Recientemente, el presidente de EEUU dio cumplimiento a una ley sobre el reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel. En 1995, el Congreso norteamericano decidió por abrumadora mayoría, el reconocimiento y traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén. Durante 22 años, los sucesivos presidentes norteamericanos habían usado una dispensa legal para posponer la mudanza.
Muchos rechazaron la medida de Trump. Los argumentos esgrimidos mostraron desconocimiento de la historia. Algunos llegaron a la perversión de adjudicar el pasado judío a un inexistente pueblo palestino para la época en que el rey David la convirtió en capital del reino de Israel. También señalaron que Jesús era palestino, pese a que los evangelios dicen que nació en Belén, ciudad de Judea, de donde provino David, unos mil años antes de Cristo. El término judío se deriva de esa región, que a su vez surge de Yehuda, hijo del patriarca Jacob, de cuya descendencia nacen las doce tribus de Israel. Por lo mismo, el cristianismo no podría explicarse sin la historia judía.
Como anécdota, el alcalde de Nazaret, Ali Salam, israelí musulmán, advirtió que el ayuntamiento suspendió las celebraciones oficiales de las fiestas navideñas en protesta por el anuncio de Trump. Sin embargo, el portavoz del Comité de Iglesias Católicas en Tierra Santa, Wadie Abunaser, confirmó que los eventos organizados por la Iglesia “sí tendrán lugar”.
Desde hace años, la Unesco viene aprobando resoluciones que eliminan los vínculos del judaísmo e Israel con la ciudad santa. Lamentablemente, los organismos internacionales no contuvieron estas arbitrariedades que pretenden cambiar la memoria documentada.
El anuncio de Trump es una excusa más para la violencia. Pero, tal vez, los palestinos decidan afrontar la realidad y dejen de perder las oportunidades. Quizás ya no será tan fácil como en años anteriores, conseguir resoluciones que acusen a Israel o que sin negociaciones mejoren el estatus nacional palestino o traten de borrar los lazos del pueblo judío con la tierra de Israel y por ello, comiencen a rectificar su actitud. Cabe la posibilidad de que inauguremos una era y la hasta ahora irresponsable dirigencia palestina aborde con seriedad el destino de su pueblo y acepte la convivencia con el Estado judío.