RESUMEN: ISIS enfrenta la derrota y el ser liquidado, pero sus miembros se están dispersando por todo el mundo y estableciendo filiales locales. La idea del Califato islámico no ha muerto y la lucha en Occidente no ha terminado. ISIS puede desaparecer como organización, pero el mundo continuará sufriendo del espíritu maligno que esta organización ha inculcado entre demasiados musulmanes.
Mientras la ciudad de Raqqa, la capital del “Estado Islámico en Irak y Siria”, es tomada en el Ejército de Liberación Sirio, formado principalmente por milicias kurdas y sirias, la pregunta es cómo serán las secuelas de ISIS.
La respuesta es triple e involucra a la organización, a sus miembros y su ideología.
La organización bien puede que este encaminada a ser erradicada. La gran franja de territorio que este controlaba será dividida entre Siria, Irán, Turquía y los kurdos y sus instituciones gubernamentales se volverán reliquias del pasado. El intento de restablecer el califato islámico fracasó porque el mundo musulmán, no solo los “infieles”, despreciaban sus horripilantes y brutales métodos de ejecución del siglo VII.
Sin embargo, la mayoría de los miembros de la organización ya se encuentran en otras partes y llevan consigo un sentido de rectitud en sus corazones. Se sienten traicionados y buscarán venganza contra todos los que les atacaron. Entre ellos incluyen a los kurdos y los países de la coalición; los musulmanes que se mantuvieron al margen y no los ayudaron, como los antiguos países del bloque soviético; y países que ayudaron pero luego los abandonaron en el camino, tales como Turquía y Arabia Saudita.
Estos yihadistas se han dispersado por muchos países. Están estableciendo agentes estados en la Península del Sinaí en Egipto, Libia, Yemen, Nigeria, Mali, Filipinas y en otros lugares y cada filial ajusta su estructura y actividades al entorno en el que opera. Las variables incluyen el grado en que los gobiernos locales ejercen efectivamente el poder, el grado de apoyo de la población musulmana local y el grado en que una infraestructura organizacional terrorista ya existe y puede ser utilizada.
Vimos un fenómeno similar luego de la derrota de Al Qaeda en Afganistán a finales del 2001, cuando uno de sus vástagos se estableció en Irak y se unió a la población local sunita y al restante del ejército de Saddam Hussein para formar a ISIS. A comienzos de abril, 2003 este comenzó a aprovechar al débil gobierno central de Bagdad y, en marzo del 2011, al gobierno en Damasco.
Sin embargo, cada agente estado local sufrirá los mismos problemas fundamentales que prevalecen en cualquier grupo islámico radical. Habrá desacuerdos dentro del grupo sobre la ley Sharia y su implementación; sobre el cómo gobernar un territorio o permanecer como una entidad yihadista no soberana; la severidad del castigo para los ofensores; el título de líder (se lo llame califa o no) y su autoridad; las relaciones del grupo con las otras organizaciones de mentalidad similar; la estructura de estatus dentro de la organización (árabes contra no árabes, musulmanes por nacimiento contra musulmanes por conversión) y mucho más. También existirá el problema de la hostilidad entre la organización islámica y la población local, musulmana o no, sobre la cual desea gobernar. Además, la visión tradicionalmente negativa de la comunidad internacional por las organizaciones terroristas islámicas pudiera conducir a una guerra total.
Otra pregunta es cómo se verá afectado el mundo islámico por el precipitado sueño de un califato. La caída de ISIS seguramente reforzará a aquellos que se oponen a un Islam político. Por otra parte, la caída de la organización sunita fortalece el eje chiita. El lento avance de los líderes sunitas (Turquía y Arabia Saudita) hacia Irán es una señal del creciente poder del eje chiita a expensas de los sunitas. (El reciente discurso del Presidente de los Estados Unidos Donald Trump pudiera desacelerar esta tendencia, dependiendo de la acción que tomen los Estados Unidos)
La idea de un califato islámico no ha muerto. Está muy viva en las escrituras religiosas, en los libros de texto, los sermones de los viernes, los foros de Internet y en los corazones de muchos millones de individuos. En un futuro cercano o lejano, resucitará, sacudirá las remembranzas de los recientes acontecimientos y comenzará un nuevo capítulo. Siempre habrá gente que sueñe con la antigua gloria, la resurrección del salafismo ancestral y sus antepasados: el Profeta Mahoma y sus compañeros, quienes “vivieron un estilo de vida ideal y adecuado y nos mostraron el camino correcto para cualquier lugar, época y entorno”.
Lo que sí está claro es que la lucha contra el “hereje, permisivo, hedonista, materialista, narcotizado y ebrio Occidente” persistirá a través de los ataques terroristas de los lobos solitarios o de células pequeñas. Países de todo el mundo seguirán sufriendo de arrollamientos, apuñalamientos, balaceras, violaciones, violencia contra la mujer y contra chicos y menores de edad, vandalismo público y otras variaciones del yihad contra todos aquellos que no pertenecen a la religión de Mahoma. ISIS bien puede desaparecer como organización, pero es probable que el mundo siga sintiendo la ideología malvada que esta organización ha inculcado en los corazones y las mentes de muchísimos musulmanes.
El Dr. Mordechai Kedar es antiguo asociado en el área de investigación en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Sirvió durante 25 años en los servicios de inteligencia militar de las FDI especializados en Siria, el discurso político árabe, los medios de comunicación árabes, los grupos islámicos y los árabes israelíes y es experto en el tema de la Hermandad Musulmana y otros grupos islamistas.