RESUMEN: Han pasado 39 años desde que el Ayatolá Jomeini regresó del exilio y estableció la República Islámica de Irán. Bajo su liderazgo, Irán ha experimentado cambios significativos que han dejado huella sobre los conceptos básicos y la visión del mundo de sus líderes. Ese proceso puede dividirse en cinco períodos distinguibles por los efectos que tuvieron dentro del discurso de la República. El logro significativo del régimen teocrático que surgió de la revolución es su capacidad y habilidad para mantener su poder. Sin embargo, la búsqueda de una hegemonía regional por parte de Teherán ha creado una ola de protestas sociales que surgió de la brecha entre las ambiciones extranjeras del liderazgo islámico y el deseo del pueblo por una mejor vida.
Imagen: Ruhollah Jomeini retorna a Irán luego de 14 años en el exilio el 1 de febrero, 1979, imagen vía Wikimedia Commons
El 1 de febrero de 1979 el Ayatola Ruhollah Mousavi Jomeini aterrizó en el aeropuerto de Mehrabad ante el vitoreo de la multitud y 10 días después declaró el establecimiento de la República Islámica de Irán bajo su liderazgo.
El cambio provocado por la Revolución Islámica dirigida por Jomeini y su influencia en el Irán de hoy día es indiscutible. Ese cambio fue nada menos que una reestructuración de identidad, valores, normas y patrones de pensamiento en torno a la visión del mundo del líder de la revolución.
Desde su creación, la República Islámica ha sufrido varios cambios enormes. Estos pueden dividirse en cinco períodos distintos, cada uno distinguible por sus esencias y por las marcas dejadas al discurso de la República.
El primer período puede fecharse desde el establecimiento de la República hasta el final de su guerra de ocho años con su vecino país Irak. Esta guerra, que causó grandes pérdidas de vidas y propiedades, llevó a la construcción del concepto de “autosuficiencia”, el cual fue producto de una sensación de aislamiento. Por otra parte, la guerra construyó el escalón mayor de la actual institución de seguridad militar. La sangrienta confrontación con Irak dejó una huella en la visión mundial de los altos oficiales en el ejército y la Guardia Revolucionaria y contribuyó en gran medida al establecimiento de una red de conexiones personales, tal como ahora es reflejado en la cadena de nombramientos en los niveles más altos de las fuerzas de seguridad.
Otro símbolo de este tormentoso período fue la supresión de elementos de la oposición que no se identificaron a sí mismos con las políticas y prácticas dictadas por Jomeini. La primera brecha surgió no mucho después del establecimiento del régimen islámico como resultado de la decisión de Jomeini de atacar a los socios revolucionarios quienes le ayudaron a derrocar al shah. Individuos opositores que se opusieron al camino pos-revolucionario dirigido por el líder fueron sometidos a arrestos masivos, expulsiones e incluso a ejecuciones. El puño de hierro del régimen perjudicó la capacidad opositora de influir en los asuntos internos de Irán o en su política exterior.
Poco después del final de la guerra, Irán superó el importante desafío al que se enfrentó con la muerte del Líder Supremo en junio de 1989. En muchos aspectos, el nombramiento de Ali Jamenei, que carecía de las credenciales religiosas de su predecesor, fue testimonio de la supervivencia del régimen revolucionario. El drástico paso de descartar al Ayatolá Hussein-Ali Montazeri, quien era percibido como el heredero más legítimo y quien tenía todas las credenciales teológicas, arrojó luz sobre el proceso de toma de decisiones pos-revolucionario. A pesar de los desafíos, la transición fue coronada como un éxito, sobre todo debido a la conexión forjada entre el nuevo líder y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria, convirtiéndose este en su base de poder.
La segunda fase puede definirse como el “período de rehabilitación” de Irán, ya que fue durante estos años que la economía del país absorbió las consecuencias de la guerra con su vecino Irak. El estancamiento económico causado por la guerra dejó al sistema económico de Irán en una crisis tan profunda que regresó a los niveles del PNB de casi 25 años antes, es decir, a mediados de los años 60. El período de rehabilitación coincidió con los ocho años del mandato de Akbar Hashemi Rafsanjani como Presidente de Irán (1989-97). De hecho, la rehabilitación de Irán está asociada a Rafsanjani, quien delineó sus políticas y fue responsable de ponerlas en práctica.
Uno de los resultados de este período fue la transferencia de una gran cantidad de proyectos de reconstrucción y economía hacia la Guardia Revolucionaria. Esto le permitió a la organización de seguridad convertirse en un conglomerado financiero y actuar como el principal concesionario en Irán.
El renombrado académico iraní-estadounidense Ray Takeyh consideró el desempeño de Rafsanjani en el cargo y concluyó que este mostró iniciativa al ofrecer caminos y agendas que propugnaban la idea de que las demandas prácticas deben trascender los mandatos revolucionarios. Este buscó construir un estado moderno sin dejar de ser leal a los pilares esenciales de la ideología de Jomeini. Tal acto de equilibrio pudo haber sido posible si Rafsanjani hubiese mantenido buenas relaciones con el nuevo Líder Supremo. Sin embargo, una vez que Jamenei consolidó su poder y desarrolló lazos con la facción conservadora, este emergió como un serio obstáculo para las pretensiones de Rafsanjani.
La elección de Muhammad Jatami a la presidencia (1997-2005) abrió el tercer período, el cual fue un momento de cambio dentro del equilibrio político de poder en Irán. La era Jatami se denominó “el período liberal” para reflejar de esta manera su apertura a los temas relacionados con la política exterior y las relaciones con Occidente. Su elección reflejó el deseo del pueblo iraní de alejarse de una política exterior aislacionista y destacó el descontento de la generación joven con el patrón general de la política iraní. El llamado de Jatami al “diálogo entre civilizaciones” reflejó esta percepción y fue considerado una respuesta a la teoría de Samuel Huntington de un “Choque de Civilizaciones”.
Sin embargo, al igual que su predecesor, Jatami carecía del poder de base necesario para implementar las políticas que este buscaba promover. Como resultado, su estatus se debilitó. Por el contrario, la institución de seguridad, que se había convertido en un factor dominante en el proceso de toma de decisiones, ganó fuerza en plena coordinación con la Oficina del Líder Supremo.
A pesar del hecho que Jatami fue considerado un reformista, una ola masiva de protestas estudiantiles estalló durante su mandato. Las protestas, que comenzaron luego del cierre del diario Salam (afiliado al ala reformista), terminaron en una brutal represión. Este aumento del resentimiento popular hacia el presidente, quien se mostró incapaz de enfrentarse y lidiar con la institución conservadora.
La elección de Mahmoud Ahmadinejad como presidente de Irán en el 2005 marcó el comienzo de una nueva era. El mandato de Ahmadinejad, 2005-2013, fue particularmente turbulento debido a sus políticas y declaraciones sobre los temas nacionales y extranjeros. Dentro del plano nacional, sus intentos de reemplazar los subsidios con asignaciones aceleraron la inflación y su incapacidad de cumplir su promesa de traducir los ingresos generados del petróleo a la “canasta básica” del pueblo iraní condujo a un declive en su apoyo popular. Además, su enfoque mesiánico, invocando tal como lo hizo la reaparición del Imam Oculto y representando la visión del mundo de la Sociedad Hojjatieh (Anjoman-e Hojjatieh), fue visto como un desafío por los clérigos más importantes del régimen, incluyendo algunos que habían sido sus partidarios al comienzo de su periodo.
Las muy abiertas declaraciones de Ahmadinejad sobre temas en política exterior solo profundizaron la brecha entre Irán y Occidente y sirvieron como un catalizador para las sanciones impuestas a este, causando de esta manera la parálisis casi total de su economía. Entre los momentos más destacados del mandato de Ahmadinejad se encuentran sus llamadas a borrar del mapa a Israel, su negación al Holocausto y su asociación con el fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, a través del cual pudo promover la influencia iraní en América Latina.
Y aun así, el mandato de Ahmadinejad será recordado principalmente por las protestas sociales a gran escala que tuvieron lugar en Irán luego de la publicación de los resultados electorales en junio, 2009. La sospecha de fraude electoral y la subsiguiente supresión de las olas resultantes de protesta civil, causaron una profunda crisis en la sociedad iraní que socavó los cimientos de la República Islámica. No es coincidencia que los líderes del Movimiento Verde (Mir Hossein Mousavi y Mehdi Karoubi) aún estén bajo arresto domiciliario y no tengan ningún recurso para cambiar su situación, a pesar de las declaraciones de campaña del Presidente Rouhani.
El quinto período comenzó con la elección del Presidente Hassan Rouhani en el verano de 2013. En gran medida, uno puede definir la elección de Rouhani como reflejo tanto de la voluntad del pueblo como de los mecanismos del régimen teocrático. En particular, durante el mandato de Rouhani, Irán continuó expandiendo su influencia en el Medio Oriente, ensayando la estabilidad de los regímenes del Golfo Pérsico y desafiando la seguridad de Israel. Sin embargo, los oponentes de Rouhani, en particular el ala dogmática conservadora y los altos cargos de las instituciones de seguridad critican continuamente sus políticas, incluyendo el revelar indiscreciones entre los miembros de su gabinete.
En este contexto, vale la pena señalar que el segundo mandato de Rouhani se ha caracterizado por un cambio de dirección hacia la línea dictada por los intransigentes y de línea dura junto a la Guardia Revolucionaria. Ese cambio ha sido a expensas del bienestar económico de los ciudadanos iraníes y contrario a sus proclamas de una mayor libertad política y liberación de los presos políticos.
Por el momento, parece ser que los esfuerzos de Irán para expandir su influencia en la región van muy bien a pesar del colapso de las bases de poder del estado debido al “efecto mariposa” de la “Primavera Árabe”. Teherán ha aprendido a aprovechar el vacío político creado en los estados que experimentaron una desintegración política, estableciendo su poder a través de representantes tales como las milicias chiitas que operan en su nombre. El establecimiento de Hezbollah en el Líbano sirvió como fuente de inspiración para Irán y resultó, con el tiempo, en la formación de una red de milicias combatientes, con el objetivo de promover un rango de intereses iraníes en varias áreas focales. Por lo tanto, no sorprende que se haya implementado un modelo similar después de marzo, 2003 en Irak y luego en Siria y Yemen.
Una mirada en retrospectiva a los últimos 39 años muestra que la señal del logro del régimen teocrático ha sido su capacidad de mantener su control del poder frente a las oleadas de disturbios internos y los desafíos planteados por el gobierno adversario, que amenazo la soberanía del país luego de la revolución. Otro logro es la adhesión al camino del fundador de la República Islámica, que ha sido la pieza central de la filosofía de la institución gobernante durante casi cuatro décadas. A pesar del hecho de que otros países musulmanes no adoptaron las enseñanzas de Jomeini, “Velayat-e Faqih – Mandato del Jurisprudente”, este logró promover la influencia regional de Irán por medio de entidades estado inspiradas por Irán, un logro importante para el régimen pos-revolucionario.
Sin embargo, la búsqueda de la hegemonía regional por parte de Teherán ha desatado una ola de protestas sociales que surgieron de la brecha entre las ambiciones del liderazgo islámico y el deseo de la gente común por un nivel de vida más asequible y mejorado. Estas expectativas se derivaron de las promesas hechas por el Presidente Rouhani que luego fueron reforzadas después del acuerdo en materia nuclear de julio, 2015 (PIDAC) y el descongelamiento asociado a los activos iraníes alrededor del mundo. Aunque es imposible predecir el futuro, las protestas y la brutal represión posterior crearon una brecha entre el régimen islámico y la sociedad iraní que no puede ser ignorada.
El Dr. Doron Itzchakov es investigador asociado en el Centro de Estudios Estratégicos Begin Sadat y en el Centro Alianza para Estudios Iraníes de la Universidad de Tel Aviv.