Las voces que parten desde Gaza no son de guerra y ciertamente no de triunfo, sino de angustia. Han pasado 10 años desde que Hamás atrapó Gaza por la fuerza, y no sólo que están experimentando un callejón sin salida, sino que viven una situación crítica. Incluso Qatar, su principal benefactor, está siendo colocado bajo una picota diplomática por parte de sus vecinos. Los gritos de desesperación emanan de Gaza, donde los residentes están pagando el precio por el aislamiento de Hamás en el mundo árabe.
Estos no son ya los días del gobierno de la Hermandad Musulmana en Egipto, cuando Turquía y Qatar hicieron lo que quisieron en todo el mundo árabe, y cuando los líderes de Hamás libremente trotaban por el globo de capital a capital. Ahora, el líder del departamento político de Hamás, Ismail Haniyah, está enjaulado; obligado a esperar hasta que su guardia egipcio se digne a dejarlo salir.
El Cairo tiene su propio rencor contra Hamás. Le exigen ante todo acciones, como ser la zona de amortiguamiento y separación que se está construyendo a lo largo de la frontera de Gaza con Egipto, con la intención de evitar que los terroristas de la rama del Sinaí del Estado islámico encuentren refugio dentro de Gaza bajo el auspicio de Hamás.
Por lo tanto, desprovisto de apoyo exterior y frente a las tensiones internas dentro de casa, la sensación de crisis no se apacigua. Con tanta gente luchando por mantener sus cabezas apenas por encima del agua (en la oscuridad no menos), Hamas está ahora dispuesto a considerar renunciar elevando una bandera blanca para entregar las llaves a Mohammed Dahlan o al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, quien podría ser el único capaz de cambiar las cosas en Gaza.
Hamás espera que Dahlan se conforme con recibir el cargo simbólico e impotente del primer ministro. Pero Dahlan no es un niño, y con el respaldo del presidente egipcio Abdel-Fattah el-Sissi – y quizás con un guiño de Israel, también – puede sacar la alfombra por debajo de Hamás.
El dilema que enfrenta Israel, y tal vez Egipto, es si es necesario apretar el lazo alrededor del cuello de Hamás o, a la inversa, aliviar la presión en un esfuerzo por evitar un enredo entre el propio partido de Abbas con el Hamás. Abbas, por su parte, está tratando de matar a tres pájaros con una sola piedra: Hamás, Dahlan e Israel – tratando de avergonzar a este último haciéndolo pasar como el foco de la crítica internacional. El agua y la electricidad son una cosa; visas en el extranjero para Haniyeh y su cohorte son otra cosa muy distinta.
Hamás con la soga en el cuello – Por Prof. Eyal Zisser (Israel Hayom 29/6/2017)
