspiracy: How the Paranoid Style Flourishes and Where It Comes From (Greenwich, Conn.: Touchstone, 1999).
[12] Max Bodenheimer and Henriette H. Bodenheimer, Die Zionisten und das kaiserliche Deutschland (Bensberg: Schäuble, 1972), pp. 82-4.
[13] Wolfgang G. Schwanitz, Islam in Europa, Revolten in Mittelost (Berlin: Weist, 2014), pp. 107-11; facsimile of Talaat’s declaration, p. 118.
[14] Karsh and Karsh, Empires of the Sand, pp. 166-7.
[15] Karl Emil Schabinger Freiherr von Schowingen, Weltgeschichtliche Mosaiksplitter (Baden-Baden: Manuscript, 1967), p. 183; Friedrich Freiherr Kress von Kressenstein, Mit den Türken zum Sueskanal (Berlin: Schlegel, 1932), p. 264; Jacob Landau, “A Bibliographical Note on Jews and Dönme-s in the Ottoman Empire and the Republic of Turkey,” in Philippe Geley and Gilles Grivaud, eds.,Les Conversions á l’Islam (Athens: École Française D’Athéns, 2016), pp. 109-15.
[16] Holger Afflerbach, Falkenhayn (München: Oldenbourg, 1994), p. 485; Hansjörg Eiff, “Die jüdische Heimstätte in Palästina in der deutschen Außenpolitik, 1914-1918,” Zeitschrift für Geschichtswissenschaft, 3 (2012): 205-27.
[17] Leonard Stein, The Balfour Declaration (New York: Simon and Schuster, 1961), pp. 439-41, 538-42.
[18] Johann-Heinrich Graf von Bernstorff, The Memoirs of Count Bernstorff(London: Heinemann, 1936), p. 171.
[19] Francis R. Nicosia, ed., Nazi Germany and the Arab World (Cambridge: Cambridge University Press, 2014), pp. 23-4.
[20] Gespräch mit Talaat Pascha, Konstantinopel, Dec. 12, 1917, gez. Dr. Julius Becker, PArchAA, B Konstantinopel, Bd. 394, pp. 1-7; Vossische Zeitung (Berlin), Dec. 31, 1917.
[21] Richard Lichtheim, Rückkehr (Stuttgart: Deutsche Verlags-Anstalt, 1970), p. 376; Jüdische Rundschau (Berlin), Jan. 11, 1918; Josef Cohn, England und Palästina (Berlin: Vowinckel, 1931), p. 69.
[22] An Reichskanzler Grafen von Hertling, Jüdische Palästina-Bestrebungen, Istanbul 07/20/18, PArchAA, B Konstantinopel 394; von Bernstorff, Deutschland und Amerika, p. 414; Lionel Gossman, The Passion of Max von Oppenheim(Cambridge: Open Book, 2013), pp. 99-105.
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