Hamás ha fracasado debido a que se encuentra atrapado entre dos principios irreconciliables: establecer un estado moderno y funcional que provea bienestar a sus ciudadanos mientras que al mismo tiempo mantiene un perpetuo estado de guerra en contra del Estado judío. Ni la ideología nacionalista de la OLP ni el nacionalismo religioso de Hamás han servido a los intereses del pueblo palestino. Solo los emiratos asentados en clanes locales pueden operar legítimamente en los territorios controlados por los palestinos.
Cuando el “Movimiento de Resistencia Islámica” o Hamás, como mejor se le conoce por sus siglas en árabe, tomó Gaza en el 2007, los expertos teorizaron que una vez que el grupo se responsabilizara del agua potable, la gasolina, la energía eléctrica, el empleo y alimentos, no le quedaría más remedio que moderarse. Estos comentaristas predijeron que Hamás preferiría muy pronto gobernar que librar la yihad, cambiar el terrorismo por la acción de gobernar el estado, desarrollar herramientas políticas en lugar de herramientas de guerra y adoptar una postura política en lugar de una que requiere del conflicto armado. No podían haber estado más equivocados, porque ninguna organización terrorista islámica abandona el terrorismo sin que también se le considere que abandona el Islam.
De hecho, lo sucedido es un proceso de autoinmolación que solo puede ocurrir en las sociedades islámicas. Este proceso es una función de la creencia colectiva compartida por los líderes islámicos que es una obligación religiosa atenerse a sus principios políticos y que cualquier desviación de la lealtad total a tales principios resultará en que caerán víctimas a la crítica de otros cuya imagen religiosa es más viva y está basada en la fe.
Hamás desea ser considerado una organización política, por lo que se presentó en las elecciones parlamentarias del 2006, obteniendo la mayoría de los escaños. Ahora se está preparando para las elecciones presidenciales en las que espera asumirá el cargo de Presidente de la Autoridad Palestina.
El problema de Hamás es que se encuentra atrapado entre dos roles contradictorios. Como organización política, este debe adoptar patrones pragmáticos de comportamiento, incluyendo las negociaciones políticas con Israel. Como movimiento religioso, debe adherirse al principio que prohíbe cualquier desviación del camino dictado por Allah, que solo le permite a sus representantes terrestres hablar con los infieles sionistas sobre temas técnicos tales como la transferencia de alimentos, agua, gasolina, energía eléctrica y suministros de medicinas.
Desde el punto de vista de Hamás, no se ve tan mal si los musulmanes de Gaza sufren, ya que tal situación es considerada “bla’a”, una de las pruebas que Allah le presenta a los creyentes con el propósito de determinar si merecen o no un pasaporte al Paraíso. Esto explica el por qué Hamás está tan dispuesto a sacrificar a cientos e incluso miles de civiles inocentes en cada encuentro militar con Israel. También explica el por qué los medios de comunicación del mundo árabe presentan, frecuentemente con éxito, eventos tales como victorias para Hamás y derrotas para Israel.
El precio de este tipo de “victoria” lo pagan los ciudadanos comunes de Gaza, cuyos familiares están muertos o fueron heridos y que tienen que vivir con una infraestructura prácticamente destrozada. Esta gente no comparte con Hamás sobre este tema porque son mucho menos extremistas que aquellos que han dispuesto de sus vidas.
El marco conceptual religioso impide que Hamás ceda ante los judíos o haga cualquier cosa que pueda interpretarse como rendición, incluyendo la liberación de prisioneros o los cuerpos de los soldados israelíes caídos que se encuentran en manos de Hamás o incluso proveer información sobre ellos. Se entiende que Hadar Goldin y Oron Shaul lamentablemente no están entre los vivos, pero los voceros de Hamás continúan negándose a divulgar algún detalle sobre los dos, incluyendo la confirmación de sus muertes.
Desde un punto de vista religioso, Hamás está atrapado en un abismal pantano oscuro y deprimente. Durante los 1400 años desde el comienzo de la historia islámica, han existido regímenes musulmanes que trataron a los extraños con respeto, se abstuvieron de atacar a países más poderosos que ellos y se preocuparon por las condiciones económicas de sus súbditos. Hamás está a años luz de este tipo de gobierno. No solo no posee ningún interés en mejorar las condiciones de salud, educación y el nivel de vida de la población de Gaza, sino que marcha paso a paso para crear una imagen de sufrimiento y necesidad con el propósito de obtener donaciones de la comunidad internacional.
Otro elemento que pudiera evitarle a Gaza una mayor confrontación armada con Israel, que llegaría a expensas de la vida de los ciudadanos comunes, no las de los líderes de Hamás y sus familias, cuyos búnkeres subterráneos los protegen, es la disposición de Hamás en conducir un intercambio de prisioneros con Israel. Yihye Sinwar, el actual líder de Hamás liberado en el acuerdo Shalit, sabe que Israel no liberará a más de 1000 prisioneros a cambio de cadáveres, pero está bajo presión de los prisioneros de Hamás y sus familias. Le resulta casi imposible llegar a un acuerdo que resulte en la liberación de menos prisioneros que los liberados durante su intercambio.
Hamás está haciendo uso de todo tipo de mantras para justificar su obstinada política: “¡No nos inclinaremos ante la entidad sionista en nada!” “¡No le daremos información sin costo a los sionistas!” “¡Seguiremos luchando por una Palestina desde el río hasta el mar!”. Nadie en la calle de Gaza se cree ya más estos mantras. Tampoco confían en quienes los publican en Internet o en los canales de televisión por satélite.
Hamás hace todo lo posible para publicitar la “catástrofe humanitaria” en Gaza, pero olvida mencionar que la situación allí es un resultado directo de la forma en que ha gobernado durante la última década. La organización ha recibido billones de dólares de Qatar, de los estados donantes y grupos internacionales que no realizan un seguimiento a lo que sucede con sus donaciones. También es el destinatario de los impuestos que son retirados de los salarios. ¿Qué hacen con el dinero? ¿Han construido escuelas? ¿Hospitales? ¿Fabricas? ¿Infraestructuras? Ninguna de las anteriores.
Parte del dinero llegó a las cuentas bancarias privadas y ocultas de los líderes de Hamás en las Islas Caimán, las Islas Vírgenes y otros paraísos fiscales (como también ha sido el caso del liderazgo de la OLP). Parte de este fue utilizado para comprar casas y apartamentos para esos líderes. Pero la mayor parte de esos fondos, con mucha diferencia, fue para la construcción de túneles subterráneos, cohetes y otras armas de destrucción destinadas a ser utilizadas en la guerra para “liberar” a Palestina.
Debido a que el mundo árabe le dio la espalda a Hamás, la organización está cercana a la bancarrota, una crisis que explica su nueva y cálida relación con Irán. Los líderes de Hamás esperan obtener dinero, armas y cohetes de los mulá en Teherán para ayudarlos de esta manera a quebrar el vilo del estancamiento con Israel. Es por eso que se volvieron a conectar con Hezbollah y están listos para renovar los lazos iraníes con Hamás.
El liderazgo iraní no oculta su alegría al renovar lazos con Hamás. Los ayatolás ven al grupo como el largo brazo del pulpo iraní extendido hacia la zona sur de Israel. El objetivo es captarlos en una pinza entre Hezbollah al norte y Hamás al sur. ¿Mejorará esta estrategia la vida en Gaza? ¿Logrará convencer Hamás a aquellos desempleados en Gaza, el 60% del sostén familiar empleables de la Franja, que forjan esta alianza para su propio beneficio? A duras penas.
También existe el fiasco imperecedero de las relaciones de Hamás con la OLP/AP. Estas organizaciones han estado en desacuerdo desde que Hamás irrumpió en la escena israelí e internacional en 1988 con el estallido de la primera Intifada. La rivalidad, el odio y los celos desenfrenados entre ellos mismos y los insultos que se lanzan unos a otros expresan mucho más que una división política. Son prueba de las diferencias culturales básicas entre los árabes de Cisjordania y aquellos de Gaza. Incluso el árabe hablado en Cisjordania difiere de aquellos en Gaza. La cultura de Gaza es la de los beduinos que habitan en el desierto, mientras que el árabe hablado por los banqueros occidentales es más urbano.
El conflicto entre la OLP y Hamás lo abarca todo: se trata de posturas de liderazgo, las arcas de la tesorería (el caldo de cultivo de la corrupción), la policía y, lo que es más importante, las fuerzas armadas. A pesar de los acuerdos firmados por ambas partes mientras le sonreían a los fotógrafos internacionales, los discursos inspirados de los portavoces elogiaron el concepto de reconciliación sagrada y a pesar de la demanda pública de ver que la OLP y Hamás trabajen juntos por su objetivo común de establecer un estado árabe palestino sobre el ruinas de Israel, las dos organizaciones no han logrado superar sus conflictos y cumplir las promesas que yacen sobre la base de esos acuerdos. Estos siguen castigando, humillando y burlándose unos a otros mientras el público les observa.
Del otro lado de la ecuación cultural y política se encuentran las organizaciones salafistas inspiradas en Al-Qaeda e ISIS. Estos poseen delegaciones activas en Gaza, aunque la mayoría de sus activistas se han mudado al Sinaí. Hamás está comprometido en una lucha a muerte con las organizaciones dedicadas a hacer exactamente lo que le hizo a la OLP: el “verdadero” yihad en nombre del Islam. Hamás ha asesinado a decenas de activistas salafistas, incluyendo a más de 30 caídos por fuego de ametralladora en una calle de Rafah luego de haber utilizado granadas de gas para obligarlos a salir de la mezquita.
Se suponía que Hamás, siendo este un vástago de la Hermandad Musulmana, creara un carácter distintivo nacionalista religioso alterno en contraste con el nacionalismo secular de varias organizaciones árabes. Este fracasó en su intento de presentar un modelo nacionalista árabe de un estado democrático y moderno el cual protege a sus ciudadanos y provee por su bienestar, salud y empleo, un estado ordinario y funcional que se gane la lealtad de los ciudadanos que previamente se habían adherido a sus identidades tribales, étnicas, religiosas y grupales.
Los movimientos nacionalistas árabes han estado sumidos durante mucho tiempo en un pantano de despotismo. Nadie ha logrado establecer y mantener un estado-nación democrático a lo largo de las líneas limítrofes con Israel. Se suponía que el movimiento de Hamás ofrecería un carácter distintivo religioso alterno que pudiese desplegar su estandarte sobre todos los grupos tribales y religiosos que viven en “Falestin”: musulmanes, cristianos, circasianos, ahmadíes.
El fracaso del movimiento religioso se debe en parte a su incapacidad de abandonar el principio de librar la yihad con tiempo suficiente para unirse a la OLP y establecer un estado árabe palestino junto a Israel hasta el momento en que sea posible destruir al Estado judío. Hamás no ve una manera de aceptar la existencia de Israel, incluso de manera temporal y se ve obligado a mantener un estado de guerra constante con este (en oposición a una guerra activa incesante). El librar una guerra activa destruiría Gaza y derrocaría a los líderes de Hamás; un constante estado de guerra justifica la continuación de la triste situación de Gaza.
La situación en Gaza provee una prueba más, para cualquiera que todavía lo necesite, de la incapacidad de un movimiento islámico para establecer y mantener un estado moderno que pueda vivir en paz con sus vecinos y tolerar ideologías diferentes a las suyas.
El cisma que divide a la OLP y Hamás es una división cultural expresada a través del conflicto político. Simplemente no existe forma alguna que puedan unificar o establecer una reconciliación verdadera y duradera. Cualquiera que cuente con un estado árabe palestino unificado debe alinear mejor sus expectativas con la amarga realidad del Medio Oriente.
La OLP fracasó porque la ideología nacionalista secular que le surte tan bien a Europa no puede triunfar en el Medio Oriente. Ha fracasado en todos los países de la región que lo han probado. Irak, Siria, Libia, Yemen y Sudán son los ejemplos.
El movimiento Hamás fracasó porque el Islam fundamentalista no puede mantener un estado moderno con estándares democráticos occidentales basados en leyes creadas por el hombre. Turquía, que ha retornado al Islam desde la década de los años 90’, también se está distanciando cada vez más del modelo occidental aceptado de una democracia constitucional.
La conclusión es clara: no existe base religiosa ni secular para establecer un estado árabe palestino. La única solución es el regreso a su base natural de la sociedad en el Medio Oriente: la tribu. Solo los emiratos en Cisjordania con bases en clanes locales, tal como los de los emiratos del Golfo, pueden operar legítimamente en la región.
El Dr. Mordechai Kedar es miembro asociado en investigación del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat. Sirvió durante 25 años en los servicios de inteligencia militar en las FDI, se ha especializado en el tema Siria, el discurso político árabe, los medios de comunicación árabes, los grupos islámicos y los árabes israelíes y es experto en el tema de la Hermandad Musulmana y otros grupos islamistas. Traducido desde https://besacenter.us6.list-manage.com/track/click?u=7e381afc91d1b09aec08b492b&id=7d60e91431&e=781877b0b9