La apertura de la Embajada de EE.UU. en Jerusalén, la capital de Israel, es el cumplimiento de lo que muchos judíos soñaron, independientemente de sus opiniones políticas, y tiene un peso histórico y diplomático que podría afectar a toda la región.
Durante 70 años hemos escuchado a muchos países, incluido nuestro mejor amigo, dar excusas sobre que “no es el momento oportuno” para trasladar sus embajadas a Jerusalén, y hemos escuchado una y otra vez por qué tal acción no se ha realizado mientras el conflicto israelo-palestino continuase.
En 1995, el Congreso de los EE.UU. promulgó una ley que obligaba a los Estados Unidos a reubicar su embajada en Jerusalén. Pero desde entonces, todos los presidentes se han ocupado de utilizar un resquicio en la ley para retrasar el traslado, una vez cada seis meses.
Luego llegó Donald Trump, un nuevo presidente, un extraño que quería pensar de manera diferente. Trump es un político inusual que nos recuerda a todos que los políticos pueden cumplir sus promesas.
Cuando prometió durante su campaña presidencial que si era elegido movería la embajada a Jerusalén, quiso decir lo que dijo. Hace seis meses, cuando el presidente declaró su intención, los predictores de la fatalidad y la tristeza se levantaron. Los palestinos declararon tres días de furia por la decisión y algunos advirtieron que la medida podría enviar al Medio Oriente a las llamas. “El problema es que todos los estudiantes del kínder” saben y “conocen”que antes de la decisión de Trump, el Medio Oriente era un lugar tranquilo y pacífico, y los palestinos pasaban el resto del año meditando y haciendo yoga.
El paso estadounidense le permite a los palestinos saber que el tiempo no está necesariamente de su parte, y su continua negativa a entablar negociaciones reales con Israel podría perjudicarlos. No es coincidencia que los estados árabes permanezcan en silencio. Muestra que es probable un movimiento regional más amplio en los próximos meses. Al mismo tiempo, otros países están siguiendo la iniciativa de los EE.UU. y están trasladando sus embajadas a Jerusalén.
La realidad del asunto es que los palestinos se están quedando atrás, y si no llegan a la mesa de negociaciones, podrían encontrarse sin aliados en absoluto.
La apertura de la embajada hoy nos da esperanza: esperamos que la verdad histórica triunfe sobre la historia falsa, esperamos que la visión y la fe derroten el deseo de permanecer quietos, y esperamos que aquellos que dicen “sí” salgan victoriosos sobre la detractores
Ron Prosor es el jefe de la Cátedra Abba Eban de Diplomacia Internacional en el Centro Interdisciplinario Herzliya y ex embajador de Israel en los Estados Unidos.