El creciente proceso de polarización pública y política en los Estados Unidos impacta sobre el apoyo hacia Israel, que durante muchos años estuvo dentro del consenso político bipartidista. Unidos por el despertar de las olas de antisemitismo y el apoyo a Israel; identificado ahora más fuertemente con el partido Republicano; se está convirtiendo en un tema altamente controvertido. Estos desarrollos tienen importantes implicaciones para Israel. Primero, el gobierno israelí está totalmente identificado con las políticas del Presidente Trump y esto puede desafiar las relaciones con el partido demócrata y sus representantes. Segundo, existe una creciente brecha entre los judíos en Estados Unidos y los judíos en Israel, originando en desacuerdos religiosos, de valores y políticos. Estas tendencias amenazan dos activos esenciales para la seguridad nacional de Israel. Una es la relación especial entre Israel y los Estados Unidos. Irónicamente, la cercanía histórica evidente entre los dos gobiernos también resalta el creciente desafío de mantener el apoyo político y público bipartidista por Israel, como el principal soporte para las relaciones entre los países. Lo segundo es la cohesión interna de la comunidad judía estadounidense y sus relaciones con Israel.
El tema de la Conferencia de Políticas AIPAC, celebrada en Washington a finales de marzo del 2019 y con la asistencia de 18.000 participantes, fue “Conectado Permanentemente”. El doble sentido de esta consigna – conectado permanentemente y conectado con buenos propósitos – fue hecho deliberadamente.
La conferencia se llevó a cabo en un contexto de feroces discursos públicos y políticos en los Estados Unidos luego de una serie de pronunciamientos de las congresistas demócratas recientemente elegidas Ilhan Omar (Minnesota) y Rashida Tlaib (Michigan), ambas partidarias abiertas de la campaña del BDS, que llama a un boicot de Israel. En enero, en una discusión sobre un proyecto de ley para combatir el boicot contra Israel, Tlaib tuiteó que los partidarios del proyecto de ley “se olvidaron a qué país representan”.
Unas semanas más tarde, Omar insinuó en un tuit de que AIPAC “le compra” los votos a los legisladores estadounidenses (“Todo es sobre los benjamines, bebé”) y luego agregaron que debería haber una discusión al hecho de que en los Estados Unidos “la influencia política… dice que está bien que la gente presione por lealtad hacia un país extranjero”. El tufillo a antisemitismo acompañado por insinuaciones sobre el dinero judío, que supuestamente controla la política exterior estadounidense y los comentarios sobre la doble lealtad despertaron una tormenta que aún no ha calmado.
Estos eventos reflejan tendencias y cambios dramáticos en la sociedad y en la política estadounidense y tienen importantes implicaciones potenciales para los judíos estadounidenses y para Israel. En los Estados Unidos existe una creciente polarización pública y política, políticas de identidad fortalecidas, retóricas populistas acompañadas a veces de flagrantes y violentos discursos de odio, creciente influencia extremista en el discurso y la agenda pública, más ataques contra las elites tradicionales e instituciones que representan el orden existente y un colapso del principio del consenso bipartidista como base de legislación y de política.
Esta atmósfera provee terreno fértil al despertar de olas de antisemitismo provenientes de la Derecha, además de los intentos de deslegitimar a Israel desde la Izquierda. Todo esto se suma a las crecientes críticas a la política israelí, en particular respecto al conflicto y actitudes entre israelíes y palestinos hacia la minoría árabe en Israel y estas se ven agravadas por las relaciones cercanas entre la administración Trump y el gobierno israelí.
De hecho, estas tendencias se han intensificado bajo la administración Trump, en parte debido al contundente estilo del presidente, su crítica actitud hacia diversos sectores e instituciones estadounidenses y su frecuente trato preferencial de su base electoral a expensas de la de ser un estadista. Además, el apasionado debate público y político no es exclusivo de la base de apoyo derechista conservadora de Trump. De hecho, el estilo del presidente ha validado estas reglas de juego para sus tantos oponentes del ala izquierdista del mapa político.
Las oleadas de protesta popular contra el Presidente Trump se caracterizan por la consolidación de varios grupos minoritarios – generalmente debilitados, con una variedad de identidades y agendas, en un frente de acción conjunto. Este fenómeno, conocido como interseccionalidad, es también una plataforma central en los Estados Unidos para promover la deslegitimación de Israel. Hasta hace poco, se afirmó de que se trataba de un fenómeno marginal de base, no establecido en los círculos de la institucionalidad y de corriente principal, pero la entrada de Omar y Tlaib al Congreso muestra que el fenómeno ha penetrado dentro de la institución estadounidense.
Además, estos nuevos representantes y sus partidarios demuestran una creciente influencia sobre la política estadounidense y en particular sobre la conducta interna del partido demócrata (aunque la gran mayoría de los demócratas en el Congreso siguen siendo partidarios de Israel). Para ilustrar mejor el caso, los llamados dentro de las filas del partido para que se tomen medidas en contra de Omar y Tlaib fueron seguidos por una iniciativa de promover una resolución del Congreso condenando el antisemitismo, pero cuando el partido confrontó dificultades para llegar a un acuerdo sobre el tema, la declaración se convirtió en una condena mucho más amplia, que también incluía referencias a la islamofóbia y xenofobia. El proceso reflejó un compromiso dictado por voces extremistas en el partido y el resultado fue una victoria para Omar, la persona que sentó precedentes a la condena de islamofobia en el Congreso.
La creciente polarización impacta sobre el apoyo a Israel, que durante muchos años estuvo dentro del consenso político bipartidista, pero que ahora es un tema controvertido, se identificó más fuertemente con el Partido Republicano. De hecho, tras la serie de declaraciones problemáticas de las congresistas demócratas, el presidente afirmó que una victoria demócrata en las elecciones del 2020 pudiera “dejar de lado a Israel” y que a los judíos se les ve abandonar al Partido Demócrata en gran número. El término “Jexodus” se abrió paso rápidamente en el léxico político y fue adoptado por el presidente para burlarse del partido rival. Sin embargo, aún es demasiado pronto para decir si esta afirmación representa la realidad: los datos de estudios en profundidad y las encuestas de opinión pública de las últimas décadas muestran que la comunidad judía estadounidense, que comprende el 2% de la población, es el grupo minoritario más liberal en el país, con más del 70% que apoyan al Partido Demócrata. La investigación también muestra que, al menos hasta ahora, el tema del apoyo a Israel no fue factor significativo en el comportamiento electoral de los judíos estadounidenses.
Junto al ensanchamiento en la brecha entre los partidos respecto al apoyo dado a Israel, una encuesta publicada por Gallup en marzo indicó otro fenómeno interno del partido: una brecha del 25-29% entre los extremos dentro de los partidos Republicano y Demócrata respecto al apoyo a Israel. Por ejemplo, cuando los partidarios de ambos bandos fueron clasificados en 4 grupos según un rango de actitudes: demócratas liberales, demócratas moderados, republicanos moderados y republicanos conservadores – emergió una brecha dramática entre los que apoyan a Israel más que a los palestinos: entre el grupo republicano conservador un 81% apoyó más a Israel, en oposición a solo un 3% entre el grupo demócrata liberal. Las brechas en el tema del apoyo a Israel dentro de las filas del Partido Demócrata pudieran, en un futuro no muy lejano, obligar a los simpatizantes judíos del partido a elegir entre el partido como hogar político y su apoyo a Israel. Un ejemplo extremo de esto es el dilema al que se enfrentan los judíos británicos que apoyan al partido laborista, que ahora se caracteriza por sus crecientes actitudes antisemitas y anti-sionistas.
Estos desarrollos tienen importantes implicaciones para Israel. Primero, el gobierno israelí está plenamente identificado con las políticas del Presidente Trump y esta situación puede desafiar las relaciones con el Partido Demócrata y sus representantes. No existen dudas que las buenas relaciones laborales entre Jerusalén y Washington son un activo importante para la seguridad nacional de Israel, pero la identificación absoluta con Washington es un problema cuando se trata de los muchos opositores al Presidente Trump alrededor del mundo, en los propios Estados Unidos y entre la comunidad judía estadounidense. Esta dificultad se ve aumentada por las manifestaciones de antisemitismo provenientes de la Derecha, que el Presidente se ha negado a condenar (como por ejemplo el evento en Charlottesville en el 2017) y el sentido en algunas secciones de la comunidad judía de que la masacre ocurrida en la sinagoga de Pittsburgh en octubre, 2018 fue producto del antisemitismo que una vez más se hace visible o notable durante la presidencia de Trump.
En segundo lugar, existe una creciente brecha entre los judíos en Estados Unidos y los judíos en Israel, originada en desacuerdos religiosos, de valores y políticos. En el frente religioso, partes de la mayoría no-ortodoxa, que comprende el 90% de los judíos estadounidenses, sienten que la institucionalidad israelí se niega a reconocer su condición de judío. En los frentes político y de valores, existe un incremento a las críticas entre los judíos estadounidenses, quienes son en su mayoría liberales, a los que el gobierno israelí considera movimientos ilegales y anti-democráticos, tales como la Ley del Estado-Nación y la política de Israel respecto al conflicto palestino-israelí.
Estas tendencias amenazan dos haberes esenciales para la seguridad nacional de Israel. Una es la relación especial existente entre Israel y los Estados Unidos. Irónicamente, la cercanía histórica actualmente evidente entre los dos gobiernos también resalta el creciente desafío de mantener el apoyo político y público bipartidista para Israel, como el principal enlace para las relaciones entre los países. La segunda es la cohesión interna de la comunidad judía estadounidense y sus relaciones con Israel. Dado que, por primera vez, el tema del apoyo a Israel puede convertirse en un problema dentro del discurso político durante la campaña de las elecciones presidenciales estadounidenses en el 2020, es muy probable que se incremente el desafío hacia estos activos.
La preservación y cultivo de estos dos activos deberían encabezar la lista de prioridades de aquellos responsables de tomar las decisiones en Israel. El gobierno israelí debe evitar la interferencia en la política interna estadounidense y la preferencia de un bando sobre el otro, particularmente cuando comienza la campaña para las elecciones presidenciales. Debería haber canales de comunicación mucho más fuertes con el Partido Demócrata, incluso mientras se mantienen vínculos cercanos con el Partido Republicano. Existe la necesidad de extensas actividades por parte de Israel y sus partidarios en los Estados Unidos en fortalecer la cooperación con los jóvenes grupos progresistas y liberales y con importantes comunidades en desarrollo, tales como la comunidad hispana y la comunidad afroamericana.
Esta infraestructura es necesaria para preservar el apoyo bipartidista por Israel, así como también un medio para combatir el antisemitismo y la deslegitimación de Israel. Debe existir un esfuerzo conjunto con la comunidad judía estadounidense con el fin de fomentar relaciones, con un énfasis en los liberales del milenio, cuya conexión con Israel se ha debilitado cada vez más, al igual que su conexión con la comunidad judía. Finalmente, el proceso de toma de decisiones en Israel – tanto en política exterior como en los asuntos internos – requiere de un examen preliminar a las implicaciones anticipadas de las políticas israelíes para ambos haberes cruciales.
Michal Hatuel-Radoshitzky, Shahar Eilam son compañeros en investigación