A tres meses después de los Acuerdos Abraham, los palestinos han perdido la calle árabe – Por Profesor Hillel Frisch (BESA)

RESUMEN: La relativa complacencia con la el cual la “calle árabe” recibió los Acuerdos Abraham, que pudo haberse visto como una aberración para el momento de su firma, ahora se ha desvanecido. El ex-parlamentario árabe israelí Jamal Zahalka, quien está a sólo dos años de obtener una lujosa pensión del gobierno, suspira ahora por el surgimiento de un Saladino moderno que destruya al estado judío y a los traidores árabes.

Si bien el partido argelino FLN perdió su sangrienta batalla contra el ejército y los colonos franceses (durante la cual asesinó a más colaboradores argelinos que franceses), obtuvo victoria en la así llamada guerra política. Este logró independizarse de Argelia gracias en gran medida al amplio apoyo regional que recibió de Egipto y de otros regímenes radicales en el Medio Oriente, así como también apoyo de la Unión Soviética y sus estados satélites.

Las lecciones dejadas por la lucha argelina fueron claras para los fundadores de las facciones palestinas. Para la OLP, organización formada dos años después de la independencia de Argelia en el año de 1962, la más importante de esas lecciones fue el valor de mantener el apoyo de las masas árabes al servicio del dogma de que la causa central que enfrenta el mundo árabe era resolver el “problema palestino” destruyendo al estado judío.

Entonces, no es nada extraño que para ese periodo uno de los lemas más famosos de Fatah, la mayor organización constituyente de la OLP, fuese “Palestina es mi identidad y Arabia mi distancia [estratégica]” (Filiastiniyya al-Wijah, Arabiyya al-Umq).

Tan importante fue la creencia de mantener el apoyo popular árabe que el primer borrador de la Orden Básica propuesta (esencialmente la constitución) de la Autoridad Palestina 30 años después, que omitió cualquier referencia a Palestina como entidad árabe y parte esencial e inseparable de la Nación árabe, fue enmendada apresuradamente para enfatizar ambos puntos.

Se suponía que el apoyo de la “calle árabe” a la causa palestina intimidaría (al menos) a aquellos líderes de los estados árabe-parlantes a no hacer las paces con Israel. Respecto a los dos estados que se atrevieron a desafiar la supuesta amenaza de la calle árabe y firmar tratados formales de pacificación con Israel, Egipto y Jordania, el mantenimiento del apoyo popular a la causa palestina tenía como objetivo prevenir que una paz fría se tornase cálida.

Difícilmente se puede negar el intimidante y escalofriante efecto que la opinión popular árabe, sea esta real o imaginaria, ha tenido sobre los líderes de estado árabes. Aunque el rey jordano Abdullah, al igual que su padre antes de él, ha mantenido numerosas reuniones secretas y no tan secretas con los líderes israelíes, este recibió ayuda militar del estado judío y mantuvo excelentes relaciones de seguridad con el personal de seguridad israelí en un esfuerzo común y exitoso por sofocar el terrorismo en ambos lados de la frontera, nunca ha desafiado el boicot cultural y educativo a Israel que prevalece en la sociedad jordana y los temas anti-judíos que impregnan los medios de comunicación locales.

Otros estados árabes, que en ocasiones han mantenido actividades consulares, les permitieron a israelíes con pasaportes extranjeros participar en negocios y comercio y en el caso de Marruecos, facilitando amplios paquetes turísticos desde Israel, siguiendo tras el mismo camino del boicot cultural y educativo.

Pero tres meses después del proceso de los Acuerdos Abraham, no existe ninguna duda que los líderes palestinos de ambos bandos de la división Autoridad Palestina-Hamas se encuentran profundamente decepcionados y preocupados por la pasividad que destaca la calle árabe.

Y así es como deberían ser. Si la pasividad de los ciudadanos del muy opulento Emiratos Árabes Unidos y el comparativamente rico  Bahréin pudiera explicarse por la capacidad de su liderazgo para comprar el apoyo de la ciudadanía a las impopulares políticas tales como la normalización de relaciones, el argumento se debilita respecto a Sudán, uno de los países árabes más pobres, así como también el populoso y relativamente empobrecido estado de Marruecos. Este miedo pudiera explicar la razón del por qué el proceso de los Acuerdos Abraham comenzó con los Emiratos Árabes Unidos como prueba inicial: este era el más opulento de los estados que muy probablemente normalizaría sus relaciones con Israel.

Contrariamente a las opiniones de los muchos detractores en Israel – siendo ejemplo destacado Jamal Zahalka, ex-miembro del Knesset, ex-jefe del partido Balad y que pronto recibirá una lujosa pensión del gobierno israelí – la creciente indiferencia de la calle árabe al tema palestino es un fenómeno a largo plazo. Este fenómeno muestra picos ocasionales de interés, pero siempre son de muy corta duración.

Un gráfico en tendencias a búsquedas de la frase “normalización de relaciones con Israel” en árabe en la plataforma Google – una frase con connotación despectiva en gran parte del mundo árabe – que data del año 2004 muestra que el interés aumentó más en la primera década del nuevo siglo que en la segunda década. El gráfico se caracteriza por líneas rígidas en lugar de curvas, lo que refleja el relativamente pequeño número de búsquedas en relación al tema.

Por supuesto que el interés fue mayor entre las poblaciones de los estados que ahora forman parte del proceso de normalización de relaciones con Israel, tal como Bahréin y Sudán y entre los posibles candidatos futuros como Omán, Kuwait y Qatar. Aunque los gobiernos de Kuwait y Qatar han adoptado líneas duras contra la normalización de relaciones, estos pudieran cambiar su postura debido a la presión estadounidense. El interés también es alto entre los palestinos, que se consideran víctimas del proceso y entre los libaneses, debido a su proximidad con Israel.

Aún más preocupante para la Autoridad Palestina y el gobierno de Hamas en Gaza, desde una perspectiva geoestratégica, es la falta de interés en la normalización de relaciones entre la población en general en los estados árabes centrales, incluyendo Marruecos (el último país hasta ahora que se ha unido al proceso). Por cada búsqueda sobre el tema de la normalización de relaciones con Israel en Marruecos, hubo 16 búsquedas de la frase en los territorios palestinos y en Bahréin. Una media similar prevaleció para las búsquedas en el rival y antes radical país de Argelia. En Arabia Saudita, el interés fue solo ligeramente mayor.

La indiferencia de la calle árabe es mucho más prominente en el estado árabe más importante para los palestinos: Egipto. En el país siendo este la única puerta de entrada de Gaza al mundo árabe, la relación entre las búsquedas a normalización de relaciones con Israel entre los egipcios y los residentes de otros estados del Golfo es en relación de uno a 50.

Entonces, no es de extrañar que los egipcios – de una manera bastante brutal – mantengan la puerta de Rafah más cerrada que abierta; negándose sistemáticamente a liberar a individuos sospechosos por ser terroristas de Hamas vinculados al Estado Islámico en el Sinaí, incluyendo a cuatro conocidos combatientes de Hamas que fueron secuestrados en ruta a Irán por los egipcios en el año 2015; y relacionarse con el gobierno de Hamas exclusivamente a través del Ministerio del Interior y de las agencias de seguridad egipcias. Al-Sisi no solo ha internalizado la amenaza que Hamas representa para su régimen, sino que confía suficientemente en que el pueblo egipcio no saldrá a las calles en nombre de los palestinos.

Retornando al ex-parlamentario Zahalka, quien en un artículo publicado en un importante portal mediático árabe, denuncia a los estados que están en proceso de normalizar relaciones con Israel y se mofa del jefe de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas por depositar sus esperanzas en el rey marroquí para que lo combata.

Este finaliza con lo que considera una advertencia terrible – que un Saladino aparecerá quien no solo conquistará Jerusalén, sino que también vengará a los árabes castigando a aquellos traidores que normalizan relaciones con Israel.

Puede que sea larga la espera, dado que ya han pasado 833 años desde que Saladino le arrebató Jerusalén a los cruzados.

Eso no es problema alguno para Zahalka, quien puede seguir pidiendo la destrucción de Israel a expensas de los contribuyentes israelíes y mientras disfruta de la protección que le otorga su democrático gobierno.

Hillel Frisch es profesor de estudios políticos y estudios del Medio Oriente en la Universidad Bar-Ilan e investigador asociado sénior en el Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat.

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