Lejos de simplemente repetir la guerra del Líbano del 2006, el próximo conflicto en la frontera norte de Israel – probablemente – involucrará a muchos más actores en múltiples frentes, lo que generará desafíos sin precedentes para administrar las posibles escaladas bélicas.
Las crecientes tensiones en la frontera norte de Israel han generado preocupación sobre otra confrontación entre Israel y Hezbollah o una guerra entre Israel e Irán en Siria. Tal guerra no puede limitarse a los participantes de origen, sino que pudiera muy bien involucrar a una serie de milicias chiitas e incluso al propio régimen de Assad y pudiese extenderse a través de la región, afectando de esta manera los intereses vitales de los Estados Unidos.
Dos factores impulsan estas tensiones: los esfuerzos de Hezbollah y Siria junto a la ayuda de Irán, para producir misiles de alta precisión en el Líbano y Siria que pudiesen paralizar la infraestructura crítica de Israel y hacer intolerable su vida; y los esfuerzos de Irán para transformar a Siria en un trampolín para las operaciones militares contra Israel junto a una plataforma para proyectar poder en el Levante. Sin embargo, mientras Irán persigue una agenda anti-estatus quo que a menudo lo ha llevado a un conflicto con Israel y Estados Unidos, este ha demostrado que busca evitar las guerras convencionales y las consiguientes fuertes pérdidas que pudiesen ocurrirle a sus propias fuerzas militares. En cambio, basa sus operaciones delegándoselas a sus fieles agentes estados, al terrorismo y a actividades no-letales. Sin embargo, en ocasiones ha estado dispuesto a aventurar actividades de alto riesgo que conducen a un potencial de escalada (ejemplo: las fuerzas iraníes en Siria lanzaron un vehículo aéreo no tripulado (VANT) cargado de explosivos al espacio aéreo israelí en febrero; este fue derribado, pero el incidente provocó una ronda de enfrentamientos).
Israel también parece muy decidida a evitar cualquier guerra, aunque sus acciones demuestran que está dispuesta a aceptar el riesgo de una escalada para contrarrestar estas amenazas emergentes. De hecho, desde el 2013 ha llevado a cabo más de 130 ataques en Siria a envíos de armas destinados a Hezbollah y desde finales del 2017 ha expandido esta “campaña entre guerras” para atacar las instalaciones militares iraníes en Siria, sin que hasta el momento, se haya desatado una confrontación mayor.
La complacencia es, sin embargo injustificada. Las dos principales confrontaciones árabe-israelíes del pasado reciente (Líbano 2006 y Gaza 2014) fueron el resultado de una escalada involuntaria. La dinámica emergente entre Israel, Irán y el “eje de la resistencia” es una fórmula para un tercer “accidente” mayor, por lo que merece un análisis mucho más cuidadoso.
Múltiples actores, frentes y dominios
El potencial de una nueva guerra, una de alcance y complejidad sin precedentes, es el resultado de la guerra civil siria, que le ha permitido a Irán construir una infraestructura militar en Siria y desplegar su “legión extranjera” chiita hacia las fronteras de Israel. La guerra ahora es posible en múltiples frentes y en teatros remotos, combatida en tierra, aire, el mar y en los dominios cibernéticos informáticos por combatientes de Hezbollah, Irán, Siria, Irak, Afganistán, Pakistán e incluso Yemen. El alcance ampliado de una posible guerra creará nuevas opciones militares para Irán y Hezbollah y extenderá las capacidades israelíes hasta sus límites.
El Secretario General de Hezbollah Hassan Nasrallah, dijo lo mismo, aunque quizás con cierta exageración, cuando advirtió en junio de 2017 que “si una guerra israelí es lanzada contra Siria o el Líbano, no se sabe si los combates seguirán siendo libaneses-israelíes o sirio-israelíes” y “esto pudiera muy bien abrir el camino para que miles, incluso cientos de miles de combatientes de todo el mundo árabe e islámico participen”. De igual manera el Comandante del CGRI Mohammad Ali Jafari declaró en noviembre de 2017 que “el destino del frente de la resistencia está entrelazado y todos ellos están unidos y si Israel ataca a una parte de este, el otro componente del frente les ofrecerá su ayuda”.
Tal guerra es más probable que ocurra como resultado de una escalada involuntaria, luego de alguna otra acción iraní contra Israel desde Siria, o luego de un ataque israelí al Líbano o Siria (por ejemplo, contra instalaciones de producción de misiles). Este pudiese muy bien comenzar como resultado de un ataque estadounidense o israelí contra el programa nuclear de Irán. Este puede incluso surgir como resultado de un conflicto que comienza en el Golfo pero que alcance las fronteras de Israel, tal vez como resultado de tácticas de distracción por parte de los iraníes (tal como intentó hacer Saddam Hussein en 1991 queriendo hacer descarrilar la campaña militar de Estados Unidos para expulsar a las fuerzas iraquíes de Kuwait) lanzando misiles en dirección a Israel).
Una nueva guerra en la zona norte pudiera parecerse a uno de estos varios escenarios:
- Guerra del Líbano mejorada. Una guerra entre Israel y Hezbollah en el Líbano, en la que también participan los iraníes, miles de combatientes chiitas extranjeros e incluso Hamas (que ha establecido una presencia militar limitada al sur del Líbano). El frente sirio permanece relativamente tranquilo, donde Israel actúa allí de manera limitada para interceptar el movimiento de combatientes y capacidades dirigidas hacia el Líbano.
- Guerra en Siria. Una guerra entre las fuerzas israelíes e iraníes, las milicias chiitas (incluyendo a los combatientes de Hezbollah) e incluso quizás elementos del ejército sirio, combatida en territorio sirio. El frente libanés permanece relativamente tranquilo. Si las fuerzas terrestres sirias fuesen arrastradas hacia el combate aun así, Rusia pudiese intervenir para proteger a su cliente.
- Una guerra en dos frentes. Una guerra en el Líbano y Siria entre las tropas israelíes e iraníes, Hezbollah, las milicias chiitas y quizás incluso elementos del ejército sirio, en la que ambos bandos tratan al Líbano y a Siria como un teatro de operaciones único y unificado.
Todos estos tres escenarios implican un potencial de escalada o derrame hacia frentes o teatros secundarios y la participación de actores adicionales:
- Frentes adicionales/teatros de acción. Una guerra en el Líbano y/o Siria pudiera provocar: ataques contra Israel desde Gaza, disturbios en Cisjordania o ataques terroristas en Israel; ataques por parte de los houthis a intereses israelíes (tales como el tráfico marítimo israelí en el estrecho de Bab Al-Mandeb), o ataques israelíes contra objetivos Houthi en Yemen; ataques con misiles contra Israel realizados por milicias chiitas en Irak y contra-ataques israelíes. Algunas de estas milicias ya han advertido que este último pudiera desencadenar ataques contra personal estadounidense en Irak.
- Israel contra Irán. Durante los combates en Siria o el Líbano, Israel ataca a Irán para asestarle un golpe contra el pilar central de la coalición enemiga e influir de esta manera sobre el curso de la guerra. Alternativamente, Irán aumenta los ataques contra Israel desde Siria o el Líbano con ataques desde su propio territorio, tal vez luego de sufrir grandes pérdidas en Siria. Estos pudieran tomar la forma de ataques aéreos o de misiles y/o ataques cibernéticos destructivos contra objetivos militares e infraestructuras críticas.
- ¿Una guerra regional? Un escenario de muy baja probabilidad/alto impacto en el cual un conflicto en el Levant se transforme en una guerra regional que involucre a Arabia Saudita y quizás también a los Emiratos Árabes Unidos. Israel responde a los ataques a su infraestructura crítica con ataques aéreos o ataques cibernéticos contra la industria petrolera iraní o incluso a sus instalaciones nucleares, con el estímulo y quizá la asistencia logística de los estados del Golfo Pérsico. Irán toma represalias contra Israel, pero también lleva a cabo ataques con misiles, sabotajes o ataques cibernéticos contra las instalaciones petroleras árabes en todo el Golfo, conduciendo así a una escalada en la zona y tal vez incluso a la intervención militar de los Estados Unidos.
Consideraciones en el diseño de campañas
Para Israel, planear y combatir la próxima guerra del norte implicará desafíos sin precedentes, debido a las incertidumbres respecto al número de actores involucrados, el potencial para el combate en múltiples frentes, teatros y dominios (incluyendo el cibernético) y el papel de las grandes potencias. Además, debido a que las capacidades militares de ambos bandos y el entorno geopolítico están evolucionando rápidamente y debido a que Irán comenzó recientemente su atrincheramiento en Siria, el carácter de una guerra futura se verá muy influenciado por su sincronización. Una guerra en el 2019 pudiera ser muy diferente a una guerra en el año 2025.
A pesar de estas incertidumbres, la experiencia reciente y las actuales tendencias permiten varias generalizaciones. La próxima guerra de Israel en el norte será mucho más amplia que los conflictos anteriores. Israel puede que comience con una intensa campaña aérea para contrarrestar las amenazas de cohetes y misiles enemigos junto al de las milicias, pero para enfrentar esta amenaza de manera efectiva será necesario realizar operaciones terrestres a gran escala. Los enemigos de Israel no se contentarán solo con lanzar cohetes y misiles contra instalaciones militares, centros de población e infraestructuras críticas israelíes, sino que intentarán utilizar las fuerzas terrestres para infiltrarse dentro de las líneas israelíes y capturar aldeas y pequeños puestos militares. También es probable que empleen la guerra cibernética para apoyar las operaciones militares convencionales (por ejemplo, interrumpir las defensas misilísticas israelíes) y tal vez contra infraestructuras críticas, para el logro de efectos estratégicos.
En conflictos pasados con Hezbollah, Israel se concentró en las fuerzas militares de la organización, sus líderes, especialistas militares y elementos de la infraestructura libanesa que facilitaron sus operaciones. En la próxima guerra del norte, el dilema de si priorizar las acciones contra las amenazas inmediatas o centros de gravedad del enemigo será agudo; se necesitan invertir esfuerzos sustanciales en identificar los centros de gravedad que puedan ser objetivos para acelerar la terminación de la guerra en términos favorables.
Rusia es factor clave en Siria y pudiese ser esencial en una guerra futura: ¿Se mantendrá Moscú fuera de esta o limitará la capacidad de Israel de atacar a las fuerzas pro-régimen en Siria, para prevenir así un desenlace a las victorias de la guerra civil del régimen de Assad posterior al 2015? ¿Y se mantendrá Washington sin involucrarse militarmente más allá de tal vez incrementar las defensas misilísticas israelíes, o jugará este un papel más activo, viendo esto como una oportunidad para asestar un severo golpe contra Irán y avanzar de esta manera su objetivo de socavar la influencia de este último en la región? Dependiendo de cómo se desarrollen los acontecimientos, Israel pudiera enfrentar una inquietante posibilidad: los esfuerzos de Rusia para frustrar el uso de una fuerza decisiva, la no-participación de Estados Unidos y la ineficaz diplomacia de las grandes potencias pudieran evitar que Israel alcance sus objetivos militares totales, no del todo diferente al desenlace de la Guerra de Octubre de 1973. Tal situación pudiera garantizar una guerra prolongada y tal vez una guerra que termine sin que Israel cumpla sus objetivos.
Desafíos de complejidad
La próxima guerra del norte requerirá de nuevos conceptos operacionales y un replanteamiento por Israel en sus “formas de concebir la guerra”, especialmente su enfoque en lograr decisiones militares a través de mecanismos de derrota adaptados a sus adversarios. El desafío para los planificadores es imperioso porque lidian con una amenaza emergente lo suficientemente compleja que consiste en muchos actores, que operan en múltiples frentes, sin ningún bien definido centro de gravedad. Además, habrá muchos otros factores que los planificadores de las acciones militares israelíes tendrán que considerar al lidiar con este complejo entorno operativo:
Objetivos, formas y medios a disposición. Los objetivos de guerra por parte de Israel dependerán probablemente de cómo comience una guerra y su contexto geopolítico. ¿Intentara degradar Israel a las fuerzas enemigas y desmoralizarlas? ¿Interrumpirá la cohesión del eje de resistencia? ¿Desacreditará la “doctrina de resistencia” del enemigo? Desestabilizará Siria y/o a Irán? ¿O simplemente restablecerá su intimidación y provocará un período prolongado de silencio? ¿Cuántos de estos objetivos son alcanzables? ¿Debería Israel enfocarse en Hezbollah y en Nasrallah? ¿En la infraestructura libanesa que facilita las actividades de Hezbollah? En Irán y el jefe del Cuerpo de la Guardia Republicana Islámica Soleimani? En las milicias chiitas? ¿O en el régimen de Assad? ¿Cuánto énfasis debe ponerse en apuntar a las fuerzas de campo enemigas, a la infraestructura militar, al liderazgo y motivación/moral y cómo debería Israel priorizar y reducir estos esfuerzos? Finalmente, cómo resolverá Israel la tensión entre el imperativo de terminar sus guerras rápidamente de una manera que restablezca la disuasión, que requerirá infligir un daño severo a las fuerzas enemigas que en muchos casos será trasladado a los civiles y su deseo de evitar escaladas innecesarias, así como también cumplir con sus obligaciones bajo la legislación de los conflictos armados?
Imágenes de victoria. Israel posee un nivel de éxito mucho mayor que el de sus enemigos. Si el eje de la resistencia puede diseminar imágenes de sus banderas ondeando sobre puestos militares o pueblos israelíes capturados (incluso si son retomados de nuevo), ataques terrestres a las infraestructuras críticas de Israel y continuos lanzamientos de cohetes contra Israel el último día de los combates, estos clamarán victoria. Sin embargo, puede no ser posible que el eje de la resistencia preserve el brillo de estos supuestos logros frente a las significativas pérdidas en combates y devastación generalizada en el Líbano, Siria e incluso en Irán.
Alcance de las operaciones. Israel siempre ha tratado de evitar guerras en múltiples frentes que requieren una división de sus fuerzas. Un factor desconocido es si Hezbollah o Irán tratarían de limitar o expandir un conflicto con Israel. ¿Evitaría Hezbollah una lucha en el Líbano para preservar sus activos militares allí, evitará la destrucción generalizada de la infraestructura del país impidiendo así una reacción política? ¿Participarían activamente las fuerzas sirias en tal guerra? ¿Animaría Irán a los houthis a que ataquen los barcos israelíes en el Mar Rojo, o lo harían sin que se lo pidan? ¿Lanzarían Hezbollah e Irán ataques terroristas contra intereses israelíes desde el inicio de una guerra, o pudieran estos tratar de reducir la intensidad de un conflicto convencional potencialmente devastador en el Levant para lanzar una “guerra terrorista de baja intensidad y de menor riesgo a la sombra” en contra de los intereses israelíes alrededor del mundo? Y ¿pudiera Israel amenazar con llevar la guerra al Líbano o a Irán para evitar así una mayor escalada y reforzar su poder de disuasión?
El dilema de Hezbollah. Hezbollah posee más de 100.000 cohetes y misiles en el Líbano, suficientes para desbordar las defensas israelíes, aunque la mayoría no son muy precisos. Irán posee miles más, aunque la mayoría no puede alcanzar las fronteras de Israel. Tras 7 años de guerra civil, a Siria le quedan relativamente pocos misiles, aunque intenta reconstruir tal capacidad. La fuerza de cohetes y misiles de Hezbollah en el Líbano es la clave para lograr efectos verdaderamente estratégicos contra Israel y una suposición básica durante la última década es que en la próxima guerra de Israel en el norte, Hezbollah será el principal actor. Pero este pudiera no ser el caso, ya que eso invitaría a realizar acciones aéreas israelíes masivas y operaciones terrestres lo que conduciría a una devastación generalizada en el Líbano, un resultado que Hezbollah supuestamente querrá evitar. Y de esta forma su dilema: el cómo aprovechar el potencial de sus cohetes y misiles sin destruir al Líbano o poner en peligro estos activos estratégicos, que pueden ser necesarios más adelante en la guerra para contrarrestar las acciones de una escalada israelí. Esta puede ser la razón por la cual Hezbollah (con la ayuda de Irán) está creando sus propios agentes estados sirios e iraquíes para luchar por ello en el Golán y el por qué Israel está tratando de desbaratar algunos de estos esfuerzos.
Potencial de movilización. Solo una fracción de la legión chiita de Irán se encuentra radicada en Siria (tal vez entre 10.000 y 20.000 de los casi 200.000 combatientes extranjeros que, según afirma, han entrenado). En el caso de una guerra no-anticipada con Israel, pudiera tomarle semanas a Irán desplegar las fuerzas milicianas disponibles fuera de Siria, e Israel, sin lugar a dudas los interceptará en ruta hacia el frente. Debido al desgaste y a su relativamente bajo nivel de entrenamiento, estas fuerzas puede que no añadan mucho a los esfuerzos guerreristas.
¿Eje de extralimitaciones? Los miembros del eje de la resistencia se han excedido con frecuencia (por ejemplo, Hezbollah ante Israel en el 2006, Irán contra Israel en Siria en el 2018) y pudieran hacerlo nuevamente incitando a Israel a entrar en otra devastadora guerra. Esto pudiese reducir sus opciones militares de posguerra, desentrañar los recientes logros militares que fueron duramente obtenidos de las fuerzas pro-régimen en Siria y desestabilizar aún más al Líbano e incluso a Irán. Washington debería utilizar el espectro de tales resultados para inducir a Rusia a que restrinja su eje de socios de la resistencia en tiempos de guerra.
Implicaciones
La próxima guerra en el frente norte de Israel, ya sea que comience en el Líbano o Siria, no solo será una repetición mucho más extensa y destructiva que la Guerra del Líbano del 2006. Los desarrollos desde ese entonces, aseguran que dicha guerra involucrará a muchos más actores, un teatro de operaciones mucho mayor, los desafíos sin precedentes para la administración de las escaladas, combatir y terminación de la guerra junto a la posibilidad de una conflagración regional.
La complejidad del entorno operacional emergente exige un análisis detallado de sus implicaciones para los Estados Unidos e Israel a través de los juegos de guerra, el trabajo en equipo y los esfuerzos conjuntos en el área de planificación; el desarrollo de nuevos conceptos operativos israelíes; la adecuada priorización y la puesta en fase de las operaciones militares y la identificación y selección de los centros de gravedad enemigos; y una postura diplomática y militar activa de los Estados Unidos para garantizar que una guerra local potencialmente devastadora no se convierta en un conflicto regional desestabilizador y totalmente destructivo.
Dicho esto, la evaluación anterior sugiere varias formas en que los Estados Unidos e Israel pueden moldear el entorno operacional para de esta manera aumentar las probabilidades de un resultado compatible con sus intereses compartidos respecto a Irán y su eje de resistencia, si es que la guerra llegase a irrumpir:
- Jugar con la renuencia de una escalada iraní. Irán generalmente busca evitar o disuadir guerras convencionales y es sensible a las amenazas al régimen y a la patria. En consecuencia, aquellos responsables de la toma de decisiones en Estados Unidos e Israel deberían utilizar el potencial para una escalada inherente a una posible guerra en la zona norte y de esta manera disuadir a Irán de acciones que pudieran llevar a tal conflicto en primer lugar, o su propagación hacia Irán, lo que pondría en peligro los intereses económicos vitales de Irán (si, por ejemplo, su infraestructura petrolera fuese atacada) y la estabilidad del régimen de Assad en Siria.
- Apoyo a la “Campaña Entre las Guerras” de Israel en Siria. Los intentos israelíes de interrumpir el desarrollo militar de Irán en Siria ya han desencadenado enfrentamientos en la zona. Sin embargo, tales esfuerzos pudiesen reducir la necesidad de acciones preventivas israelíes en una crisis, el potencial de escalada en tiempos de guerra y la cantidad de daños ocasionados en una guerra futura. El gobierno estadounidense debe apoyar estos esfuerzos y reforzar la diplomacia israelí con Rusia para preservar la libertad de una acción militar israelí en Siria. También debería indicarle discretamente a Rusia que una guerra en Siria pudiera poner en peligro los recientes logros militares de Moscú allí, alentando a los grupos rebeldes sirios sobrevivientes a reanudar su lucha contra un régimen de Assad mucho más debilitado.
- Mantener ‘fuera’ a Hezbollah. Debido al tamaño de sus cohetes junto a su arsenal de misiles y sus fuerzas terrestres, el mantener a la mayor parte de las fuerzas de Hezbollah fuera de una guerra en el norte e impedir que dicha guerra se extienda al Líbano puede facilitar en gran medida los esfuerzos para evitar que una guerra limitada local se convierta en una guerra mucho mayor y tal vez provoque una conflagración regional.
- Mantener a las fuerzas estadounidenses ‘en’ Siria. La presencia de incluso un pequeño contingente militar estadounidense al noreste de Siria pudiera desalentar a las milicias chiitas pro-iraníes a moverse a través de estas áreas hacia el frente con Israel durante el periodo que dure dicha guerra y limitar su acción a unas cuantas carreteras en el sureste de Siria, facilitándole así a Israel el que pueda bloquearlas. Por esto y por otras razones, las fuerzas armadas estadounidenses deben mantener una presencia terrestre limitada en la zona noreste de Siria.
- Fomentar la cooperación árabe-israelí. La posibilidad de una guerra entre Israel, Irán y su eje de resistencia plantea interrogantes sobre las contribuciones tácitas o encubiertas de diversos estados árabes a un esfuerzo bélico común. Washington debería alentar una coordinación militar junto a una cooperación pacífica entre Israel y estos estados, lo que pudiese muy bien complicar grandemente la planificación y la propia guerra para Irán y sus agentes estados.
- Finalización de la guerra. La terminación del conflicto ha planteado desafíos en los recientes conflictos árabe-israelíes y la multiplicidad de actores con intereses diversos involucrados en una guerra del frente norte lo complicará aún mucho más que antes. Luego de la Guerra Fría, las grandes potencias ya no sintieron la necesidad de intervenir para evitar la derrota de sus clientes o evitar una confrontación de superpotencias. Rusia está de vuelta en Siria, sin embargo, puede que decida o no restringir a Israel o a sus socios en el eje de la resistencia. El comportamiento ruso, aunque sea algo ambiguo en la práctica, pudiera asegurar que la próxima guerra sea una muy larga. El desafío para la diplomacia estadounidense y de Israel es llegar a acuerdos sostenibles con Rusia para garantizar que este desempeñe un papel constructivo durante la próxima guerra y en los esfuerzos para terminarla. Rusia puede demostrar que no está ni dispuesta ni tampoco puede hacerlo, pero sería irresponsable no explorar las posibilidades.
Esta realidad subraya aún más la necesidad de que Israel desarrolle conceptos operativos viables, nuevas “formas de guerra” y mecanismos creíbles de derrota, para que pueda decidir y terminar futuras guerras bajo sus propios términos y condiciones. Y resalte la necesidad de que Estados Unidos continúe comprometido en la región por si se llegase a librar una guerra, pueda garantizar que Israel tenga libertad de acción para alcanzar y lograr sus objetivos de guerra y de este modo, promueva los intereses estadounidenses en contrarrestar y reducir la influencia iraní dentro de la región.
El Mayor Nadav Ben Hour, de las FDI, es militar visitante del Instituto Washington. Michael Eisenstadt es compañero investigador del instituto Kahn y director de su programa de estudios militares y de seguridad. Este artículo apareció originalmente en el portal American Interest.