El Sultán Invencible: ¿Está perdiendo Erdogan su encanto populista? – Por Burak Bekdil (BESA)

RESUMEN: En tiempos de poner pruebas, el islamista, hombre fuerte de Turquía, el Presidente Recep Tayyip Erdogan, siempre ha buscado refugio en casa, disfrutando de su masiva popularidad. Pero tras 17 años consecutivos en el poder, luego de haber obtenido la victoria en todas las elecciones en las que se postuló, el auto-proclamado Sultán de Turquía muestra signos de fatiga – y su popularidad puede que esté disminuyendo.

Imagen: Recep Tayyip Erdogan, fotografía vía la Oficina del Presidente de Rusia

El Presidente turco Recep Tayyip Erdogan se comporta como un gato arrinconado cuando el tema trata de política regional: este actúa de forma salvaje y errática, atacando a enemigos reales e imaginarios. Sus adversarios son la Unión Europea (Italia, Francia, Chipre y Grecia en particular, debido a una disputa por los hidrocarburos en el Mediterráneo Oriental), los Estados Unidos e Israel. En la vecina Siria, Erdogan amenaza con un sangriento asalto militar en contra de los kurdos. Este es explícitamente un personaje indeseado en otros países musulmanes tales como Egipto, el Líbano y los Emiratos Árabes Unidos debido a su rígido apoyo a Hamas y a la Hermandad Musulmana. En Libia Erdogan se encuentra librando una guerra de agentes estado contra los musulmanes laicos que quieren derrocar a un gobierno islamista en Trípoli.

En momentos como estos, Erdogan siempre ha buscado refugio en casa, regocijándose en su enorme popularidad. Pero luego de transcurridos 17 años consecutivos en el poder, después de haber ganado todas las elecciones en las que participo, el islamista y hombre fuerte de Turquía muestra signos de fatiga. Y mientras el país continúa dando tumbos tanto económica como políticamente, Erdogan puede que ya no sea invencible.

“El que gane en Estambul gana Turquía” es la propia frase de Erdogan. Puede que tenga razón: Estambul alberga a casi el 15% de los 57 millones de votantes en Turquía y representa el 31% de su PIB. Erdoğan lanzó su carrera política al ser electo alcalde de Estambul en 1994.

El 31 de marzo, un candidato opositor muy poco conocido Ekrem Imamoğlu, ganó Estambul (donde están registrados más de 11 millones de votantes) por un escueto margen de 13.000 votos. Erdogan cuestionó el resultado y exigió una nueva votación – solo para perder de nuevo, la segunda vez, por un margen de 800.000. Este perdió tanto Estambul como Ankara luego de 25 años de gobierno islamista.

La amarga derrota de Erdogan se produjo en un momento de aumento en las protestas y manifestaciones anti-gobierno, centradas principalmente sobre los temas del medio ambiente. “La ola de manifestaciones pacíficas, la más grande del país desde las manifestaciones del Parque Gezi en el 2013 – sugiere una nueva vitalidad entre los adeptos opositores, con implicaciones potencialmente profundas para la democracia de Turquía”, escribieron Soner Cağaptay y Deniz Yüksel para el Instituto Washington. “Esta consolidación de poder, junto a una frecuente represión hacia los manifestantes, desanimó a muchos en la oposición”.

Con 4.7 millones de desempleados y un desempleo rampante, una inflación del 15% y altas tasas de endeudamiento, la economía de Turquía no funciona nada bien. La moneda nacional, la lira, se ha visto muy volátil desde una grave crisis ocurrida el año pasado.

Erdogan está en guerra con los aproximadamente 15 millones de kurdos en Turquía. Este recientemente nombró a los fidedignos comisarios del gobierno para tres provincias abrumadoramente kurdas al sur de Turquía, intensificando las tensiones entre Ankara y el sureste kurdo y en socavar aún más la problemática perspectiva democrática de Turquía.

Sería irónico si Erdogan perdiese el poder luego de su largo período de gobierno islamista. Necmettin Erbakan, a quien Erdogan a menudo se refería como “maestro”, se convirtió en el primero de los primer ministros islamistas de Turquía en 1995 cuando obtuvo el 21% del voto nacional y firmó un acuerdo de coalición con un partido centro-derechista. La visión política de Erbakan presentó un islamismo rígido basado en una retórica aislacionista anti-occidental y anti-europeo conocido como “la visión nacional” – una extraña combinación de políticas profundamente odiada por el (entonces) hombre fuerte del ejército. Sabiamente, Erdogan se separó de su “maestro” y saltó a la escena política con un cálculo político islamista menos rígido. Su islamismo debía ser compatible con la cultura democrática occidental y el capitalismo, o algo así, afirmaba. En una entrevista en el año 2000 dijo que “había descartado la llamada” Visión Nacional”.

Erdogan y su alto mando – a quien Erbakan llamó “nuestros pícaros chicos” por haberse apartado de lo honesto y de lo moral, sostuvieron que se debía mostrar una retórica más pro-occidental si los islamistas deseaban llegar al poder. Esta fue una lucha política entre los conservadores islamistas y el ala reformista.

El segundo al mando de Erdogan fue su antiguo compañero Abdullah Gül. A través de una controvertida votación parlamentaria en el 2007, Gül se convirtió en presidente junto a Erdogan, quien era primer ministro para ese entonces. Erdogan y Gül dirigieron así juntos la función a lo Putin y Medvedev. En el 2009, Erdogan nombró a Ahmet Davutoğlu, confidente de Gül, como canciller y en el 2014, lo nombró primer ministro. El tercer hombre en el salón de la fama de Erdogan fue el brillante economista Ali Babacan, quien se convirtió en ministro de finanzas.

Los tres individuos se desilusionaron con el enfoque cada vez más despótico del singular Erdogan para gobernar. Ahora en el exilio político, estos muestran signos de retornar a la palestra. El año pasado, esta perspectiva era solo otro manjar en la vida política de Ankara, pero ha ido más allá de meras especulaciones. Gül, Davutoğlu y Babacan trabajan día y noche para lanzar formalmente su versión de un partido político (o dos partidos) favorable al mercado, pro-occidental y pro-democrático.

Erdogan ha amenazado que estos pagaran muy caro por su “traición” y afirmó que un nuevo partido (o partidos) significaría “dividir a la comunidad musulmana (umma)”. Si este es lanzado, sería el sexto partido islamista en la historia política de Turquía, con Erdogan emergiendo como el único experimento exitoso.

Nadie sabe cuán popular será el “nuevo partido” (para utilizar la frase de los observadores turcos). El Partido Justicia y Desarrollo de Erdogan, apoyado por el ultra-nacionalista Partido Movimiento Nacionalista, parece ser capaz de darle a este el 50% más uno, de los votos que necesita para ser reelecto en las elecciones presidenciales del 2023. El “nuevo partido” intentará desafiarlo directamente, con el objetivo de ganar una buena parte de su base de votantes conservadores. Los observadores piensan correctamente que el “nuevo partido” atraerá más a los “conservadores intelectuales”, mientras que el partido de Erdogan continuará teniendo en la mira a los islamistas menos educados. “Incluso si el ‘nuevo partido’ le gane [solo] un par de puntos porcentuales a Erdogan, puede que este sea el comienzo del fin para él”, admitió un confidente de Erdogan.

 

 

Burak Bekdil es columnista en Ankara. Escribe regularmente para el Instituto Gatestone y Defense News y es miembro del Foro del Medio Oriente. También es fundador y editor asociado al grupo de expertos think tank Sigma en Ankara.

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