Si bien no debe subestimarse la continua influencia de los palestinos en el mundo árabe, el panorama actual en el Medio Oriente pone de relieve nuevas prioridades políticas. Tal como observó recientemente el Embajador de Israel en Washington Ron Dermer: “Los estados árabes ya no bailan al ritmo de los palestinos”. BESA se une al debate planteando la siguiente pregunta: ¿Qué ha sucedido con el apoyo árabe a los palestinos?
Panelistas: Sarah Feuer, Jonathan Schanzer, Asaf Romirowsky, Michael Wilner, Hillel Frisch, Neri Zilber y James Dorsey
Sarah J. Feuer es investigadora del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional en Tel Aviv
Yo quizás replantearía la pregunta. No es que los países árabes hayan decidido retirarles su apoyo a los palestinos, sino que la naturaleza de dicho apoyo se ha fragmentado. Este cambio refleja una ruptura mucho más general que afecta al mundo árabe desde los alzamientos sucedidos en el 2011. Con algunos estados todavía recuperándose por las réplicas telúricas de la “Primavera Árabe”, una priorización resultante de la seguridad nacional y de las preocupaciones económicas por parte de países clave como Egipto, así como también las disputas internas árabes que continúan intensificando el alcance geopolítico de muchos países árabes han sido reducidas a expensas de la causa palestina. Esta se ha degradado desde el punto más alto que tradicionalmente disfrutó en las prioridades en política exterior de estos estados (en retórica y no siempre en acción). El continuo cisma dentro del movimiento nacional palestino también ha socavado los esfuerzos de los palestinos en solicitar y recibir ayuda.
Sin embargo, deberíamos tener mucho cuidado al interpretar la fragmentada naturaleza del apoyo árabe a los palestinos como una disminución de tal apoyo. Por una parte, países como Qatar han continuado apoyando abierta y generosamente a ciertos palestinos, financiera y políticamente. Por la otra, incluso en los estados que carecen de la generosidad de sus pares en el Golfo, el apoyo fluye de formas simbólicamente poderosas. Consideren el ejemplo de Túnez, donde la constitución del 2014 consagró la dedicación de la población hacia la causa palestina y donde la legislatura pronto adoptará un proyecto de ley que criminalizará los lazos con el estado judío. Incluso en Arabia Saudita, donde el Príncipe Heredero a la Corona Muhammad Iben Salman ocupó los titulares por reconocer tácitamente el derecho del pueblo judío a su propia patria, el Rey Salman a partir de ese entonces reprendió enérgicamente la decisión del gobierno de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel, al igual que lo hizo el imam de la Gran Mezquita en Meca. Es posible que el apoyo árabe por los palestinos ya no provenga de foros tradicionales tales como la Liga Árabe, pero el apoyo se encuentra allí si es que uno sabe realmente dónde buscarlo.
Jonathan Schanzer es Vicepresidente Sénior de la Fundación para la Defensa de las Democracias en Washington DC
La decisión de la administración Obama de acoger a la Hermandad Musulmana en el 2011 y luego entrar en el acuerdo nuclear de Irán del 2015 sacudió hasta el fondo a los estados árabes sunitas. Washington, el histórico garante de la seguridad árabe, tomó dos decisiones que amenazaban directamente a estos países. Fue entonces cuando el mundo árabe sunita comenzó a acercarse a Israel, el poderío militar mayor de la región con un historial de éxito en la lucha contra la Hermandad Musulmana e Irán. Esta dinámica se pronunció aun más durante la administración Trump. Trump posee fuertes lazos tanto con Jerusalén como con Riad y se encuentra trabajando activamente para solidificar la nueva y evolutiva “arquitectura regional” entre Israel y sus vecinos.
Mientras tanto la administración Trump ha debilitado activamente las posturas negociadoras palestinas centrales en previsión a un nuevo acuerdo de paz. Los palestinos se han opuesto enérgicamente a este acuerdo, mientras que los estados sunitas han hecho lo contrario. Es posible que los estados árabes no hayan renunciado por completo a la causa palestina, pero cada vez está más claro que la causa palestina ya no es el tema central de interés nacional. Dado este extraordinario giro en los acontecimientos, vale la pena preguntarse primeramente si de veras fue central al interés nacional.
Asaf Romirowsky es miembro del Foro del Medio Oriente y coautor junto a Alex Joffe del libro Religión, Política y los Orígenes de la Ayuda para los Refugiados de Palestina
La narrativa palestina ve la Guerra de Independencia de Israel de 1948 como la Nakba, “la catástrofe”. Más concretamente, es el pecado original. El nacimiento de un estado judío soberano se percibe como la raíz de todo mal porque supuestamente solidificó el robo de la tierra de los palestinos perpetrado por una pequeña comunidad judía.
Ese es el mantra recurrente dentro de la historiografía árabe, un enfoque hipersensible sobre la discriminación y desigualdad. En general, los académicos árabes tienden a ignorar la mayor parte del enorme cuerpo de material en los archivos sobre la guerra y se enfocan en lo que son reclamos legítimos o ilegítimos, utilizando las resoluciones de la ONU como lo mejor y más deseado para ello.
Estos sentimientos y actitudes no se han disipado dentro de la memoria colectiva árabe-palestina. A medida que se debilita la arquitectura del estado árabe, el liderazgo palestino encuentra cada vez más difícil vender “la lucha por Palestina” al mundo árabe como la cause célebre (tema controversial) del momento. La actual crisis en Siria recibe más atención que la continuamente renovada causa palestina.
Finalmente, a medida que los estados árabes sunitas más grandes intentan asegurar su estabilidad mientras enfrentan la creciente amenaza de Irán, la causa palestina se ha vuelto tema secundario.
Michael Wilner es jefe de la oficina en Washington y corresponsal en la Casa Blanca del diario Jerusalem Post
No es que los palestinos no gozan del apoyo de los países árabes, ciertamente lo tienen. La causa palestina aún resuena con los pueblos de la región. Es que el interés árabe ha disminuido ante presiones significativas, posiblemente existenciales, sobre los gobiernos regionales, que han arrojado nueva luz sobre Israel como un potencial aliado estratégico.
Por primera vez, los israelíes se benefician de la comunicación directa y colaboración con los líderes árabes que les brindan la oportunidad de defender su caso, muestran su propia humanidad y comparten su lado de la historia. Las capitales árabes se ganaron el respeto del Primer Ministro israelí Binyamín Netanyahu, cuando se enfrentó públicamente al anterior presidente Barack Obama por el acuerdo nuclear del 2015 con Irán y desde ese entonces lo han visto como un socio confiable en el intercambio de información de inteligencia, un ejercicio crítico para generar confianza. Y la amenaza iraní a la estabilidad del mundo árabe por ahora, trae consigo un sentido de urgencia en la región más que el dossier palestino, que ha permanecido estancado durante décadas.
La verdadera pregunta es si los palestinos pueden hacer nuevamente que su causa sea urgente y relevante. Por el momento, parece ser que el mundo árabe siente que está preocupado por temas aun más apremiantes.
Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan
Uno de los pocos logros del liderazgo, por lo demás destructivo, del movimiento palestino liderado por Yasser Arafat fue su capacidad para lograr cierta independencia de la intervención del estado árabe en los asuntos palestinos, mientras al mismo tiempo exigía y recibía su apoyo en los foros internacionales. La división política, ideológica y geográfica entre dos entidades, la Autoridad Palestina y Hamas, ha borrado totalmente en este aspecto el legado de Arafat. Una vez más, los estados árabes desempeñan un papel clave en mantener a los palestinos divididos, aunque continúan brindando un apoyo retórico a la idea de un estado palestino, cuyas perspectivas estarán determinadas por hechos reales en lugar de plataformas internacionales. Las perspectivas de un estado palestino se ven más débiles que nunca.
Neri Zilber es periodista radicado en Tel Aviv y miembro adjunto del Instituto de Política para el Cercano Oriente en Washington, por el cual fue coautor del libro Estado sin Ejército, Ejército sin Estado: Evolución de las Fuerzas de Seguridad de la Autoridad Palestina 1994-2018
El gobierno israelí, desde hace ya algunos años ha estado promocionando la idea de que el tema palestino ya no preocupa al resto del mundo árabe; que con el auge de Irán, las amenazas de seguridad compartidas y las innumerables oportunidades económicas y tecnológicas, el Estado judío y los estados árabes moderados se encuentran en camino hacia una normalización, independientemente del conflicto palestino-israelí. Algunos incluso se han referido a esto como el paradigma de “el cliente tiene la razón”, según el cual el progreso regional dictaría el curso futuro de los eventos en los Territorios Palestinos (en oposición a lo contrario). Esta noción es atractiva, ya que exime a Israel de cualquier responsabilidad para avanzar en el proceso de paz. También sucede que todo esto es incorrecto.
Si bien no es mayormente central como lo fue alguna vez en las capitales árabes, e incluso esta centralidad es discutible dada la ambigua historia de las relaciones árabe-palestinas, el tema palestino aún resuena ampliamente. Los líderes árabes, desde Al-Sisi en Egipto a Abdallah de Jordania hasta Salman en Arabia Saudita, enfatizan constantemente la necesidad de una solución de dos estados con base en la Iniciativa de Paz Árabe del 2002, incluyendo a Jerusalén Oriental como la capital palestina.
Más concretamente, también en sus acciones, los líderes árabes todavía se encuentran muy comprometidos con el dossier palestino, precisamente porque lo consideran importante en sus propias políticas y sociedades. Egipto ha intentado facilitar la reanudación de las conversaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina; ahora se encuentra mediando ambos un acuerdo de alto al fuego en Gaza junto a una reconciliación entre Fatah y Hamas. Qatar es el estado donante mayor de la Franja de Gaza (con incentivos israelíes). Jordania es sin lugar a dudas, el mayor y más fuerte defensor de los palestinos en Washington y posee gran inversión en los temas de Jerusalén, especialmente en la Mezquita Al-Aqsa. Arabia Saudita, a pesar de las diferencias generacionales dentro de su liderazgo, enfatizó la importancia de la paz israelí-palestina y de Jerusalén en una reciente cumbre de la Liga Árabe; y continúa brindándole ayuda financiera a la Autoridad Palestina.
Nadie más que el Presidente Donald Trump fue el que socavó el paradigma de “ver desde la perspectiva del cliente” cuando reveló que 12 líderes árabes le abordaron en una reunión cumbre en Riad, todos diciendo lo mismo: “No puede haber paz en el Medio Oriente sin una paz entre israelíes y palestinos”. A pesar de la verdadera calidez de las relaciones entre Israel y ciertos reinos del Golfo, este sigue siendo en gran medida el problema, incluso si Israel quisiera que no fuese así.
James Dorsey es miembro sénior en la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam en Singapur
La falta de apoyo de los países del Golfo a los palestinos en un momento en que los principios claves de la postura negociadora palestina están siendo atacados por la administración Trump ha aumentado el espectro de un debilitamiento al apoyo árabe. Eso es cierto a nivel de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, pero parece ser mucho más complejo si se analizan más de cerca las maniobras de Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, así como también las respuestas de otros actores del Medio Oriente. Lo que sí es cierto es que los días en que Palestina sirvió a los autócratas árabes como escudo protector que los distrajo de los problemas más inmediatos en casa y que ofrecieron una válvula de escape para la ira y frustración acumulada terminaron con las revueltas populares árabes del 2011.
Sin embargo, la reducida utilidad de Palestina no significa necesariamente que Palestina haya caído en el olvido. Al contrario. Los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita están trabajando tras bastidores, hasta ahora con éxito limitado, para rediseñar la política palestina a su moldura y contrarrestar el papel de Qatar en buscar mediar algún tipo de fórmula sostenible para Gaza, así como también las acciones de los turcos en Jerusalén. Además, dado que Turquía adoptó el manto de líder del mundo islámico oponiéndose a las políticas de la administración Trump y Jordania, por razones internas, negándose alinearse a sí mismo con el enfoque saudita-Emiratos Árabes Unidos, Palestina sigue en la agenda incluso si la dinámica ha cambiado.
Finalmente, el Rey Salman de Arabia Saudita ha dejado muy en claro que este no se ha inmutado acerca de la postura del reino sobre Palestina. Este le ha contestado públicamente a su hijo, el Príncipe Heredero a la Corona Muhammad bin Salman, aunque eso no le ha impedido a Mahham cooperar con Israel para confrontar a Irán y al Islam político. La postura del Rey Salman indica que Palestina sigue siendo un tema emotivo para los líderes, incluso si estos se han vuelto más pragmáticos en su actitud hacia Israel.
Además, un mayor pragmatismo no significa que Palestina siga siendo un tema cargado de emociones entre la población del Medio Oriente y el mundo islámico en general. Las revueltas populares del 2011 y las más recientes oleadas de protesta en Marruecos, Jordania, Irán e Irak demuestran que los líderes autocráticos ignoran el sentimiento público bajo riesgo propio, más en un momento en que estos están re-escribiendo unilateralmente sus contratos sociales.