RESUMEN: La generalizada repugnancia moral ante los horrores de la batalla de Alepo y la repetida conmoción por el asesinato del embajador ruso en Turquía, no debe cegarnos ante las oscuras implicaciones estratégicas por el reciente giro de los acontecimientos en Siria. A nivel local, regional y mundial, el colapso de las fuerzas rebeldes en Alepo y las declaraciones triunfantes tocadas por el régimen de Assad y por Hezbollah, marcan un peligroso acontecimiento significativo en la transformación de la llamada Primavera Árabe en un tormentoso invierno iraní.
Prácticamente todos los grupos ideológicos y estratégicos del Medio Oriente poseen un interés en la cruda y asesina lucha en Siria. Visto a través del prisma del “juego regional de bandos”, la caída de Alepo representa un gran impulso para Irán y sus aliados, dado el papel activo (y costoso) desempeñado por los combatientes de Hezbollah y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (específicamente Qasim Suleymani). Junto al creciente papel de las fuerzas respaldadas por el CGRII en Irak (“Al-Hashd Al-Sha’bi”) y el continuo conflicto en Yemen, la victoria en Alepo está alimentando la visión cada vez más arrogante de Teherán sobre el futuro de la región y la certera muerte de Israel.
Es bajo este contexto que los líderes iraníes están respondiendo a la legislación de sanciones impuestas por los Estados Unidos al presentar ideas descaradas sobre la reanudación y actualización del programa nuclear de Irán (el enriquecimiento de uranio para barcos de propulsión nuclear significa esencialmente lo mismo que el enriquecimiento de uranio para el armamento nuclear). Estas declaraciones también pueden ser leídas como pasos preparatorios hacia lo que los iraníes esperan sea un combate “transaccional” con la llegada de la administración Trump.
Para Israel, los avances logrados por el régimen de Assad, apoyados simultáneamente (pero por diferentes razones) por Irán y Rusia, plantean amenazas y oportunidades. Estos les dan a los enemigos jurados de Israel un mayor dominio sobre la región, mientras que se amplía la grieta entre Egipto y Arabia Saudita; pero también pueden exponer las tensiones entre los partidarios de Assad. Estos validan la afirmación de Israel que los Altos del Golán nunca pueden ser negociados de forma segura a un régimen brutal vilipendiado por la comunidad internacional.
De cualquier manera, Irán y Hezbollah deben impedírseles ir en dirección al sur después de Alepo y convertir el Golán en un escenario para asediar a Israel y desestabilizar a Jordania. Un canal abierto con Moscú es un vínculo vital en esa estrategia disuasiva. Igualmente importante es la renovada interacción diplomática de Israel con Turquía, cuyas políticas pueden determinar si los intereses vitales sunitas (e indirectamente, israelíes) serán mantenidos. El deshielo israelí-turco crea la posibilidad de que surja una fuerte contra-coalición para contener el creciente poderío de Irán.
Mientras estas líneas son escritas, los restos de las fuerzas rebeldes en las ruinas de Alepo están a la espera de que la Resolución 2328 del Consejo de Seguridad de la ONU del 19 de diciembre de 2016 sea aplicada. El objetivo es escoltarlos en seguridad fuera de la una vez orgullosa ciudad que ha sido bombardeada hasta convertirla en un montón de escombros. Una importante batalla está llegando a un final horripilante y Assad y sus principales aliados han obtenido la victoria. La guerra recrudecerá, al menos durante algún tiempo: pero para los propios sirios, para la región y para el equilibrio global de poder, existen nuevas realidades para adaptarse a nuevas lecciones y aprender.
El más inmediato de estos, desde un punto de vista árabe y turco, así como también un punto de vista israelí, es el aumento constante en el poderío y arrogancia iraní. Los recientes discursos del Líder Supremo Ali Jamenei revelan júbilo por el creciente dominio de Teherán en los asuntos regionales. También indican que la llama del odio continúa ardiendo hacia Occidente en general y hacia los Estados Unidos e Israel en particular (Jameini dijo luego de una reunión con Ramadan Salaj, líder del grupo terrorista satélite de Irán, la Yihad Islámico Palestina, que la entidad sionista debería desaparecer en 25 años si la campaña de violencia contra los judíos continúa).
Desafortunadamente, Jamenei tiene algo de razón en mostrarse tan arrogante. Los logros de Assad en Alepo, aunque se lo debe casi todo a Putin, también fueron logrados con el amplio apoyo de Teherán (bajo la dirección directa de – y con cierta participación y pérdidas, de las “Fuerzas Quds” del CGRII dirigidas por Qassem Suleymani). En otro lugar a lo largo del “Arco Chiita” (un término que los iraníes evitan y de hecho, algunos de sus estados satélites y aliados no son chiitas), Teherán está cosechando los frutos de una política estable de apoyo a sus clientes locales: las milicias de “movilización popular” Al-Hashd Al-Sha’bi) en Irak; El levantamiento huthi ahora en control por gran parte de Yemen; y su representante último, Hezbollah en el Líbano.
Hezbollah ha asegurado ahora el control de la presidencia libanesa a través de un cristiano renegado, el General Michel Aoun y con este, una postura dominante en los asuntos políticos y militares del Líbano. La audaz afirmación que Irán está en control de cuatro capitales árabes – Beirut, Damasco, Bagdad y San’aa – pudiera ser exagerada, pero no por mucho trecho.
El sentido ascendente que posee Irán en el equilibrio de poder regional se refleja también en sus audaces respuestas a las legislaciones del Congreso estadounidense en ampliar las sanciones. Para proteger su flanco contra la presión de los líderes de línea dura y también para complacer al Líder Supremo, el Presidente Rouhani ha hablado de responder con violar totalmente el PIDAC (acuerdo nuclear): específicamente, una carrera para enriquecer uranio para su uso en los buques de propulsión nuclear. En la práctica, esta política equivaldría a lo mismo que el enriquecer uranio a nivel de armas atómicas. Otros han planteado la posibilidad de trasladarse inmediatamente al área de enriquecimiento de uranio que a Teherán se le hubiese permitido al final del período de diez años previsto por el PIDAC, es decir, veinte veces el nivel previo al acuerdo.
Estas declaraciones de intención cada vez más asertivas y peligrosas pudieran ser las primeras acciones en la que el liderazgo iraní espera sea un juego de ajedrez “transaccional” de alto riesgo con la llegada del gobierno de Trump. Esto puede resultar ser un error de cálculo. Hasta ahora, el presidente electo se ha rodeado de políticos que consideran enemigo al régimen iraní y no como un interlocutor. Todavía es demasiado pronto para decir, sin embargo, en dónde es que Irán encajará finalmente en las prioridades de Trump.
Trump y su equipo tendrán que evaluar las perspectivas de poner en conflicto a los dos principales partidarios de Assad, Moscú y Teherán, luego de la victoria en Alepo que ambos ayudaron a lograr. Tal como se ha argumentado más de una vez sus objetivos no tienen mucha coherencia.
Putin entró en Siria porque el hacerlo era la única forma de salvarle el pellejo a su cliente y asegurarle a Rusia beneficios tan útiles tales como la base naval en Tartus y una presencia constante en el Mediterráneo oriental. Jamenei, por otro lado, quiere utilizar a Siria como un trampolín para promover la agenda de la revolución iraní. Esto implicaría desestabilizar a Jordania y establecer nuevas capacidades para armar e incitar a los palestinos, quebrar a la Autoridad Palestina y acosar a Israel a través de una campaña terrorista apoyada por Hezbollah.
Los rusos saben, o deberían saber, que el uso de Siria para estos propósitos colocaría a Assad y todo lo que Rusia ha invertido para salvarlo en grave riesgo. Por lo tanto, es del interés de Moscú impedir que el CGRII y Hezbollah se dirijan al sur al Golán luego de su éxito en Alepo.
Un canal abierto con Moscú es por lo tanto, vital para los intereses israelíes, independientemente de la repugnancia moral a la agonía de Alepo. A medida que crecen las tensiones entre los aliados de Assad, Israel puede usar su “punto de quiebre” entre sus respectivas posturas a fin de restringir las ambiciones de Irán.
De igual importancia esta la capacidad de desarrollar un diálogo estratégico con el régimen de Erdoğan, mientras no albergue ilusiones sobre sus sentimientos e intenciones básicas. (La ampliación de la alianza de Israel con Grecia y Chipre, consolidada posteriormente por una cumbre tripartita en Jerusalén a principios de diciembre, refleja la necesidad por los tres países de asegurarse contra las ocasionales políticas aventureras de Turquía). Ankara es patrocinador del Ejército de Liberación Sirio y disfruta de una participación vital en prevenir una abrumadora toma de poder por el régimen en las zonas de Siria todavía bajo el control de los sunitas. Después que el Estado Islámico colapse, que los acontecimientos en Libia sugieren sea una posibilidad verdadera, Turquía será un elemento clave en la ecuación siria.
Putin claramente busca lograr un entendimiento turco-iraní sobre el tema de Siria (y el asesinato del embajador ruso por un turco enfurecido no ha descarrilado este esfuerzo). Su interés común en prevenir la independencia kurda puede aumentar la intensidad del diálogo. En este contexto, aunque no puede esperarse que Erdoğan actúe en nombre de Israel, sería útil que Turquía esté consciente de los intereses de Israel y en las líneas rojas en Siria.
En este punto, el “campo de estabilidad” está siendo sacudido por tensiones en las relaciones saudita-egipcias y Al-Sisi – al igual que su adjunto libio en Cyrenaica – se va adentrando a la órbita de Rusia. Turquía, que actúa en nombre de los sunitas en general, puede ser el actor que determine si el ascenso de Irán será efectivamente contenido. Esto también servirá los intereses a largo plazo de Israel en Siria y el Líbano: es decir, un equilibrio de poder que no deja libres a Hezbollah y a sus amos en Teherán… para volcar su atención hacia otros lugares.
El Coronel (ret.) Dr. Eran Lerman es investigador principal asociado en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat y ex-representante en política exterior y asuntos internacionales en el Consejo de Seguridad Nacional. También es miembro de la facultad en el Instituto Universitario Shalem.