El traslado de la Embajada de EE.UU. a Jerusalén: Corregir un error diplomático – Por Profesor Eytan Gilboa (BESA)

RESUMEN EJECUTIVO: Jerusalén ha sido la capital del estado de Israel desde 1949. Sin embargo, la mayoría de los estados, incluido los Estados Unidos, decidieron no reconocer la capital de Israel y localizar sus embajadas en el área de Tel Aviv. Nunca ha habido ninguna razón para negar el reconocimiento de Jerusalén Occidental como la capital de Israel, ya sea antes o después de la Guerra de los Seis Días de 1967. El fracaso en reconocer la capital de Israel es una anomalía diplomática única. En campañas electorales, sucesivos presidentes estadounidenses prometieron transferir la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, pero no cumplieron con ese compromiso. El Congreso exigió el reconocimiento y la transferencia, pero fue en vano. El presidente Donald Trump cambió radicalmente este patrón al reconocer a Jerusalén como la capital de Israel y al ordenar que la embajada de los EE.UU. sea trasladada allí.

Cada país soberano tiene derecho a determinar la ubicación de su propio capital, sin embargo, la mayoría de los países del mundo le han negado este derecho a Israel. Cuando Israel se estableció, era natural que los fundadores establecieran la capital en Jerusalén. Después de todo, Jerusalén fue la capital de los sucesivos reinos judíos durante cientos de años en tiempos bíblicos, desde el reinado del Rey David. A lo largo de siglos de exilio, Jerusalén ha ocupado un lugar importante en las oraciones judías. Los judíos anhelan desde hace tiempo regresar a Jerusalén y volver a convertirla en la capital de un Estado judío independiente.

Durante la Guerra de la Independencia de 1947-48, el primer Primer Ministro israelí, David Ben-Gurion, hizo un esfuerzo militar especial para mantener a Jerusalén en manos de los judíos. Él solo tuvo un éxito parcial. Israel mantuvo el control de la sección occidental de la ciudad, pero perdió la sección oriental de Jordania, incluido el barrio judío y el Muro de las Lamentaciones, el sitio judío más sagrado.

Inmediatamente después que Israel declarase su independencia, varios países, incluidos los EE.UU. y la URSS, reconocieron el nuevo estado. En mayo de 1949, Israel se convirtió en miembro de la ONU. En diciembre de 1949, Israel declaró a la sección occidental de Jerusalén su capital y movió hacia allí la Knesset, la presidencia, los tribunales, los ministerios y las agencias gubernamentales allí.

Nunca ha habido ninguna razón para que la comunidad internacional negase el reconocimiento de Jerusalén Occidental como la capital de Israel. Entre 1948 y 1967, Jerusalén se dividió entre Israel y Jordania, pero Berlín también era una ciudad dividida. La situación política y diplomática en Berlín fue mucho más controvertida que la de Jerusalén, sin embargo, Estados Unidos y la mayoría de los demás países no tuvieron dificultades para reconocer a Berlín Oriental como la capital de Alemania Oriental.

Todos los esfuerzos israelíes para obtener el reconocimiento de Jerusalén fallaron. Solo dieciséis países, principalmente de América Latina, ubicaron sus embajadas en la ciudad: Holanda, Haití, Costa de Marfil, Zaire, Kenia, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Panamá , Uruguay y Venezuela. Otros estados colocaron embajadas en el área de Tel Aviv. Es razonable suponer que si los Estados Unidos hubieran establecido su embajada en Jerusalén, muchos otros países habrían seguido su ejemplo.

Durante la Guerra de los Seis Días de 1967, Israel capturó y más tarde se anexionó Jerusalén Este y unificó la ciudad. Desde entonces, el estado de la capital ha sido uno de los temas a resolver en las negociaciones árabe-israelíes. Aparentemente, nadie esperaba que el conflicto persistiera durante tantos años.

Después de la Guerra de Yom Kippur de 1973, Costa de Marfil, Zaire y Kenia rompieron relaciones diplomáticas con Israel y cerraron sus embajadas en Jerusalén tras una resolución de los Estados No Alineados. En 1980, los países restantes cerraron sus embajadas luego que la Knesset aprobara la “Ley Básica sobre Jerusalén, la Capital de Israel”, que establecía que la ciudad seguiría siendo la “capital completa y unida de Israel”.

Desde el proceso de paz de Oslo en 1993, los palestinos han exigido que Jerusalén Este se convirtiese en la capital de su estado independiente.

En octubre de 1995, el Congreso de los EE.UU. aprobó con abrumadora mayoría (Senado 93-5, Cámara 374-37) “La Ley de la Embajada de Jerusalén”. Declaró que Jerusalén debe permanecer unificada, que debe ser reconocida como la capital de Israel y que la embajada de EE.UU. debería trasladarse de Tel Aviv a Jerusalén antes del 31 de mayo de 1999. Sin embargo, la ley le permitió al presidente firmar una exención cada seis meses por motivos de “seguridad nacional”. Los presidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama invocaron la exención y no implementaron la ley. Supusieron que mudar la embajada comprometería las negociaciones palestino-israelíes y provocaría protestas violentas contra los Estados Unidos en todo el mundo musulmán.

Durante la campaña de las elecciones presidenciales de 2016, el entonces candidato Donald Trump prometió reiteradamente trasladar la embajada de los EE.UU. a Jerusalén. El 5 de junio de 2017, el Senado de los Estados Unidos aprobó por unanimidad una resolución (90-0) que reafirmó la Ley de la Embajada de Jerusalén de 1995 y pidió al presidente que la implementase.

El 6 de diciembre de 2017, el presidente Trump reconoció a Jerusalén como la capital de Israel y ordenó al Departamento de Estado que se preparase para trasladar la Embajada de los Estados Unidos a Jerusalén. Los palestinos estaban furiosos y suspendieron el contacto con los EE.UU. Muchos comentaristas y “expertos” prevén protestas violentas generalizadas contra los Estados Unidos en el mundo musulmán. Ellos estaban equivocados. El 23 de febrero de 2018, Trump anunció que la Embajada de los Estados Unidos se mudaría a Jerusalén el 14 de mayo de 2018, coincidiendo con el septuagésimo aniversario de la declaración de independencia de Israel.

Desde el comienzo de su mandato, Trump ha aspirado a construir un legado de eventos audaces e históricamente transformadores. La transferencia de la embajada de EE.UU. a Jerusalén es uno de esos eventos. Trump quería demostrar que cumple las promesas de campaña y también deseaba satisfacer a su base política, especialmente los cristianos evangélicos, que han insistido enérgicamente y con firmeza en el reconocimiento y la transferencia de la embajada.

Trump también cree que su movimiento despertará las estancadas negociaciones palestino-israelíes. Esto puede ocurrir aún, ya que Trump ha indicado que Israel tendrá que hacer concesiones recíprocas a cambio de la transferencia de la embajada.

Varios otros estados han anunciado que también trasladarán sus embajadas a Jerusalén, incluidos Guatemala, Honduras, Paraguay, la República Checa y Rumania. Otros pueden seguir el ejemplo de los Estados Unidos. Trump será recordado como un presidente decidido que, a diferencia de sus predecesores, tuvo el coraje de corregir una anomalía diplomática de larga data.

 

 

El Prof. Eytan Gilboa es director del Centro para la Comunicación Internacional y un investigador asociado en el Centro Begin-Sadat de Estudios Estratégicos.

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