El fracaso de la democracia en el mundo árabe – Por Rafael Castro

RESUMEN: Desde el 11-S, los líderes en Occidente han presionado por la democratización del mundo árabe. Casi 20 años después, el impulso a la democratización ha tenido resultados catastróficos: con la excepción parcial de Túnez, los estados árabes cuyos dictadores fueron derrocados están sumidos en luchas o han caído en el despotismo. El momento ha llegado para aprender de las experiencias de Corea del Sur, España y Chile a mediados y finales del siglo XX y darse cuenta que sin una economía en crecimiento y una clase media considerable, la democracia no puede echar raíces en la sociedad.

Las ambiciones de parte de Occidente de plantar la democracia en el mundo árabe han fracasado miserablemente. Sea estas después de las intervenciones militares extranjeras en Irak y Libia o luego de las protestas civiles en Egipto, Yemen y Túnez, el derrocamiento de los dictadores apenas ha engendrado democracias liberales estables, en donde los respectivos estados árabes se han sumido en una lucha y barbarie mayor.

Este fracaso fue quizás inevitable. La democracia liberal no es una panacea para los problemas sociales y económicos. La democracia tampoco puede prosperar en condiciones sociales y económicas extremadamente desafiantes. La creencia que la exitosa democratización de Alemania y de Japón posterior a la Segunda Guerra Mundial pudiera replicarse en el mundo árabe ignoró el hecho de que la democratización en Yugoslavia allanó el camino hacia la guerra civil y a la limpieza étnica. Debido a que los países árabes son mucho más similares a Yugoslavia que a Alemania y a Japón de la posguerra, fue previsible que la democratización en esa parte del mundo agravara las tensiones sociales y étnicas en lugar de sanarlas.

La democracia liberal florece mejor en las economías fuertes con una clase media considerable siendo esta rehén de querellas internas. En el mundo árabe, esos elementos van en contra del éxito de la democracia. Los estados árabes a menudo se encuentran divididos por fisuras lingüísticas, étnicas, sociales y religiosas. Sus economías a menudo dependen de recursos naturales y la ausencia de una economía diversificada obstaculiza el surgimiento de una burguesía flexible, la columna vertebral de la sociedad civil y de la democracia liberal. Sin estos elementos, los intentos de democratización en el mundo árabe se han fomentado en lugar de inhibir el extremismo político y religioso, el sectarismo social, la corrupción y el nepotismo, el terrorismo y la represión.

Los líderes en Occidente deben entender que similar a la Guerra Fría, cuando los gobiernos autoritarios que promovían el capitalismo eran a menudo los aliados más confiables contra el comunismo, los mejores aliados en contra del islamismo pueden llegar a ser los autócratas promotores del capitalismo. Ha llegado el momento de asegurarse que el Presidente Al-Sisi en Egipto, el Rey Muhammad VI en Marruecos y el Presidente Bouteflika en Argelia reciban la ayuda económica y el asesoramiento necesario para suavizar la transición hacia economías genuinas de libre mercado que liberen un crecimiento económico interno.

Esta ayuda proveniente de Occidente debe ser complementada con una drástica reducción en la ayuda militar no esencial y debe estar sustentada bajo estricta supervisión de las políticas económicas. Una asistencia generosa debe fomentar un crecimiento económico sostenible y no el subsidio de las instituciones ineficientes y las redes de patrocinio que caracterizan a la región. El objetivo final debe ser el preparar a los estados árabes para la democratización luego de un período prolongado de rápido crecimiento económico y no apoyar indefinidamente a los autócratas.

Occidente necesita condicionar su tolerancia y apoyo a los autócratas árabes en la búsqueda de políticas económicas inteligentes. Solo dichas políticas pueden proveer crecimiento económico y el empleo necesarios para absorber una fuerza de trabajo en rápido crecimiento y reducir las tensiones sociales que hacen que el islamismo sea atractivo a los jóvenes y a los desempleados.

El islamismo, al igual que el comunismo, no puede ser derrotado por democracias empobrecidas. Este solo puede ser derrotado por las democracias que son prósperas. Las historias de éxito económico de España, Chile, Singapur, Taiwán y Corea del Sur sugieren que las autocracias pueden generar reformas económicas y un crecimiento económico al menos tan bien como las democracias liberales. Dado que el mundo árabe actualmente carece de prácticamente todos los prerrequisitos históricos, culturales, económicos y sociales necesarios para que una democracia liberal eche raíces, aliente reformas económicas y produzca un crecimiento económico rápido sin traumatismos partidistas puede que sea la estrategia más seria de abordar para la cantidad de problemas que existen en la región.

 

 

Rafael Castro es analista político educado en la Universidad Hebrea y Yale con sede en Berlín. Sus artículos sobre política del Medio Oriente aparecen regularmente en el diario en la red YNET. Rafael puede ser contactado en el siguiente correo electrónico: rafaelcastro78@gmail.com.

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