ISRAEL CUMPLE 69 AÑOS – Es diferente a lo que supones… – Por Profesor Yedidia Stern (Instituto para la Democracia en Israel)

La foto grupal y real nuestra es mejor que la imagen que tenemos de nosotros mismos. La sensación de crisis social y de identidad que acompaña nuestras vidas es injustificada. De hecho, en contraste con los titulares gritones a los cuales nos hemos acostumbrado, la dirección general nos indica que se van suavizando las tensiones dentro de Israel. En el contexto de la intensificación de la crisis en el mundo occidental democrático nosotros los israelíes podemos esgrimir con orgullo la siguiente figura: aproximadamente el 85% de los israelíes creen que con el fin de hacer frente a los retos del futuro hay que mantener el carácter democrático del Estado de Israel.

Cuando a un israelí se le pregunta cómo está, la respuesta más frecuente es “personalmente bien”. Se trata de una doble indicación, no sólo de la situación individual, sino también, por extensión, la situación general, la pública. Del mismo modo, el Índice de Democracia de Israel 2016 encontró que tres cuartas partes de los israelíes informaron de una buena situación personal, pero sólo un tercio considera la situación del país como “buena”. Casi dos tercios piensan que la situación política es “regular” o incluso “mala”.

De hecho, hay una sensación general que nuestra existencia común está “estancada”; que nuestro “juntos” está dañado. Esta tristeza permanece flotante durante años en el aire, una atmósfera que implica acidez, desánimo, sensación de cansancio y falta de autocrítica. Por así decirlo, el proyecto sionista ha perdido empuje y ahora está enredado en telarañas que hacen que sea difícil para él moverse y confunde su orientación general. La intuición es característica no sólo de la izquierda israelí, sino de la mayoría de Israel, así como una parte significativa de los derechistas.

El Día de la Independencia es un buen momento para reflexionar sobre el sentido de la crisis: ¿Los hechos apoyan dicha sensación?

A primera vista, la respuesta es no. En el contexto de la seguridad, nuestra situación nunca ha sido mejor. Israel es una potencia militar, los enemigos tradicionales ya no representan una amenaza existencial para ella. La economía es estable y fuerte, es resistente a las crisis que ha afectado a Europa y los EE.UU., surgen futuras industrias de alta tecnología en una forma inusual, con bajas tasas de desempleo en el mundo. Desde el punto de vista político, nuestra situación es cada vez mejor: Es raro ver a un primer ministro de un país pequeño que se encuentre, dentro de un corto período de tiempo, con los líderes de los tres superpotencias: EE.UU., Rusia y China. Incluso los cielos de la ONU se van mostrando más alentadores. Aparentemente, estamos sobre una ola de éxito que no justifica otra que irradiar optimismo. Así que… ¿por qué el pesimismo?

Nuestro talón de Aquiles es la disputa sobre la visión israelí que tenemos. En los primeros años nos ocupamos de la existencia misma: nuestra seguridad, los asentamientos, la absorción de inmigrantes, la construcción de la economía. Hemos actuado juntos un pacto de destino que era evidente a la luz de los desafíos para defender nuestra soberanía. En 1967, a la edad de 19 primaveras, el hermoso objetivo del Estado de Israel fue golpeado por un golpe de magia: al igual que una aguja pincha a Blanca Nieves de los hermanos Grimm, el contacto con la tierra de nuestros orígenes antiguos redujo en el sueño profundo a la sociedad civil. La cuestión de la suerte de los territorios se ha convertido en un agujero negro que se traga todas las discusiones israelíes. El principal problema en el que estamos inmersos desde hace cincuenta años, casi tres cuartas partes de la época de nuestra soberanía, es la cuestión de dónde va a pasar la frontera del estado. Descuidamos la cuestión mucho más importante: cualquiera que sea la ubicación de la frontera, ¿en qué país y qué sociedad se ubicará ella? ¿Cuál es el propósito de la empresa conjunta y cuál es la forma con la que se logrará?

Por ahora, bajo los auspicios de la inactividad, parpadean desde los cuatro extremos de los campamentos de Israel voces contundentes y fuertes, cuya gloria es avivar la polémica. Estos son los ideólogos más duros entre nosotros, en ausencia de una conversación seria sobre el propósito de un israelí conjunto, impulsan con todas sus fuerzas una interpretación, dura, para la experiencia israelí: así es el rabino Shmuel Orbaj, el líder radical ultra ortodoxo y así también es la política Hanin Zoabi, diputada árabe de la Knesset. Bajo la visión nacional y religiosa que cada uno de los dos promociona para su público, ellos ven en el país, tal como está, pura maldad. Así también es el columnista del diario Haaretz Yosi Klein, tanto como el rabino Igal Levinstein de la preparatoria Baali, cuyo ardor de su visión, orientados en sentido contrario, no dudan en expulsar su veneno literalmente hacia las otras visiones.

El denominador común de los cuatro es su fundamentalismo ideológico que les hace ver a los otros como demonios. Ellos están dispuestos a renunciar a un Israel inclusivo desde su fanatismo particular. El público, en general, se siente tentado a atribuir las cualidades de estos extremistas ideólogos rígidos al sector entero a los que pertenecen. En este entorno, la guerra de todos contra todos los sectores en el etiquetado que uno le hace al otro es vista como algo legítimo y es la plataforma del estado de ánimo desarrollo y que se observa en la crisis que se experimenta en los últimos años.

Sin embargo, si estamos preparados para atenuar el sonido de estos extremistas que dominan la caja de resonancia de Israel, y escuchamos las voces de las principales características de cada uno de los cuatro sectores que constituyen nuestra sociedad, encontraremos razones para el optimismo sobre el futuro de un Israel compartido. No, no me refiero a que el horizonte nos muestra la llegada del príncipe, cuyo beso nos ofrecerá un ordenamiento mágico que nos libere de las disputas sobre el futuro de los territorios y que nos despierte del ensueño civil. Desafortunadamente, no hay una verdadera preparación o planificación hacia un futuro previsible. Sin embargo, vemos un diálogo interno similar en los diferentes sectores que nos podrían llevar a un proceso de centralización ya que la recirculación de las centrifugadoras que nos distancian los unos de los otros, deberían gracias a ese diálogo dejar de provocar esas fisuras destructivas. Esta evaluación no es muy aceptada, pero se basa en hechos:

  • El rabino Urbaj no es el rostro que representa a la mayoría de los ultra-ortodoxos. Estos están integrados en Israel en todos los frentes: empleo, alrededor de la mitad de los hombres y más de dos tercios de las mujeres salen a trabajar. La “Comunidad de estudiantes” se convierte en una sociedad de “estudiantes y trabajadores”. A pesar de los gritos de los rabinos que la educación superior es un holocausto espiritual “peor que Auschwitz”, los ultra-ortodoxos en sus miles, hombres y mujeres, llegan a las instituciones de educación superior. Los pioneros de entre ellos ya se observan, y el resto se están preparando para dar el salto en los próximos años. Todavía se segregan, no sirven en el ejército y la internalización queda aún lejos de los valores liberales, pero el Rubicon ha sido cruzado: los ultra ortodoxos son socios en las tomas de decisiones a nivel nacional, se identifican con la empresa sionista y se someten a la mano invisible de Adam Smith, que va a lanzar dentro de una generación a este grupo de gente que es la más pobre a un nivel de ingresos de la clase media. No hay que esperar que se desarrolle una fusión entre ellos y los israelíes – “Paredes sagradas” no se derrumban – pero se producirá una mezcla. Los Haredim no son lo que ustedes pensaban.
  • Las actitudes y posiciones típicas de los ciudadanos árabes de Israel con respecto al país son muy diferentes de las posiciones enojadas aceptadas por la dirección política árabe. De acuerdo con el Índice de Democracia, la mayoría de la opinión pública árabe (55%) se siente orgullosa o muy orgullosa de ser israelí. Cuando se le preguntó cuál es la identidad más importante para ellos, los árabes eligen identidad religiosa (29%), Israel (25%!) y árabe (24%). Sólo una minoría muy pequeña, un octavo, de los ciudadanos árabes de Israel prefieren la identidad palestina como la más importante para ellos. A pesar que no aceptan la definición de Israel como Estado judío y sólo el 40% de ellos se consideran en gran medida parte del país y sus problemas, por otro lado, un tercio de ellos confían en el ejército de Israel. Los ciudadanos árabes de Israel no son lo que ustedes pensaban.
  • La derecha nacional-religiosa, que desde generaciones ha leudado la masa del centro de nuestras disputas públicas, actualmente ocupa una porción relativamente grande de las posiciones claves en el país. En la generación anterior, el motor ideológico del grupo se nutría significativamente de una gasolina mesiánica, mamada en las influyentes escuelas de los religiosos nacionales. Sin embargo, la amenaza que representa una agenda de redención que no mira a la historia a los ojos con claridad, se ha reducido en los últimos años. Los religiosos nacional están perdiendo terreno tanto desde el número (sólo alrededor 6% del campo pertenecen a estos grupos dentro de la neo-ortodoxia) y en términos de su impacto en el resto de los religiosos. La derecha nacional-religiosa deriva sus puntos de vista y las preferencias políticas del análisis de la situación real, de acuerdo con su filosofía, al igual que cualquier otro grupo. El principal deseo manifiesto del Bait Ha-Yehudí (el ex partido Mafdal) es separarse de la fracción Tkuma, y esto es una poderosa expresión de la decadencia que vive esos extremistas naciones religiosos que forman parte de aquella segunda agrupación. Una investigación profunda de la Prof. Tamar Hermann reveló que, contrariamente a la creencia popular entre el público, hay una gran similitud entre la relación del campo nacional-religioso hacia la democracia como las actitudes de la opinión pública israelí en su conjunto. Los nacional religiosos defienden ideas casi homogéneas sobre los temas políticos pero hay un sensible pluralismo en preguntas sobre religión y estado. La mayoría terminante se opone a una legislación ortodoxa religiosa y las declaraciones, comunes y de por si preocupantes, sobre el no cumplimiento de las ordenes militares en caso de una retirada de los territorios no se mueven desde un deseo real de destruir las normas y eso lo vimos claramente en la Desconexión (2005). Los religiosos nacionales no son lo que ustedes pensaban.
  • La izquierda israelí, mayoritariamente, está muy lejos de la imagen no patriótica que le trata de pegar la derecha israelí. De acuerdo con el Índice de Democracia, aunque la gente de izquierda son más pesimistas sobre el futuro del país que los otros… una gran mayoría, dos tercios, declaran que se sienten orgullosos de ser israelíes y cuatro de cinco izquierdistas se sientan parte del país y sus problemas. Teniendo en cuenta el prolongado gobierno de la derecha en el país y el fondo de la controversia sobre la cuestión de las fronteras, esos son números impresionantes que expresan un profundo compromiso del campo izquierdista hacia la sociedad mixta. Una diferencia clave entre la izquierda y la derecha en Israel es la determinación de la identidad más importante para ellos: la identidad israelí es clave para la izquierda (79%) y secundaria dentro de la derecha (35%) y la identidad judía es central para la gente de la derecha (49%) y secundaria para la izquierda (10%). La izquierda es la más “israelí” y eso no es lo que ustedes pensaban.

Podemos ver que la foto grupal sobre nosotros es mejor que la imagen que tenemos (y entre la mayoría de los otros que nos observan). Hay muchas sombras en nuestra vida soberana y lo más importante, el beso del príncipe al que llevamos tanto tiempo esperando no nos debe provocar subestimar la agudeza de las diferencias. Pero los hechos muestran que la sensación de crisis social que acompaña nuestras vidas no está justificada. De hecho, en contraste con los clamorosos titulares de los medios de comunicación, la dirección general es que nos dirigimos a una suavización de nuestras diferencias o conflictos. En el contexto de la presente intensificación de la crisis en el mundo occidental democrático… nosotros, los israelíes, podemos esgrimir con orgullo el siguiente dato: aproximadamente el 85% de los israelíes creen que a fin de hacer frente con éxito los retos a los que nos enfrentaremos en el futuro debeos mantener y reforzar la democracia. Israel… no era lo que ustedes pensaban.

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