RESUMEN: Este año, cuando los judíos israelíes se reúnen para orar en sus festividades, mientras escuchan la voz del shofar y el silencio del “Unetanneh Tokef”, se sentirán atormentados por un tema que ha intensificado durante este último año transcurrido: la lucha por la identidad israelí.
Las amenazas externas a nuestra existencia como israelíes crean conciencia de un destino común. Es tentador enfocarse en tales amenazas, porque proveen una zona de comodidad en la que expertos en política sobre seguridad pueden hacerse la pregunta que les es familiar: ¿cómo defenderemos nuestra existencia el año que viene? Al concentrarnos en este tema, encontramos una manera de reprimir las preguntas más básicas sobre la identidad israelí.
Más allá de la ansiedad sobre nuestro destino común como residentes de este país se encuentra una pregunta clave: ¿poseemos todavía algo en común? Este debate, acumulado durante el último año, nos invita a reconsiderar quiénes somos y qué esperamos de nuestra existencia conjunta como nación.
El año pasado, la crisis de identidad israelí fue expresada de nuevas maneras en el discurso público. El Presidente Reuven Rivlin la describió en términos de las cuatro tribus del estado de Israel: los religiosos, los seculares, los ultra-ortodoxos y los árabes. Amnon Rubinstein abordó el tema en su libro ‘Las Tribus del Estado de Israel: Juntos y Separadamente – Liberalismo y Multiculturalismo en Israel’. Ha’aretz ha dedicado extensos artículos sobre el tema.
A pesar del punto de vista del presidente, un enfoque a la profunda estructura de la sociedad israelí, especialmente entre los judíos, revela un importante denominador común, uno que es cada vez más evidente en las sinagogas. Entre los judíos Mizrahi y Ashkenazi existen diferencias de formulación, no de esencia. De ahí que aparezca una nueva tendencia en las grandes sinagogas de Tel Aviv: la realización de frecuentes quórums de rezos integrados y la utilización de versiones combinadas de plegarias.
No sólo existe una nueva tendencia de integración de las comunidades, sino que los israelíes religiosos y seculares se mezclan entre sí. Los sociólogos israelíes coinciden en gran medida al hecho de que “los judíos seculares son mayoría”. Estos poseen la tendencia de identificar a grandes grupos de ellos quienes se auto-identifican como tradicionales siendo estos una subdivisión secular – “vida secular”. Tal como dijo el sociólogo Oz Almog: “La mayoría de la sociedad israelí es secular y tradicional”.
Basándonos sobre los mismos datos, sin embargo, uno puede proponer una perspectiva diferente junto a una conclusión contrastante. Si simplemente cambiamos el punto de partida a la distinción entre lo secular y lo religioso, si acordamos en que no todos los que conducen en Shabbat son necesariamente individuos seculares, tal como en el caso de Shalom Asayag en la fascinante serie de televisión ‘The 1980s – Los Años 80’ podemos afirmar que la mayoría de la sociedad judía israelí es religiosa y tradicional. Aquellos con una inclinación pronunciada secular se hayan dentro de la minoría.
Cabe observar los rezos nocturnos de Shabat en las sinagogas de los hoteles en Israel. Siempre hay muchos israelíes presentes que han venido a orar con genuino entusiasmo. Luego de la cena, la mayoría de ellos, sin escrúpulos y con el mismo entusiasmo, se recrearán “secularmente” en una discoteca. El religioso halájico les preguntará: Si vinieron a orar, ¿por qué entonces se van a bailar? El secular “halájico” le preguntará: Si viniste a la discoteca, entonces eres como yo, ¿entonces qué hacías antes en la sinagoga? Esto sería considerado un enfoque dicotómico a la división religioso-secular que permite una alianza tácita entre los dos rígidos extremos, ya que tratan de ignorar la tendencia generalizada que no obedece a las reglas estrictas de clasificación.
El tema de quién es la mayoría y quién es la minoría no es sólo un tema de investigación sociológica. Es fundamental para la lucha por la naturaleza del espacio público. La demanda secular de un espacio público con carácter secular tiene como base la afirmación de que estos están expresando una opinión mayoritaria. De esta manera, la minoría se comporta como la mayoría, mientras que la mayoría está atrapada en una falsa impresión de que es una minoría.
Todas las disputas que han escalado, desde la naturaleza del Shabat israelí hasta los planes de estudios en las escuelas, se centran en un tema central: cómo moldear el espacio público en un estado judío de Israel. Esa es la esencia de la controversia: no quién es la mayoría y qué es común a su identidad, sino cuál es la naturaleza deseable del espacio público.
Ese es el verdadero contexto de la nueva lucha por el contenido de los estudios judíos en las escuelas estatales. En este punto es necesario aclarar si una escuela estatal en Israel es necesariamente secular o, primero y ante todo, una escuela judía israelí. La opción por parte de los padres de inscribir a sus hijos en una escuela estatal no significa que desean que obtengan una educación totalmente secular. Se pudiera argumentar que la mayoría de los padres, especialmente aquellos en la mayoría tradicional, se sienten complacidos con el impulso del ministro de educación de integrar la herencia judía dentro del plan de estudios.
Mientras servía como comandante del Instituto Universitario de Seguridad Nacional, visité Moscú con mis estudiantes. En la noche de Shabbat fuimos recibidos en la Gran Sinagoga. Para algunos de los estudiantes, quienes eran oficiales superiores en la institución de defensa, siendo ésta una experiencia desconocida. Cuando, durante la bienvenida del Shabbat, los congregantes entonaron la canción “Lecha Dodi”, un oficial destacado me preguntó: “¿De dónde conoces tal canción?” ¿Es esto lo que aspiramos en el sistema educativo israelí?
¿Qué ha cambiado y hacia dónde nos dirigimos?
Al final de su servicio en la Brigada Judía en 1919, Berl Katznelson, uno de los líderes espirituales del movimiento Laborista, llegó a Jerusalén y escribió sobre su visita. “El día más importante para mí en Jerusalén fue el día que fui al Monte del Templo”, este escribió. “El día que me ayuda a entender todo lo relacionado al voluntariado y hace que mi corazón palpite y se desborde”. De una manera diferente, el autor Meir Shalev dijo recientemente acerca de la pasión por un vínculo con el pasado histórico: “Toda la política del Medio Oriente tiene como base un relato falso”. Hoy, la alegría de Katznelson probablemente sería vista como un caso de mayor religión. Entonces, ¿qué, ha cambiado?
Katznelson no sólo acogía afectuosamente un recuerdo del pasado. Quería saber qué significado tenía en el presente y cómo podía orientar nuestro camino hacia el futuro. A mi manera de ver, la mayoría judía de Israel hoy se identifica con la experiencia del Monte del Templo de Katznelson.
Entre una nación judía unificada y multicultural
La tensión entre forjar una nación unificada y preservar las riquezas de la variedad multicultural debe ser vista como una ventaja muy afortunada. Esta perpetua tensión, que el pueblo judío ha experimentado desde el comienzo de su existencia, es también su singularidad. El rabino Yehuda Leon Ashkenazi, conocido como el rabino Manitou, lo expresó muy bien: “Los judíos mantienen su identidad única y también acumulan las identidades de cada lugar en los que estuvieron y las adoptan. Son al mismo tiempo personas que siguen el camino de Abraham y del pueblo de Francia, Lituania y Marruecos. Cuando se reúnen en Jerusalén, unen todas las identidades humanas y reúnen a toda la humanidad en el camino de Abraham”.
Así debería ser.
Este artículo fue publicado en hebreo el 19 de septiembre, 2017 por el diario Israel Hayom. El Mayor General (ret.) Gershon Hacohen es investigador principal en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Este sirvió en las FDI durante 42 años, comandando tropas en batallas con Egipto y Siria. Anteriormente fue comandante de cuerpo y comandante de las Escuelas Militares de las FDI.