- Cualquier plan de negociación de paz genuino y serio para Israel y los palestinos debería verse naturalmente como una bienvenida alterna a la actual situación de estancamiento en el proceso de paz. Sin embargo, el plan de paz estadounidense no debe sobre-valorarse o idealizarse a través de la exageración por parte de los medios de comunicación y por manipulaciones políticas.
- Para ser exitosos, existe la necesidad de corregir muchos de los factores existentes que actualmente alimentan una atmósfera de odio, desconfianza y sospecha entre el liderazgo político y el público en general de ambas partes.
- Primero y ante todo, la continua ofensiva diplomática palestina contra Israel es incompatible con cualquier reclamo por parte de los líderes palestinos que afirman que desean la paz con Israel o que pretendan regresar a cualquier modalidad de negociación.
- Mahmoud Abbas y el liderazgo palestino niegan repetidamente ambos los derechos históricos del pueblo judío tales como el derecho de Israel a existir. Estos no pueden afirmar que están dispuestos a negociar y vivir en paz con Israel, mientras que al mismo tiempo niegan abiertamente el derecho que posee Israel, la otra parte en cualquier negociación de buena fe, a existir.
- No pueden pretender estar dispuestos a restablecer una relación de vecinos con Israel mientras que, al mismo tiempo, desalientan deliberadamente cualquier esfuerzo existente para normalizar las relaciones con los israelíes. Su política de “des-normalización” es una abominación a cualquier idea de desarrollar una buena vecindad entre los dos pueblos por su beneficio mutuo.
- La campaña internacional BDS generada por los palestinos para dañar, perjudicar y socavar a Israel económica y culturalmente mediante boicots y propaganda social es un ejemplo más de la antítesis de cualquier intención genuina de buscar un modo pacífico de coexistencia.
- Si Abbas y los líderes palestinos realmente intentan regresar a una modalidad de negociaciones con Israel, no pueden enajenar de forma sistemática y continua al pueblo israelí a través de incitar el terrorismo y violencia, acusaciones falsas y propaganda hostil en violación a sus compromisos en los Acuerdos de Oslo.
El murmullo y las expectativas en anticipación al plan estadounidense pronto hecho realidad por un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos obviamente no deben ser subestimados. “Estamos trabajando mucho en ello”, dijo el embajador de los Estados Unidos en Israel David Friedman, sobre el plan de paz del Medio Oriente el 13 de noviembre de 2017.
Cualquier plan de negociación de paz genuina y seria debería verse como una alternativa bienvenida a la actual situación de estancamiento en el proceso de paz y una evidente incapacidad o falta de voluntad genuina de regresar a una modalidad de negociación. Sin embargo, el plan de paz estadounidense no debe ser sobreestimado o idealizarse mediante la exageración que realizan los medios de comunicación y la manipulación política.
Este no puede simplemente ser arrojado en un paracaídas ingenuamente ante la realidad palestina-israelí sin una debida y adecuada preparación del terreno. De lo contrario, está condenado al fracaso. Para tener éxito, existe la necesidad de corregir muchos de los factores existentes que actualmente están alimentando una atmósfera de odio, desconfianza y sospecha entre los líderes políticos de las dos partes, o más importante, de temor mutuo y desconfianza entre los respectivos pueblos en general.
Por lo tanto, antes de cualquier intento de imponerle a las partes y a la comunidad internacional cualquier propuesta de paz, es necesario reconocer y corregir algunas “verdades internas” para establecer un ambiente de negociación genuino y serio.
Verdades que son evidentes
Primero y ante todo, la actual ofensiva diplomática palestina en contra de Israel, tanto local como internacionalmente, es incompatible con cualquier supuesto reclamo de los líderes palestinos de que desean la paz con Israel o de que pretendan volver a cualquier tipo de modalidad negociadora.
Virtualmente toda declaración del líder palestino Mahmoud Abbas indica el rechazo a Israel y está repleta de repeticiones sin sentido de los desgastados clichés que no poseen ninguna relación a la realidad.
La negación por parte de Abbas a la Declaración Balfour de 1917 y el exigir disculpas británicas, por absurda que parezca, no es más que demagogia, apestando a un mensaje mucho más triste y siniestro de negación tanto por los derechos históricos del pueblo judío como del verdadero derecho de Israel a existir.
Incluso en su declaración más reciente de noviembre, 2017 en conmemoración al 13 aniversario de la muerte de su mentor Yasser Arafat, Abbas repitió las viejas y desgastadas acusaciones señalando a Israel de ser un estado apartheid, de limpieza étnica y lamentando el inminente peligro a la “solución de dos estados”. Insistió en que Israel acepte la iniciativa de paz de Arabia Saudita, exigió la retirada de Israel a las inexistentes “fronteras de 1967”, incluyendo Jerusalén Oriental y repitió su tradicional mantra que se oponía a la presencia de ningún israelí en los territorios.
Abbas y sus asesores saben que expresar estas amenazas, demandas y falsas acusaciones, además de ser poco realistas y obstruccionistas, son incompatibles con cualquier supuesta disposición de regresar a las negociaciones de paz con Israel.
El liderazgo palestino sabe muy bien que los temas centrales de las fronteras, Jerusalén, la naturaleza del estado, los asentamientos y otros demás se encuentran entre los temas acordados para las negociaciones sobre el estatus permanente de los territorios. Los palestinos mismos estuvieron de acuerdo con esto. Estos no pueden ser dictados o prejuzgados.
Si hay o no finalmente uno, dos o tres estados, o si habrá una entidad autónoma, una federación, una confederación, un condominio o un emporio compartido, será determinado mediante un acuerdo sobre el estatus final del territorio. Este no puede ser prejuzgado por Abbas y por la misma razón, ni por Barack Obama, John Kerry, la Unión Europea, las Naciones Unidas ni nadie más.
Dondequiera que se ubique una frontera futura convenida entre Israel y cualquier entidad palestina, ciertamente no será la Línea de Demarcación del Armisticio de 1949 (las “líneas de 1967”) que los líderes palestinos intentan, a través de repeticiones y adoctrinamiento, convertirse en límites internacionales. Esto fue rechazado por el Consejo de Seguridad de la ONU en su Resolución 242 de 1967 a favor de “fronteras seguras y reconocidas”. Las negociaciones en la frontera fueron acordadas por los propios palestinos en los Acuerdos de Oslo. Pero Abbas y su grupo todavía están tratando de reescribir la historia y las leyes al dictar y prejuzgar el resultado de lo que se pretende sea tema central en una negociación de buena fe.
Por la misma razón, dictar el resultado del tema de Jerusalén antes de que se haya llevado a cabo cualquier negociación es irritante, presuntuoso e insolente, así como también insultante para los líderes que son firmantes como testigos de los Acuerdos de Oslo, en el que los palestinos y los israelíes acordaron que “el tema de Jerusalén” es un tema de negociación de estatus final.
Jerusalén no fue incluida en la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU y su omisión fue deliberada, según el Embajador de Estados Unidos Arthur Goldberg, uno de los redactores de la resolución.
Si bien Israel ha sugerido con frecuencia que el borrador del plan de paz saudita pudiera servir como base de debate en las negociaciones, esto no significa necesariamente que el plan sea una propuesta de total ganancias para un solo bando, a ser impuesto por el liderazgo palestino y los estados árabes.
Liderazgo dirigiéndose en la dirección equivocada
Mahmoud Abbas, quien es percibido ingenuamente por Occidente, especialmente los europeos, incluso los Estados Unidos y algunos políticos y medios israelíes, como moderado, sincero y genuinamente en una búsqueda de la paz, repite que él y el liderazgo palestino abierta, oficial y formalmente niegan la premisa y base del derecho de Israel a existir. Ellos insisten en condiciones previas para cualquier negociación que saben son poco realistas e inaceptables.
Esto no es más que algo mejor que nada para todos aquellos que continúan insistiendo ciegamente en verlo como un socio serio para las negociaciones.
El liderazgo palestino no puede afirmar internacionalmente, por una parte, que está dispuesto a negociar y vivir en paz con Israel, mientras que al mismo tiempo niega abiertamente el derecho de Israel a existir, la otra parte en cualquier negociación de buena fe.
Estos no pueden pretender estar dispuestos a restablecer una relación de vecindad con Israel y, al mismo tiempo, desalentar deliberadamente cualquier esfuerzo existente para normalizar las relaciones con los organismos y el personal israelí socavando proyectos conjuntos e intimidación y amenazas a ambos palestinos e israelíes. Su política de “des-normalización” es una abominación a cualquier idea de desarrollar la buena vecindad entre los dos pueblos para su mutuo beneficio.
Los intentos palestinos de manipular y convertir a la Corte Penal Internacional en su propio tribunal de canguros para quejarse en contra de Israel y etiquetar a los líderes israelíes como criminales de guerra son legalmente defectuosos e incompatibles con el estatus fundador de la corte. Estos intentos son totalmente incompatibles con cualquier deseo genuino de regresar a la mesa de negociaciones con esos mismos líderes israelíes a los que buscan etiquetar como criminales.
Sus extensos esfuerzos para abusar a uno de los organismos especializados más serios y profesionales de la ONU que se ocupa de la educación y cultura, la UNESCO, con un único propósito: socavar y falsamente re-escribir la historia al exorcizar cualquier conexión judía con los Lugares Santos en Jerusalén, Hebrón y Belén, es otro escandaloso ejemplo de su abuso total a la comunidad internacional. Este aprovechamiento ha perjudicado de manera irreparable cualquier credibilidad profesional que la UNESCO pueda haber tenido. La organización se ha vuelto irremediablemente comprometida y politizada por los palestinos.
El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, en teoría y ostensiblemente uno de los órganos más serios de la ONU para combatir las más graves violaciones de derechos humanos en todo el mundo, se ha visto totalmente comprometido, ha perdido todo su estatus moral y se ha convertido en un organismo dedicado casi exclusivamente a desprestigiar a Israel.
Cínicamente unirse a la organización policial internacional INTERPOL, con el objetivo declarado de generar órdenes de arresto contra israelíes, es la última táctica palestina para socavar a una organización profesional respetada por su escueto propósito político partidista, sin ningún remordimiento en cuanto a la credibilidad profesional o reputación de la organización.
El papel de la comunidad internacional
La manipulación y el abuso por parte de los palestinos a las instituciones internacionales en promover una política de deslegitimación hacia Israel dentro de la comunidad internacional no son compatibles con ninguna idea de volver a una modalidad de negociaciones de paz. Del mismo modo, la tendencia de la comunidad internacional de “mimar” a los palestinos y someterse a todas sus iniciativas contra Israel y, por ser políticamente correctos, de abstenerse de criticar los actos de terrorismo y violencia contra Israel, no solo envía una mala señal a los palestinos, sino que se percibe como una expresión de apoyo.
Si la comunidad internacional comparte el objetivo de un retorno a las negociaciones, esta debe abstenerse de sus habituales resoluciones, declaraciones y críticas contra Israel.
La campaña internacional BDS generada por los palestinos para dañar y socavar a Israel económica y culturalmente a través de boicots y de propaganda social es un ejemplo más de la antítesis de cualquier intención genuina de buscar un modo pacífico de coexistencia. Su objetivo final es la deslegitimación y el aislamiento de Israel. La iniciación y estímulo de boicots y sanciones, así como también la concurrencia internacional con la campaña del BDS, son acciones hostiles que no pueden coexistir con ninguna negociación que parta de buena fe.
Si Abbas y el liderazgo palestino realmente intentan regresar a un modo de negociación con Israel, no pueden seguir socavando la legitimidad e integridad de Israel y sus líderes.
Estos no pueden alienar de forma continua y sistemática al pueblo israelí incitando el terrorismo y la violencia, las acusaciones falsas y la propaganda hostil en violación de sus compromisos al Acuerdo de Oslo. La continua utilización indebida de fondos internacionales para el pago de salarios a las familias de los terroristas suicidas y terroristas convictos es equivalente a incentivar y recompensar al propio terrorismo. Esto no puede ser visto como compatible con unas negociaciones de paz provenientes de la buena fe.
Estos no pueden violar flagrante y abiertamente su compromiso conforme a los Acuerdos de Oslo para “resolver todas los temas pendientes relacionados al estatus permanente mediante negociaciones” (carta de Arafat a Rabin, 9 de septiembre, 1993) intentando eludir las negociaciones e imponer un acuerdo a través de las Naciones Unidas y otras organizaciones.
Por lo tanto, los líderes palestinos deben mostrar una voluntad genuina de volver a reunirse con los israelíes y demostrarle al público israelí que existe una base para las relaciones de vecindad que pudieran ser mutuamente beneficiosas para ambas partes.
Tales acciones restablecerán su credibilidad e influencia internacional que irremediablemente perdieron; restablecerá la confianza del pueblo israelí en ellos y los colocara en la posición de un socio negociador serio.
Modos de proceder para acercarse a la paz
Para restaurar la confianza, los líderes palestinos deben comprometerse con ciertos modos básicos de conducta que suavizarán el ambiente de negociación y restablecerán algo de buena fe.
Tales modos de conducta deben incluir los siguientes 10 principios:
- El regreso a las negociaciones se realizará sin imposición ni demanda alguna de precondiciones de ningún tipo. Las negociaciones se llevarán a cabo continuamente y de manera confidencial en los lugares acordados.
- El equipo negociador palestino debe estar plena y abiertamente facultado para representar y asumir compromisos solemnes con Israel en nombre de todos los palestinos.
- La agenda de negociación del estatus permanente sigue siendo la establecida en los acuerdos de 1993-5 entre Israel y la OLP.
- Ambas partes se abstendrán de hacer declaraciones públicas relacionadas a las negociaciones y con los líderes y negociadores de la otra parte que puedan perjudicar el resultado de las negociaciones.
- Ambas partes se abstendrán de tomar medidas unilaterales que puedan afectar los temas a ser negociados y acordados.
- Con miras a fomentar un ambiente de negociación positivo entre las dos partes y sus respectivos pueblos y el restablecimiento de una confianza mutua, todas las peticiones, quejas e iniciativas dirigidas por los líderes palestinos a organizaciones internacionales, tribunales y cortes internacionales y nacionales, dirigidos contra Israel y su liderazgo será revocado. Los palestinos actuarán para revocar todas las resoluciones de la UNESCO y otras dirigidas a falsificar y socavar la historia judía y la integridad y santidad de los lugares sagrados judíos.
- Los palestinos activamente cesarán y evitarán todo apoyo, aliento y otras acciones que involucren el boicot, desinversión y sanciones (BDS), ya sea en el ámbito económico, comercial o cultural, que tienen el propósito de perjudicar los derechos, la integridad, los intereses y la legitimidad de Israel y su pueblo e instituciones.
- Pendientes del resultado de las negociaciones y la determinación acordada de su estatus permanente, la parte palestina suspenderá todas las solicitudes para unirse a organizaciones internacionales y convertirse en parte de las convenciones internacionales, así como también en todas las demás actividades internacionales que son incompatibles con sus obligaciones en materia de los Acuerdos de Oslo.
- Todos los comités conjuntos y organismos relacionados establecidos en virtud de los acuerdos entre las partes y destinados a fomentar las relaciones normales y de buena vecindad se reunirán de nuevo y reanudarán sus funciones. Los palestinos revocarán formalmente su política de des-normalización.
- La parte palestina actuará para evitar la incitación, la propaganda hostil y los actos de violencia y terrorismo en contra de Israel. Adaptarán su sistema educativo y desalentarán el antisemitismo, ya sea en los medios de comunicación o en las instituciones educativas y religiosas, por parte de líderes políticos, religiosos y de otro tipo y se abstendrán de todas esas iniciativas en la comunidad internacional. Estos terminarán con su política de alentar y recompensar el terrorismo a través de compensar económicamente a las familias de los terroristas suicidas ya fallecidos y de los terroristas convictos.
Restaurar la buena fe y demostrar genuina disposición para resolver todos los problemas de negociación debe ser una condición necesaria para que cualquier propuesta regrese a su modalidad en la negociación.
Sin esto, no habrá inclinación entre del pueblo israelí en general en apoyo a cualquier decisión gubernamental de entrar en un proceso renovado de negociaciones.
Los funcionarios estadounidenses que preparan su “acuerdo de paz” deberían tomar este tema muy en serio si tienen alguna esperanza de obtener éxito donde otros han fracasado.
El embajador Alan Baker es director del Instituto de Asuntos Contemporáneos del Centro Jerusalén y director del Foro Global Law. Participó en la negociación y redacción de los Acuerdos de Oslo junto a los palestinos, así como también en los acuerdos y tratados de paz con Egipto, Jordania y el Líbano. Se desempeñó como asesor legal y subdirector general de la cancillería de Israel y como embajador de Israel en Canadá.