Inmigración musulmana y la comunidad judía de Francia – Por Michel Gurfinkiel (Middle East Forum)

¿Por qué el radicalismo de izquierda y de derecha se está volviendo tan poderoso en la Francia contemporánea? Esencialmente, estos abordan un problema que la clase política común prefiere ignorar: la convulsión demográfica conocida como el “Gran Reemplazo”, una expresión acuñada hace algunos años por un talentoso aunque controvertido escritor llamado Renaud Camus. La inmigración de países no europeos y no judeocristianos y en especial de países musulmanes, ha alcanzado tales proporciones que el reemplazo gradual de la población y cultura nativas por una nueva población y una nueva cultura pareciera totalmente plausible. Los radicales de izquierda tienden a darle la bienvenida como un cambio para mejor. Los radicales de derecha lo ven como un desastre cósmico, excepto para algunos de ellos que están dispuestos a aliarse con el Islam radical a fin de derrocar la democracia occidental “plutocrática” y “judía”.

En una confesión de 635 páginas que coescribió en el 2016 con los periodistas Gérard Davet y Fabrice Lhomme, ‘Un presidente ne devrait pas dire ça’ (Cosas que un Presidente no Debería Decir), el ex presidente Hollande admitió que “los franceses tienen un problema con el Islam, es un hecho “y que pudiera conducir a una “partición” del país.

La comunidad musulmana francesa es la más grande y la de mayor crecimiento en Europa. En 50 años, desde finales de los años 60 hasta finales del 2010, la población de la República de Francia (incluyendo los territorios en el extranjero que son tan franceses al igual que lo son Hawái y Alaska para los estadounidenses) creció de 50 millones a 67 millones: un aumento del 34%. Mientras tanto, la población musulmana parece haber crecido, ya sea de forma natural o como resultado de las tendencias migratorias, de 1 millón a 5-6 millones como mínimo: es decir, un incremento del 500-600%. En cuanto a la proporción de musulmanes comparada a la población nacional, esta creció del 2% al 7-9%.

El verdadero impacto de la inmigración musulmana es aún mayor en términos generacionales: cuanto más joven es la población, mayor es la proporción de musulmanes. Si bien menos de una décima parte de los ciudadanos franceses eran musulmanes en la década del 2010, las proporciones eran una 5ta parte en relación a los ciudadanos franceses o residentes menores de 24 años a nivel nacional, e incluso más altos en algunos lugares. Una investigación en el 2015 de Ipsos en el área metropolitana de Marsella al sur de Francia descubrió que el 25.5% de los jóvenes locales en su adolescencia se identificaban como musulmanes. Se encontraron cifras similares en todas las otras grandes ciudades de Francia, donde vive la mayoría de la población.

Según una encuesta Fondapol publicada en el 2014, la proporción de musulmanes franceses “estrictamente religiosos” aumentó del 27% en 1994 a 42% en el 2014. Para citar nuevamente la encuesta sobre Marsella, el 83% de los jóvenes musulmanes describen la religión como “algo importante” o muy importante, “contra solo el 40% de los no-musulmanes (y el 22% de los católicos). Otra encuesta Ifop publicada en el 2016 sugiere que el 29% de los musulmanes franceses piensan que la Shaarya (la ley religiosa islámica) es más importante que la ley dictada por el hombre y el 65% aprueba las reglas de “modestia” femenina islámicas en las esferas públicas, incluyendo el hijab o el burka, el atuendo islámico y el burkini, el traje de baño al estilo eduardiano.

¿Han favorecido estos puntos de vista y actitudes la creación de las “zonas prohibidas” o los enclaves de facto en muchas partes del país, o el terrorismo? Durante años, los grupos musulmanes vigilantes han establecido “mezquitas callejeras” ilegales o han aplicado la observancia del Ramadán o el recato femenino en los barrios poblados por musulmanes. Otros grupos militantes incluso han incursionado dentro de barrios no-musulmanes. El acoso sistemático a las mujeres que visten “inmodestamente”, musulmanas o no-musulmanas, se ha vuelto algo común.

Durante el mes de Ramadán de 2018 (de mediados de mayo a mediados de junio), decenas de militantes musulmanes del BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) incursionaron en los supermercados de toda Francia para imponer el retiro de todos los productos manufacturados israelíes; también hubo casos en que pandillas similares atacaron tiendas y supermercados para hacer añicos botellas de vino o licor.

Respecto al terrorismo, debería destacarse que más de 2000 musulmanes franceses se unieron al Estado Islámico en Irak y Siria cuando estuvo en su apogeo durante los años 2013-2016 y que yihadistas nacidos en Francia o aquellos violentos inspirados por el yihad asesinaron a unas 200 personas e hirieron o mutilaron a 300 seres humanos en sucesivos ataques terroristas en suelo francés: del asesinato de soldados y profesores y alumnos judíos al sur de Francia en marzo de 2012 hasta el asesinato de caricaturistas y tienda-habientes judíos en París en enero de 2015; desde los asesinatos en París en noviembre del 2015 y Niza en julio de 2016 hasta el asesinato de un sacerdote católico de 86 años durante una misa unos días después; y del brutal asesinato de Sarah Halimi, una doctora jubilada de 65 años, en abril ed 2017 al asesinato no menos brutal de una sobreviviente del Holocausto de 85 años Mireille Knoll en marzo de 2018.

No es de extrañar que el columnista derechista Eric Zemmour, cuyo ensayo “El Suicidio de Francia” vendió más de 200.000 copias en el 2014, constantemente advierte de una “próxima guerra civil”. O uno de los principales escritores de Francia Michel Houellebecq, que vendió 350.000 copias de Soumission (Sumisión), una novela del año 2015 sobre la elección de un “islamista moderado” como presidente de Francia en la década del 2020.

Los judíos franceses no se sienten más cómodos dentro de este contexto que otros judíos europeos. Incluso puede argumentarse que se sienten menos cómodos ya que, a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, disfrutaron de un impresionante avivamiento tanto en términos demográficos como culturales y religiosos.

Había un aproximado de 300.000 judíos en Francia para el año 1945, justo después del Holocausto, incluyendo unos 100.000 “judíos” totalmente asimilados o incluso convertidos a quienes los nazis y el régimen colaboracionista de Vichy rebautizaron como judíos y que trataban desesperadamente de darle sentido a todo aquello. Setenta y cinco mil judíos nacidos en Francia y en el extranjero, habían sido arrestados y asesinados en Auschwitz desde 1942 hasta 1944. Otros 30.000 judíos pudieron haber perecido de otras maneras diferentes.

A finales de la década de los años 40, decenas de miles de sobrevivientes del Holocausto en Europa Oriental arribaron a Francia, la mayoría de ellos como refugiados solicitando inmigrar a Palestina o a Estados Unidos. Muchos se quedaron. Más refugiados llegaron de los países islámicos en las décadas 50, 60 y 70s, como consecuencia de disturbios civiles, guerras, independencia o revolución: primero desde Turquía y Egipto, luego de Marruecos y Túnez, más adelante de Argelia y finalmente de Irán. En 1962, la población judía de Francia se duplicó en 600.000, incluyendo muchos que abandonaron su identidad judía asimilándose o a través del matrimonio mixto. A mediados de la década de los años 70, se dice que alcanzó un máximo de 700,000.

Tal masa crítica permitió el repentino surgimiento de una identidad religiosa y cultural judía: sinagogas, comida kosher, escuelas y colegios judíos, medios de comunicación judíos, literatura judía (doméstica o traducida), centros comunitarios. La proximidad geográfica de Francia con Israel estimuló el turismo familiar, las giras sionistas y el afán de aprender el idioma hebreo. A mediados de la década de 1980, hubo un resurgimiento general del judaísmo ortodoxo en el país, al que pronto seguiría un crecimiento del judaísmo reformista y masorti (conservador). Los judíos “marginales”, que en generaciones anteriores tendían a casarse entre ellos y desaparecer, repentinamente se les veía más propensos a “retornar” a la ortodoxia o unirse a congregaciones no ortodoxas. La única sombra en este colorido y prometedor paisaje fue a partir de 1967, las políticas antiisraelíes y pro-árabes del gobierno francés.

Sin embargo, el renacido judaísmo francés iba rumbo a colisionar con el rápido crecimiento y la cada vez más asertiva comunidad musulmana, independientemente de las buenas relaciones que pudieran existir entre individuos judíos y musulmanes o entre las diferentes instituciones judías o musulmanas religiosas o intelectuales. Además, el antisemitismo no-reconciliado que prevalece entre muchos musulmanes franceses ayudó a fomentar un antisemitismo clásico no musulmán de derecha e izquierda hasta ahora reprimido, que regresó con venganza. Para el año 2000, noticias de una supuesta Segunda Intifada marcaron el comienzo de la ya generalizada violencia antijudía. Hubo similares arrebatos a esta violencia luego de la guerra del Líbano en el 2006 y en la guerra de Gaza del 2014. Dieudonné M’Bala M’Bala, el humorista franco-camerunés y agitador antisemita, se convirtió en un ídolo popular. Y la mayoría de los judíos franceses consideraban que el gobierno o los medios de comunicación a menudo recurrían a la negación o incluso intentaban convertir la violencia antijudía en “enfrentamientos intercomunales”.

Tanto es así que el judío errante retomó su sendero de nuevo. Miles se marcharon de los vecindarios abrumados por los radicales musulmanes o ciudades gobernadas por municipalidades de izquierda radicales por lugares predominantemente cristianos y conservadores, considerados mucho más seguros: en total, se dice que 50.000 judíos se trasladaron de algunas partes de la gran París a otros lugares. Luego, sucedió la emigración hacia Israel, Alía, otros 50.000 al menos o más según algunos estimados, en solo una década. Finalmente, muchos judíos se mudaron a Gran Bretaña, América del Norte y Australia.

El factor común entre estas migraciones es la falta de confianza en el futuro de Francia, compartido y dado por hecho, por muchos franceses cristianos o laicos. Otro incentivo es que una vez criados como judíos felices y orgullosos, les resultara difícil volver a caer en la condición de cuasi-Marrano.

 

 

Michel Gurfinkiel es fundador y presidente del Instituto Jean-Jacques Rousseau, miembro de Ginsburg-Ingerman en el Foro del Medio Oriente y editor emérito de Valeurs Actuelles. [Originalmente publicado bajo el título “Judíos Franceses y el Experimento Macron”]

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