La crisis política en el Líbano: Una oportunidad para fortalecer la cooperación Saudita-Israelí en contra de Irán – Por Omer Dostri

A la hora de fortalecer la cooperación tras bastidores, Arabia Saudita e Israel pueden aprovechar de manera significativa la crisis política en el Líbano y los desarrollos en la región que puedan derivarse de ello. Riad y Jerusalén deberían hacer todo lo posible para cooperar con las superpotencias involucradas en Siria e Irak, especialmente los Estados Unidos mientras intentan cambiar el equilibrio estratégico en dirección a sus intereses.

Dos eventos dramáticos, que ocurrieron recientemente, poseen el potencial de afectar el equilibrio de poderes en el Medio Oriente, particularmente en el Líbano. Primero, el 4 de noviembre, el Primer Ministro libanés Saad Hariri anunció su renuncia mientras se encontraba en Arabia Saudita, una acción que se sospecha fue dirigida desde el propio palacio real en Riad. Un día después, se informó que Arabia Saudita había interceptado un misil balístico lanzado desde Yemen por rebeldes houthis con la intención de atacar el aeropuerto de Riad. El 22 de noviembre, Hariri puso un alto a su renuncia, pero no se ven señales de estabilidad política en el Líbano para un futuro previsible.

Arabia Saudita respaldó la intención de Hariri de dimitir y directamente acusó a Irán y a Hezbollah de contrabandear misiles hacia Yemen y enseñarle a los houthis el cómo operarlos. Riad llegó al extremo de afirmar que el lanzamiento del misil hacia el aeropuerto podía ser considerado una “declaración de guerra” por parte del Líbano.

Estas declaraciones y acciones se unen al boicot impuesto a Qatar por los estados árabes, liderados por Arabia Saudita, sobre lo que estos dicen ser una cooperación entre Doha, Teherán, Hamás y la Hermandad Musulmana.

Aunque Arabia Saudita e Irán han intercambiado palabras duras en el pasado, se han hecho intentos para salvar sus diferencias. En agosto pasado, por ejemplo, el canciller iraní Mohammed Javad Zarif anunció que Teherán y Riad planeaban visitas diplomáticas recíprocas.

Ahora, parece ser que las hostilidades entre Arabia Saudita e Irán ha alcanzado un nuevo tope y amenazan con volverse más abiertas, lo que hace temer un enfrentamiento militar directo, especialmente ante la retórica cada vez peor de Arabia Saudita y del éxito de las ambiciones hegemónicas por parte de Irán en Irak, Siria y Yemen.

Riad ya no se siente satisfecho con las declaraciones cautelosas en contra de Irán. Ahora opta por acusar directamente a Teherán de ser responsable por las acciones llevadas a cabo a través de las milicias chiitas en Siria y Yemen. Por lo tanto, el reino del desierto avanza hacia una política exterior más agresiva y menos diplomática, ya que profundiza su participación en el Medio Oriente en general y en el Líbano en particular.

Estos desarrollos tienen un impacto directo sobre Israel, que también está amenazado por las ambiciones hegemónicas de Irán. Los intentos de Teherán de atrincherarse en Siria, Irak y Yemen; a fin de expandir su control sobre el Líbano; y así crear un “puente terrestre” desde Teherán al Mediterráneo; aprovechar al máximo el acuerdo en materia nuclear del 2015 para construir un poderío militar y ganar legitimidad internacional; y desarrollar su proyecto de misiles balísticos que amenace a Jerusalén al igual que a Riad.

Debido a que comparten una amenaza común, tanto a Israel como a Arabia Saudita les interesa profundizar su cooperación secreta, especialmente a través de los medios diplomáticos, incluso si existen límites para dicha cooperación. Esos límites incluyen la falta de legitimidad nacional en Riad para la cooperación con Israel; el enfoque de Arabia Saudita sobre los temas internos; y la participación de las superpotencias en la región. Estos pueden ser superados al estrechar una cooperación encubierta; concentrar la política exterior de ambos países sobre el tema iraní; y operar como una unidad cuando se trate de lidiar con las superpotencias.

Oportunidades para una Cooperación Saudita-Israelí

La intención de Hariri de renunciar y el consiguiente abandono de la administración libanesa a Hezbollah, constituyen una oportunidad para que Riad y Jerusalén ejerzan fuerte presión combinada sobre la administración estadounidense para cambiar su postura. Hasta ahora, Washington ha separado al gobierno libanés de Hezbollah, e incluso ha elogiado a Hariri y a su gobierno por su supuesta lucha contra el terrorismo.

Cambiar la postura estadounidense puede fortalecer la disuasión de Israel frente a Hezbollah, que ha aprovechado la cobertura que este recibió del gobierno legítimo libanés con Hariri a la cabeza. Una declaración que todo el Líbano es ahora Hezbollah sería un mensaje rotundo el que se le enviaría a los estadounidenses. Este legitimaría un futuro ataque israelí contra todo el país libanés y su infraestructura como parte de una operación militar en contra de Hezbollah.

Otra oportunidad para la cooperación saudita-israelí tiene que ver con el acuerdo en materia nuclear entre Irán y las seis potencias. Tanto en Jerusalén como en Riad, el acuerdo en materia nuclear es visto como un acuerdo negativo con debilidades significativas que en última instancia puede denegar a Irán como estado con capacidad nuclear.

La reciente decisión del presidente estadounidense Donald Trump, de no ratificar el acuerdo nuclear sacude en pleno las demandas de Israel y Arabia Saudita. Los dos países, con la ayuda de Estados Unidos, deberían aprovechar la situación en el Líbano para embarcarse en un “ataque diplomático” en Europa, Rusia y China y aumentar la presión para mejorar los términos del acuerdo. Esto es especialmente cierto respecto a Moscú, ya que una total toma de poder iraní al Líbano y Siria no beneficia a Rusia. Moscú tiene ambiciones hegemónicas propias en esas áreas.

Israel y Arabia Saudita también pueden aprovechar conjuntamente la crisis política en el Líbano para perjudicar el proyecto de misiles balísticos de Irán. Si bien Trump ha declarado una nueva política de Estados Unidos hacia Irán, su administración aún no ha formulado medidas concretas para impedir el proyecto militar de Teherán. Los dos países deberían aprovechar la oportunidad y tratar de influir en la agenda del Congreso y especialmente la del Senado, siendo este el responsable de planificar y establecer los detalles de la política general establecida por la Casa Blanca. Israel y Arabia Saudita tienen una mejor oportunidad de influir sobre esos detalles juntos que por separado.

Arabia Saudita e Israel poseen un claro interés común en prevenir un “puente terrestre” iraní hacia el Mediterráneo. El año pasado, Riad tomó medidas prácticas para cooperar y restablecer las relaciones con Bagdad, relaciones que sufrieron estragos desde la invasión iraquí de Kuwait en agosto de 1990, con el fin de evitar esta postura iraní. Israel está trabajando hacia el mismo objetivo a través de medios militares y diplomáticos.

El haberle abandonado la arena política del Líbano a Hezbollah significaría una toma de facto iraní del Líbano. Esto le ha dado un peso renovado a las advertencias expresadas por Jerusalén y Riad sobre las ambiciones hegemónicas de Teherán en la región. Riad y Jerusalén pueden utilizar la situación para aumentar la presión sobre la política estadounidense en la arena siria y en Irak. Hasta ahora, los Estados Unidos se han centrado en combatir contra ISIS y han abandonado el tema de las milicias chiitas respaldadas por Irán que operan en ambos países.

La cooperación saudita-israelí en la arena siria-iraquí también puede ser beneficiosa para el gobierno ruso, que actualmente trabaja con Irán en Siria. La política exterior rusa en el Medio Oriente es en gran parte exitosa gracias a la estrategia del lema “divide y vencerás”. Si Riad y Jerusalén unen fuerzas con Moscú, la presión combinada podría dar sus frutos al reducir la presencia de Teherán en Siria y alejar a los iraníes que permanecen allí desde la frontera iraquí. Rusia también pudiera acordar distanciar la presencia iraní en Siria de la frontera con Israel.

Al fortalecer la cooperación tras bastidores, especialmente la cooperación diplomática, Arabia Saudita e Israel pueden aprovechar de manera significativa la crisis política en el Líbano y los desarrollos regionales que pueden derivarse de esta. Riad y Jerusalén deberían hacer todo lo posible para operar como una sola unidad frente a las superpotencias involucradas en Siria e Irak, especialmente los Estados Unidos, mientras intentan cambiar el equilibrio estratégico hacia sus alineados intereses. Tal cooperación diplomática posee un poder multiplicador: tiene mayor influencia que las actividades diplomáticas involucradas por un solo estado.

Al mismo tiempo, Israel debe continuar utilizando su fuerte poderío cada vez que sea necesario. Al hacerlo, es preferible que Israel aplique la estrategia de la “zona gris”, que permite capacidades de ambigüedad y negación. Esto reducirá la probabilidad de una respuesta del régimen de Assad, Irán o Hezbollah.

Jerusalén no debe dejar de aprovecharse totalmente de la potencial caída del gobierno libanés en manos de Hezbollah para de esta manera preparar el terreno para una futura operación militar en el Líbano, incluso si no se planea una operación de ese tipo para un futuro cercano. A Israel le conviene establecer y acumular por anticipado legitimidad, tanto en el mundo árabe sunita como entre las superpotencias que operan en la región.

 

 

Omer Dostri es periodista y pasante en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional. Posee una Maestría en Estudios de Diplomacia en la Universidad de Tel Aviv.

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