El hecho que ningún primer ministro israelí haya visitado las instituciones de la Unión Europea en 22 años se debe a la falta de voluntad, de parte de los líderes israelíes, de estrechar lazos con el bloque, por temor a que esto le brinde a la UE de más herramientas para aumentar la presión política sobre Israel. Esos temores están justificados, ya que la UE ha adoptado sistemáticamente una postura pro-árabe y pro-palestina aparentemente destinada a equilibrar la postura pro-Israel de los Estados Unidos.
En los últimos años, la UE tomó una serie de medidas punitivas contra Israel debido a las políticas que percibió como “que impedían” el avance del proceso de paz. Estas medidas incluían una decisión de 2012 de suspender las reuniones del Consejo de Asociación UE-Israel, así como la decisión de la UE de marcar los productos de los asentamientos y prohibir la financiación de los cuerpos académicos y las instituciones ubicadas más allá la Línea Verde. El castigo de la UE a Israel comenzó efectivamente en 2009, cuando decidió congelar una iniciativa del ex primer ministro Ehud Olmert para mejorar las relaciones entre la UE e Israel tras el conflicto de 2008-2009 con Hamás en la Franja de Gaza. Según esa iniciativa congelada, se suponía que el primer ministro israelí y los líderes de los estados miembros de la UE se reunirían regularmente.
La UE que se reunió con el primer ministro Binyamín Netanyahu este lunes en Bruselas es muy diferente de la que intentó actuar como una superpotencia e imponer sus condiciones sobre Israel. Europa se está desmoronando y luchando consigo misma, algo que ha tardado en llegar. Netanyahu fue sabio al eludir a Bruselas y al tejer pacientemente una red de vínculos con los bloques del estado dentro del sindicato, con aquellos países que tienen un claro interés en fortalecer su colaboración con Israel. Esto se produce una situación en donde no hay que adaptarse a las condiciones para avanzar en el proceso de paz adaptado a la cosmovisión de la burocracia de la UE. Estos bloques de países incluyen el Grupo de Europa central de Visegrado: la República Checa, Hungría, Polonia y Eslovaquia, la alianza grecochipriota y los Estados bálticos.
Cada uno de estos grupos tiene buenas razones para vacilar ante las instituciones de la UE. Es mucho más fácil para Netanyahu reunirse con representantes de cada estado europeo, cada uno con intereses diferentes y contradictorios, que con un solo representante en la forma de la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini. Ella representa a las políticas de la burocracia de la UE que no simpatizan con Israel. Esta es también la razón por la cual los asociados de Mogherini filtraron información sobre el descontento de la UE después de que Netanyahu “se impuso” a los ministros de Exteriores europeos.